En 1114, después de más de un siglo de tregua, Ramon Berenguer III, conde independiente de Barcelona, reanudaba las hostilidades con los dominios musulmanes. Él y su hijo y sucesor, Ramon Berenguer IV, desplazarían la frontera desde el Penedès hasta el Ebro, y desde la Segarra hasta el Cinca, e incorporarían a sus dominios el Camp de Tarragona, el llano de Urgell y los valles bajos del Segre y el Ebro. En tan solo 35 años (1114-1149), el condado independiente de Barcelona, matriz del futuro Principat de Catalunya, duplicó su extensión territorial. Fue una operación compleja, pero la verdadera medida de las dificultades de ese fenómeno vendría después, con la colonización, que debía asegurar la defensa, la explotación y la generación de recursos tributarios de los nuevos territorios.