Epicentro de menestrales de todo tipo, fue en el siglo XV cuando, en el callejuela ahora ubicado al inicio de la Rambla de Canaletes, se empezó a conocer como calle Tallers. La etimología no hace referencia a los locales donde los artesanos trabajaban. Contrariamente, se cree que es una evolución de la palabra 'teyers': teuler, en catalán antiguo. Un gremio muy presente en la calle en aquella época, como los carniceros, a los cuales se los conocía como 'talleres' u 'ostallers'.

Infinidad de siglos después, la calle Tallers de Barcelona se convirtió en la calle de las tiendas de discos. Una de ellas era Music World, que hoy día sobrevive, pero reubicada en la calle Rosselló. Allí compré días atrás el primer elepé de Francesc Pi de la Serra. Un vinilo en la edición original de Edigsa que me costó 2 euros.

disco pino de la sierra

Un mundo de música

Si la histórica Discos Castelló no fue la primera a instalarse, sí que fue la locomotora que impulsó a hacer de Tallers el epicentro barcelonés del vinilo. Adentrarse en él era como hacer una gincana melómana en busca del álbum perdido. Horas y horas y horas, de local en local, removiendo entre cubetas y más cubetas de discos polvorientos. Después vendrían muchas otras: Overestocks (que durante un tiempo funcionó como una especie de outlet del mismo Castelló), Impacto, Daily Records, CD Drome y Revolver, claro, única superviviente de su especie. También estaba Music World, regentada por el entrañable José Luis Fernández Alfaro.

Nervioso como un fumador sin mechero, excéntrico, de larga greña rizada, exasperadamente solícito como el camarero que te retira el plato cuando todavía no te has tragado la última cucharada; Fernández Alfaro era (y sigue siendo) un espectáculo. En el otro extremo, su eterna compañera y pareja Carmen Cuñado. Reservada, pero extremadamente amable, dicen (lo explicaba Jordi Bianciotto tiempo atrás en uno de sus imprescindibles artículos en el Periódico) que en los 80 formó parte de un dúo femenino. Se hacían decir Mª Teresa & Mª Carmen y grabaron un sigle. Uno de los temas incluidos en aquel 45 rpm era una versión de 'El baile de los pajaritos' de María Jesús y su Acordeón. Como buena pareja, se pasaban (y se pasan) el día discutiendo. Son adorables.

contra disco pino de la sierra

Plásticos y decibelios

​En aquellos años en que Tallers era una guarida de adolescentes ansiosos como yonkis sin gramos para hacerse con la última novedad de sus artistas favoritos, él se situaba en la puerta de la tienda y, como el comercial a pie de calle de una tienda de cazadoras de piel buscando clientes, reclamaba tu atención. Lo recuerdo repartiendo flyers con el listado de conciertos de que vendían las entradas (en la era preInternet las entradas de conciertos se tenían que comprar en las tiendas de discos). "Amigo, tenemos entradas para todos los conciertos de Barcelona, amigo". A veces pasabas de largo, a veces, por la insistencia, porque te hacía gracia, entrabas. A veces no comprabas nada. A veces te llevabas algún disco. A veces porque era justo el álbum que buscabas, a veces porque te hacía gracia las curiosas anotaciones que en letra minúscula, casi imposible de descifrar, Fernández Alfaro había escrito en la etiqueta del precio.

​Y un día apareció Napster, y otro Spotify. Y un día cerró Castelló, y otro CD Drome y otro Music World. Pero Music World, como la energía, no desapareció, sino que se transformó, reubicándose en el Eixample, en el número 201 de la calle Rosselló. En esta segunda juventud que está viviendo el vinilo, es, indiscutiblemente, una de las mejores tiendas de plásticos negros de Barcelona, especialmente si lo que buscáis son referencias de clásicos del rock.

Interior disco pino de la sierra

Nuevos reclamos

Ahora José Luis ya no sale a la calle a reclamar a los compradores que pasen a la tienda a comprar entradas. En las tiendas de discos ya no se venden entradas. Genio del marketing de proximidad, ha ideado una nueva manera de llamar la atención: a pie de calle ha colocado varias cajas de fruta rebosantes de vinilos de segunda mano y un cartel donde se puede leer: "Discos a partir de 20 céntimos". Imposible no detenerse un rato.

Yo siempre paro. Siempre acabo comprando algún disco. El último fue el primer elepé de Francesc Pi de la Serra. La edición original publicada por Edigsa el año 1967. Una joya de nuestra historia fonográfica que me costó 2 euretes: nunca entenderé por qué somos capaces de pagar fortunas por discos de Bob Dylan o Leonard Cohen y que nuestros clásicos: Llach, Serrat, Trinca, Bonet, Pi de la Sierra... se salden a peso.

El quinto juez

Francesc Pi de la Serra fue el quinto nombre a incorporarse a los Setze Jutges, el germen y semilla de la Nova Cançó. Era el año 1962 y en aquella época militaba en los seminales Els 4 gats. En solitario fue (y sigue siendo) un verso libre en una escena de canción protesta muy homogeneizada: ante la masiva influencia de la canción francesa en aquella generación de cantautores, él prefería las formas del jazz y el blues norteamericano. Si los Llach y compañía tejían versos de protesta metafórica, Pi de la Sierra destacaba como un escritor de un costumbrismo ácido y corrosivo.

Con esta fórmula modeló canciones que se han acabado convirtiendo en clásicos absolutos como 'El burgués', pieza en la que música el poema homónimo de Pere Quart, o 'El hombre de la calle', todavía hoy una de sus canciones más recordadas y aclamadas. Las dos composiciones están incluidas a Francesc Pi de la Serra, su álbum de debut de largo. Un disco que no tendría que faltar en ninguna lista de los mejores discos de la música catalana del siglo XX que salió bajo el padrinazgo de la discográfica Edigsa.

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Tienda Music World de la calle Rosselló 201. Foto: Carmen Cuñado

Incunables y propinas

Jugando un papel similar al que Ediciones 62 tuvo con la literatura catalana, no podemos trazar el relato de nuestra cultura en el siglo XX sin citar el nombre de Edigsa (Editora General Sociedad Anónima). Fundada el 29 de mayo de 1961 por los hermanos Josep e Ignasi Espar i Ticó, Francesc Cabana i Vancells y Josep Maria Macip Gich, fue el sello de referencia de los Setze Jutges y la Nova Cançó, hogar fonográfica de nombres capitales como Joan Manuel Serrat, Raimon, La Trinca, Ovidi Montllor, Guillermina Motta, Enric Barbat, Ramon Muntaner, Joan Isaac, Uc, Al Tall, Marina Rossell, Pere Tàpias... Y, evidentemente, Francesc Pi de la Serra.

Desaparecido diciembre de 1993, muchas de sus referencias las podéis encontrar en las cubetas que José Luis Fernández Alfaro pone en la entrada de su tienda como cebo para viandantes y buscadores de tesoros perdidos. No os costarán 20 céntimos, pero por 2 o 3 euros os podréis llevar a casa un incunable de nuestra historia musical y, si tenéis, suerte, y de propina, alguna de las excéntricas salidas de José Luis.