El domingo 21 de diciembre del 1980, en la villa de Burlington (Carolina del Norte, EE. UU.), una comunidad de gente decente, trabajadora, cristiana y como una regadera que se hacen llamar Truth Tabernacle Church, celebran un juicio en el que Papá Noel se sienta en el banquillo de los acusados. Bien, quien se sienta es un muñeco de trapo enorme, barrigudo y barbado vestido de rojo. Allí leen los cargos de los cuales acusan a Santa Claus —apodado ‘Satan Claus’ por los miembros de la iglesia—: abuso infantil, enaltecimiento del alcoholismo, falsedad documental, suplantación de identidad de San Nicolás con agravante de disfraz, delitos contra la libertad de conciencia por incitar a la adoración de falsos dioses, robo a mano enguantada de la Navidad a Jesucristo… cosas por el estilo. Nadie declara en defensa de Papá Noel. Una vez declarado culpable y pronunciada la severa sentencia, los puritanos arrastran al hombre de mimbre hasta el árbol más próximo y lo cuelgan de una rama bajo la perpleja mirada de una docena de niños del barrio.

Este episodio real sirve al escritor de culto y comediante Robert Anton Wilson para repasar la evolución del mito de Papá Noel a lo largo de la historia y concluir que, por una vez, los fundamentalistas tienen razón: es un criminal

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Setze jutges d’un jutjat cuelgan a Satan. Foto: Weird Universe

Este episodio real (que guarda inquietantes analogías con el fusilamiento y crema de un wicker man de Carles Puigdemont en las fiestas de una localidad sevillana) sirve al escritor de culto Robert Anton Wilson para repasar la evolución del mito de Papá Noel a lo largo de la historia y concluir que, por una vez, los fundamentalistas tienen razón: no solo tiene ascendencia pagana, también una historia familiar más bien criminal. Lo dejó escrito poco antes de morir en el artículo “Santa’s Crimes Against Humanity”, y su argumentación viene a ser la siguiente:

Cómo señaló el antropólogo Weston La Barre en su clásico Ghost Dance: The Origins of Religion (1970), hay restos del culto a un dios-oso primordial desde América del Sur hasta Norteamérica, y polo norte abajo hasta la mayoría de Europa y Asia. Esta deidad aparece en pinturas rupestres del sur de Francia datadas con carbono en el 30.000 a. C. Milenios más tarde, podemos encontrarlo (o encontrarla, puesto que es de género fluido) bajo el disfraz de Artemisa, de Arduina y el rey Arturo, desenmascarados gracias al trabajo detectivesco de etimólogos que identifican la raíz indoeuropea ard (oso). Después, las huellas en la nieve del dios ursino recorren los cuentos de hadas de toda Europa y Asia, y de estas narraciones a la cultura pop. La mayoría de los folcloristas reconocen ‘el caníbal del bosque’ como una reliquia humanizada del dios oso. En algunas partes de Europa, Papá Noel conserva rastros de su pasado antropófago: se dice a los niños que, si son buenos, se los dará regalos, pero, si se portan mal, se los comerá (un comportamiento similar al del del Robot Santa Claus de la serie Futurama). En efecto, el Boogie Man o el hombre del saco son, también, de ascendencia ursina. Una variación es el lobo de La Caperucita roja. Otra, el brillante psiquiatra caníbal de El silencio de los corderos. WTF??!! Papá Noel es Hannibal Lecter?? Pues sí.

El libro demuestra no solo que no avanzamos, sino que vamos hacia atrás en muchos aspectos: QAnon, el Pizzagate, los microchips de Bill Gates en las vacunas, los seguidores de Donald Trump asaltando el Capitolio…

Este razonamiento alucinado es un ejemplo del genio y figura de Robert Anton Wilson, RAW por los amigos, nuestro protagonista de hoy. Robert Anton Wilson (1932-2007) fue un futurista, escritor, orador, comediante, ontólogo de la guerrilla, mago psicodélico, psicólogo cuántico, portavoz de los illuminati, sabio taoísta o, como a él le gustaba describirse, místico agnóstico. Sea como fuere, una de las figuras centrales de la cultura psicodélica y alternativa de los últimos 50 años. Neoyorquino de ascendencia irlandesa, trabajó como editor adjunto de la revista Playboy entre 1965 y 1971, cuando abandonó el puesto para hacerse escritor a tiempo completo. Y quien se haya adentrado en la obra de Anton Wilson estará de acuerdo conmigo en que figura entre los más grandes escritores de la historia reciente, aunque los garantes de la “cultura seria” no lo reconocerán por tratar temas tan poco “legítimos” como las drogas, los extraterrestres o las teorías de conspiración. Otra de las facetas memorables de Robert Anton Wilson fue su relación con el discordianismo, de la cual fue nombrado Papa. Se trata de una religión satírica que rinde culto a Eris, diosa grecorromana de la discordia, revelada a Greg Hill, su fundador, en 1957 por un chimpancé interestelar. También fue la primera persona en recibir marihuana terapéutica en el estado de California, y su hija la primera en ser criogenizada para poder revivirla en un futuro. Incluso grabó un disco de comedia y otro de punk rock, y, si en el 2006 residías en California, podrías haberlo votado en las elecciones a gobernador como representante del Guns And Dope Party (Partido de las Armas y la Droga).

