Los pasos hacia la nueva normalidad en la cultura pusieron casi punto final este pasado viernes al concierto de Cala Vento en una Sala Apolo llena a tope.

Y lo hicieron con una preciosa sensación: las piernas haciendo higo. ¿De emoción? ¿De cansancio?

Quizás las dos: los ampurdaneses tienen un montón de canciones que transmiten una ilusión parecida a comprarse cualquier capricho con un primer sueldo. Una cosa de aquellas que todos hemos vivido. Y que nos hace estúpidamente iguales (y felices).

Por qué mentir, también cansancio. Mucho. Se acusa la falta de entrenamiento: volver a vivir un concierto como una sardina enlatada, con los golpecitos de aquel que le flipan todos los temas y te va empujando, poco a poco, fuera de la sala; el piel a piel –sudadísima– de lo que transporta cuatro birras a los colegas de delante, y también te golpea; y los desmesurados gritos al oído del tipo del lado, un esfuerzo en pleno pulmón totalmente inútil... El audio de Whatsapp acabará en deceso, un doble check sin respuesta por parte de algún ligue.

Hipoxia emotiva

Hacía más de un año que un concierto no era un concierto. Que un concierto no era todo eso. Los pasos hacia la nueva normalidad en la cultura se agigantaron este viernes: casi, casi normalidad. Bendecida y –sudadísima– incómoda normalidad de los directos en sala. ¿El casi? Sólo por las mascarillas, todavía vigentes, todavía embriagadoras: el punto extra de calor de una sala jubilosamente repleta. El punto de oxígeno que le faltaba en el cerebro y que hacía de la experiencia un viaje propio de Dj Amases –pinchó después, por cierto– en época de máximo descontrol. Droga legal, la hipoxia emotiva.

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Cala Vento: stage diving y pogos en la sala Apolo al estilo de la vieja normalidad. Foto: Archivo Cala Abanico

Cala Ventofueron los encargados, gracias al ciclo Cruïllas de Tardor, de trazar una rarísima línea del tiempo entre el 2019, año de publicación del celebrado Balanceo, y el presente. "No las teníamos todas cuando se anunció esta fecha, es una suerte", proclamaban Joan Delgado y Aleix Turon. Un dúo que se juntó hace poco más de un lustro y que han pasado de ser los "Japandroids catalanes" a una banda de las más prometedoras y con más personalidad del circuito gracias a, entre otras cosas, un bolo directo y accesible. La banda  se aferró a su pop de vestigios punk, apoyado en la poderosa batería y unas guitarras hirientes y melancólicas, mantequilla para unas letras del todo generacionales. Y el público se aferró a ellos. Como salvación. Para pasar pantalla, sublimar estos meses y vivir un viernes parecido a los tiempos antes de la llegada de la Covid.

Gente como tú

Fue un concierto de récord para Cala Vento: seguramente nunca habían vivido tantos stage divings. El público iba subiendo y saltando del escenario. Y a nadar, con suerte desigual, entre la gente. Llegó un punto que los lanzamientos eran parte de una coreografía casi acompasada. Eso, los pogos y el griterío espectacular ante himnos como 'Gente como tú' o 'Teletecho' hicieron del concierto alguna cosa más que un reencuentro entre banda y fieles.

La pareja tildaba la gira con ingenio como "Fin de ciclo". Todo el contrario. Abrieron unos cuantos, de ciclos. Colectivos: la anhelada vuelta al 100% de aforo en los espacios culturales. Y propios: más allá del último single, 'Del montón', versión de Sr. Chinarro para la colección del sello Mushroom Pillow, ahora se cierran a componer nuevas canciones. El suyo será, sin embargo, un confinamiento autoimpuesto. Y placentero: tienen clara la fórmula de las canciones universales.