"Es se atardecer" decía Pau Debon, vocalista de los Antònia Font, al público que se agrupaba dant el escenario principal del Cruïlla. "Vespre se dice aquí", añadía traduciéndolo para los más despistados. Arrancaba el grueso de la cuarta y última jornada del festival con los mallorquines, que han disfrutado de un público fiel y entregado y, con el catalán marcando la tónica del cartel del sábado: un abanico amplio de músicos nuestros, combinados con alguna presencia internacional y nacional destacada, como Placebo, Leiva, Parov Stellar o Moderat.

Los mallorquines demostraron, cómo dice la canción, que se saben todos los mecanismos. Calmaron el concierto cuando era necesario, tocando los temas más tranquilos de su repertorio, desde Clint Eastwood, que Debon empezó interpretando a capella, al impronunciable Bastiscafo Katiuscas. Y levantaron la actuación cuando hacía falta, mientras se atardecer se empezaba a transformar en noche. ¡Con Alegría el público saltaba y movía las manos, como también con Wa yeah! y la enumeración de jerséis desteñidos y de cuerpos dormidos para llegar al clímax con Viure sense tu, que cerró la actuación.

La última jornada del Cruïlla no tenía en realidad aroma de despedida. El público la vivía como si fuera la primera. Los brillantes en la cara, los maquillajes de las paradas y el entusiasmo del fin de semana cernían por todas partes. Pero la repetición también ayuda a fijarse en nuevos detalles del acontecimiento. Como que una cantidad sorprendente de repartidores de cerveza móviles, que se adentran entre la gente con el fin de llevar el brebaje in situ a los asistentes, parecen haber acabado de hacer series de halterofilia en un gimnasio lleno de entrenadores personales con las cejas depiladas.

Las princesas de Leiva

Con el cielo ya bien oscuro llegaba el turno de Leiva. El cantautor madrileño salía al escenario con su sombrero característico, una camisa negra atada hasta arriba y una Telecaster de color quema para interpretar su repertorio de rock clásico. El ex de Pereza estaba bien acompañado por una numerosa banda que incluía, sección de vientos y la figura imprescindible de cualquier formación rockera: el hombre de mediana edad vestido de cuero.

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Leiva, princep del rock al Cruce|Encrucijada / Foto: Montse Giralt

Leiva regaló al público sus grandes éxitos desde Como si fueras a morir mañana, que el público coreó encendido, en Terriblemente cruel pasando, claro está, por Lady Madrid. Incluso se animó con unos sugerentes pasos de baile sobre sus zapatos de tacón en un momento del concierto. También hubo espacio para versiones de varios temas de otros grupos: Hey Jude, con unos Beatles pasado por el filtro de los vientos de la banda, sonó especialmente bien. Y claro está, no podía faltar Princesas, tema más que célebre de Pereza, con lo que prácticamente se despidió del festival.

Placebo, nombre destacado por lo que hace la presencia internacional, rompían la puntualidad precisamente británica que ha caracterizado todas las actuaciones del Cruïlla. Los londinenses se hacían de rogar unos minutos antes de irrumpir en el escenario principal vestidos religiosamente de negro para hacer sónar la estridencia de sus guitarras y hacer despertar al público que empezaba a acercarse al escenario.

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Placebo supervivientes del indie de los 90 / Foto: Montse Giralt

Brian Molko, cantante y líder de la banda, dominaba el escenario escudado en su guitarra con el aspecto de ser un sepulturero de los años setenta. Y cantaba Beautiful James acercándose al micrófono con su voz estridente que recuerda a Sonic Youth. "Devuélveme a la vida" decía al inicio de la canción, como si se quisiera vampirizar la energía del público. El concierto acabó con una combinación de altos vuelos y un clímax de guitarras y sintetizadores que los integrantes del grupo alargaron durante prácticamente un minuto mientras el público aplaudía. Pasaban también unos cuantos minutos de la hora marcada.

De un terrado del Eixample, al Cruïlla

Precisamente era energía lo que sobraba a los asistentes de la actuación del músico barcelonés Pau Vallvé, que con su proximidad se los puso enseguida en el bolsillo. "Hagamos que eso sea una democracia" decía parando un momento al concierto. Y se dedicó a preguntar al público para la ecualización y por si se oía lo suficiente bien. "Baja los graves y alza la voz" le gritaba una voz convencida desde la multitud. Pero aunque la oyó, Vallvé se acabó decantando por la más bien totalitaria máxima de "los técnicos de sonido son los que mandan y ya saben lo que se hacen".

El músico repasó tanto las canciones de su último trabajo, Això ja està (2022), como algunos temas más antiguos. "Si et vesteixes així no et casarem, aquesta carrera no té sortida, això adolescent ja se’t passarà" cantaba irónicamente a Diuen, diuen, diuen. Pero la mala leche de la canción la suavizaba a Berenar sopar, que sugiere, como reza el título, "podríamos hacer una merienda cena". Si eso no es cultura y música catalana, ya me diréis.

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Pau Vallvé, merendar cena en el Cruïlla / Foto: Montse Giralt

También son star system nuestro los Stay Homas, aunque combinen castellano, catalán e inglés en sus temas. Concentraron una de las multitudes destacables en el escenario Vueling del festival. Lejos de cortarse, el trío formado por Klaus Stroink, Guillem Boltó y Rai Benet, salieron llenos de confianza prometiendo que el concierto "estaría guapísimo". Y sin falsa modestia también calificaban el riff de guitarra que da entrada a Estamos mal como el mejor de todos lo que tienen.

Con su estilo fresco y desenfadado hicieron bailar al público, acompañados por una banda numerosa que poco hace pensar en aquellos tres músicos jóvenes que empezaron a crear canciones desde el terrado de su piso del Eixample durante la pandemia. Quizás tuvieron un flashback sus seguidores cuando interpretaron Stay Homa, uno de sus primeros éxitos, en los que repetían la consigna estrella del confinamiento: quédate a casa y que les hizo virales en las redes. O quizás ya lo habían olvidado cuando cantaban, en Days of our lives, "si te quedas conmigo esta noche, viviremos los mejores días de nuestras vidas". Una frase de clausura adecuada para el Cruïlla que, como todos los festivales de verano, te hace venir la tentación de quedarte para siempre, inmerso en una sucesión inacabable de conciertos, pogos, cervezas y el desfilar de caras desconocidas en medio de las cálidas noches de Barcelona.