Apple está consiguiendo convertirse en una de las plataformas que mejor dosifica y estrena sus series. No es una ciencia exacta, pero como mínimo no intenta empachar al espectador con un alud de novedades y, lo más importante, evita la sensación de adocenamiento: buena parte de sus títulos tienen una personalidad inequívoca que los aleja de tendencias o y dilataciones innecesarias. Un buen ejemplo de todo eso es La serpiente de Essex, una producción británica basada en la novela de Sarah Perry que tiene la duración justa. Una serie que rompe con los clichés tradicionales (tanto el misterio que plantea como sus giros están al servicio de la historia, y no sólo hacen de contrapunto) y sabe enganchar sin quemar las naves antes de tiempo.

La serpiente de Essex rompe con los clichés tradicionales (tanto en el misterio que plantea como sus giros están al servicio de la historia, y no sólo hacen de contrapunto) y sabe enganchar sin quemar las naves antes de tiempo

La serpiente de Essex documenta las vivencias de una joven viuda de pasado traumático (marido tóxico y violento que quiso destruir su identidad) que decide marcharse de Londres a Essex, fascinada por la leyenda local de una serpiente gigante que supuestamente se zampa los vecinos. No es morbosidad, sino vocación: la mujer lleva media vida obsesionada con los fósiles y el rastro de especies extinguidas. Una vez en su sitio, su espíritu indagador choca con la rigidez de los vecinos, divididos entre quién se niega a creer en monstruos y quién vive atemorizado por las supersticiones y los dogmas. Uno de sus pocos aliados es el cura del pueblo, con el cual acaba estableciendo un vínculo que genera rechazo en la moral colectiva.

La serpiente de Essex

Terrenos pantanosos

Quién busque una serie de misterio al uso, o un relato predominantemente sobrenatural, no la encontrará en La serpiente de Essex. Es, en esencia, una reflexión sobre los credos y sus devastadoras consecuencias para una comunidad, y también una parábola sobre el papel de la mujer en una sociedad que se empeña en negarle la voz. Trabaja muy bien este contexto, que llega a hacerse asfixiante, y las dinámicas entre los personajes, que transpiran credibilidad, aunque el guion los lleva a terrenos pantanosos. Pero en lo que más acierta la serie es la construcción de una atmósfera extraña, entre mágica y perturbadora, que refleja a la perfección la idea de vivir en una opresión que se manifiesta también en las pequeñas cosas.

La serpiente de Essex es una reflexión sobre los credos y sus devastadoras consecuencias para una comunidad, y también una parábola sobre el papel de la mujer en una sociedad que se empeña en negarle la voz

La serpiente de Essex calcula muy bien giros y cliffhangers, sabe disolver el espacio y el tiempo (está ambientada al pasado, pero podría pasar ahora) y transita la confrontación entre ciencia y religión con una solidez notable. Quizás el equilibrio no es redondo, porque a ratos añoras que potencie su imaginario fantástico y en otros preferirías más matiz en algunos secundarios, pero a grandes rasgos es un melodrama muy inmersivo que captura con elegancia la frágil línea que separa la fe de la razón. Un debate, este, que pervive y que se convierte en un espejo de los monstruos que nos asedian día tras día por nuestra incapacidad de aceptar determinadas verdades. La serie, además, no sería lo que es sin su pareja protagonista: Tom Hiddleston está muy bien, pero es Claire Danes quien se apropia de la función con un impagable despliegue de recursos dramáticos.