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Robert Anton Wilson, una mente de alto voltaje. Foto: Agente Provocador

Su artículo navideño era solo una burda excusa para abordar la biografía del autor (junto con Robert Shea) de la Trilogía ¡Illuminatius!, recientemente publicada por la editorial catalana Orciny Press, que ha sacado a la luz la primera traducción comme il faut de este libro de culto del 1975. Esta obra, que su gran amigo Timothy Leary calificó de “más importante que el Ulises” de Joyce, satiriza la paranoia estadounidense de las conspiraciones movidas en la sombra por sociedades secretas. Sin embargo, gran parte del juego alrededor de las producciones literarias de RAW consiste precisamente en sembrar la semilla de la duda en el lector sobre lo que es real y lo que no, trazando extrañas teorías alternativas a partir de hechos históricos. Los iniciados no angloparlantes en la obra de RAW nos habíamos tenido que conformar con las versiones pobremente transcritas que circulan por la red. “Existía una traducción apócrifa hecha por el argentino Guillermo A. Mazzurchelli, que es el gran divulgador en castellano del discordianismo —me explica Hugo Camacho, traductor y editor del libro—. Es la que todos los seguidores hemos leído; hasta hoy no había otra. Mi trabajo fue el de contactar con él y pedirle permiso para reescribir su traducción comparándola con el original.” La nueva edición, además, hace justicia a este monumental cuento de hadas para paranoicos: la encuadernación de cartoné y la pirámide con el ojo que todo lo ve vigilando las esquinas de las 728 páginas de este 3-EN-UNO literario (El ojo en la pirámide, La manzana dorada + Leviatán) que, como el famoso aceite multiuso, lubrica con eficacia los mecanismos cerebrales de los lectores conspiranoicos.

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Portada de un libro más importante que Ulises. Foto: Orciny Press

“El libro demuestra no solo que no avanzamos, sino que vamos hacia atrás en muchos aspectos: QAnon, el Pizzagate, los microchips de Bill Gates en las vacunas, los seguidores de Donald Trump asaltando el Capitolio… En cuanto a conspiraciones, hace que un libro escrito en los 70 sea más vigente que nunca. Internet ha amplificado las teorías de la conspiración. Y ¡Illuminatius! ayuda a entender como funciona un cerebro conspiranoico por el procedimiento de meterte dentro de él y ver como la paranoia se hace real”, sigue Hugo. Cuando le explico que el pretexto para hablar hoy del libro es el artículo sobre el origen caníbal de Santa Claus escrito por su autor, el editor se descojona. “¡Ja, ja, ja! Existe una conspiración de derechas llamada “War on Christmas”, que afirma que existe un complot para acabar con la Navidad. No se menciona en el libro, porque es muy posterior a su redacción, pero aquí tienes otro agujero por donde caer.”

Trump llamó a boicotear a Starbucks, criticando a la empresa no por su infame café, sino porque los diseños de tazas de temporada enfatizan el clima invernal o la armonía social por encima de las felicitaciones de Navidad

Efectivamente, a poco que uno busque en la red encontrará un batiburrillo de extravagantes teorías espoleadas por Donald Trump y Bill O’Reilly, un presentador de Fox News, y seguidas por una caterva de conservadores. Un grupo, la American Family Association, publica la lista anual ‘Naughty and Nice’ (¿les recuerda al “¿has sido bueno este año?” de Santa Claus/Hannibal Lecter?) para castigar a las empresas que, piensan ellos, están “censurando la ‘Navidad’”. “Hay fuerzas seculares en nuestro país que odian la Navidad porque la palabra en sí es un recordatorio de Jesucristo”, dicen en su web. “Quieren erradicar cualquier cosa que recuerde a los norteamericanos el cristianismo.” Trump llamó a boicotear a Starbucks en un mitin en Illinois, criticando a la empresa no por su infame café, sino porque durante varios años los diseños de tazas de temporada enfatizan el clima invernal o la armonía social por encima de las felicitaciones de Navidad.

No podemos saber que pensaría Robert Anton Wilson de ‘la Guerra de la Navidad’, pero sí que dejó escrito un lúcido pronóstico de futuro: “La Guerra Final será entre el perro de Pavlov y el gato de Shrödinger”, en una metáfora de las diferentes tipologías de seres humanos. ¿Quién ganará, el perro mecanizado de la civilización alienada o el gato de los múltiples universos posibles? ¿El perro-máquina o el gato Tao?… ¿Los que ahorcan a un muñeco de Papá Noel o los que pensamos que la mejor manera de celebrar el solsticio es formar un círculo amoroso y emborracharnos como buenos paganos?