Federico Vázquez Osuna acaba de publicar Anarquistes i baixos fons. Poder i criminalitat a Catalunya (1931-1933) (L'Avenç), un estudio histórico en el que analiza un grupo de delincuentes que ocupó destacados cargos en la anarquista Confederación Nacional del Trabajo (CNT) durante la República y la Guerra Civil. Y demuestra que, al amparo del sindicato, cometieron numerosos robos, asesinatos y chantajes. Un libro muy documentado que nos explica historias increíbles.

La violencia social

La represión patronal y gubernamental contra los sindicalistas, a principios de siglo XX, llevó a los anarquistas a impulsar "grupos de defensa". Estos perseguían a los enemigos de la organización, y aportaban fondos con atracos para el sindicato. Con el tiempo, se hizo difícil, según Vázquez, de distinguir a los "anarquistas atracadores" de los "atracadores anarquistas". La "delincuencia social" y la común no eran fáciles de separar. Algunos pistoleros aprovecharon la cobertura del sindicato para obtener beneficios personales, y ladrones, estafadores y proxenetas se cubrieron al amparo de los grupos anarquistas. La CNT se dividió entre dos grupos, los "trentistas" como Joan Peiró, favorables a dinámicas propiamente sindicales, y los partidarios de la "gimnasia revolucionaria", como Durruti, que más tarde se integrarían en la FAI. Entre los grupos violentos, había que destacar el grupo Los Solidarios, más adelante nombrado Nosotros.

La República

Al proclamarse la República se amnistió a los "delincuentes sociales", con la esperanza de que abandonaran sus actividades. Pero la CNT rechazó un acuerdo con las fuerzas republicanas. Mientras los sindicalistas trataban de hundir la República, los pistoleros de Nosotros desafiaban el orden republicano. Incluso ejecutaron al Comisario de Orden Público de la Generalitat, Miquel Badia. Al estallar la guerra civil, y repartirse armas entre los anarquistas, la capacidad de acción de los pistoleros creció.

Los crímenes

Nunca se conocerán todos los crímenes cometidos por los pistoleros cenetistas. Pero hay pruebas de algunos. La comunidad marista pidió a los anarquistas pasaportes para huir a Francia. Y les ofrecieron 200.000 francos para sacar a 117 personas. Como el pago se retrasó, los pistoleros ejecutaron a 44 de los maristas. El resto se salvó porque la noticia se filtró. Los pistoleros que controlaban la checa de Sant Elies ingresaban a mucha gente, sencillamente para robarlos. Los delincuentes también intentaron asesinar a Josep Andreu Abelló, presidente del Tribunal de Casación, que había colaborado anteriormente con ellos, cuando empezó a perseguirlos. No acertaron a Abelló, pero sí que consiguieron matar a otro de sus enemigos, el policía republicano Jaume Vizern. Y asesinaron al piloto francés Jean-Marie Moreau para robarle su avioneta... En plena guerra, algunos pistoleros vivían a todo ritmo: viviendas en el Eixample, casas de veraneo, pisos para sus amantes, grandes coches... Y además, por si acaso, se llevaron buena parte del botín a Francia.

Una guarida de malhechores, pero no la única

A pesar de todo, Vázquez asegura que está convencido de que el fenómeno de la criminalidad no afectó sólo a los anarquistas, sino que también estaba arraigado en otros grupos, y especialmente en el PSUC. De hecho, en su estudio se pone de manifiesto la complicidad de algunos republicanos con las fechorías de la banda de Nosotros. Y también colaboraron con ellos, a cambio de dinero, numerosos jueces, abogados, policías...

A cada uno, su responsabilidad

Vázquez deja claro que no todos los anarquistas se vieron involucrados en estas actividades. Pero también destaca que la dirección de la CNT era consciente de estos comportamientos y que generalmente protegió a los pistoleros, porque aportaban recursos al sindicato. Además, destaca que la represión fue obra de grupos diferentes que actuaban por libre, sin una dirección unificada, a diferencia de lo que pasaba con la represión franquista, impulsada por el mando rebelde. Las autoridades republicanas intentaron parar los crímenes, pero les faltó valor o capacidad para enfrentarse a los anarquistas.

La impunidad

El Govern de la Generalitat al principio de la guerra no estaba en condiciones de enfrentarse a la CNT y por eso evitó la detención de los "delincuentes sociales". El grupo de bandidos de Nosotros consiguió, incluso, abrir una oficina en el Palau de Justícia. La aprovechó para robar los bienes depositados en los juzgados y para destruir sus expedientes delictivos. Su posición se debilitó después de los Hechos de Mayo de 1937, pero los pistoleros mantuvieron importantes posiciones en determinados ámbitos de poder hasta el fin de la guerra. Es sorprendente que los tribunales franquistas fueron relativamente suaves con los pistoleros anarquistas.

Complicidades con la ultraderecha

Los criminales que militaban en la CNT tenían extrañas conexiones con sectores de ultraderecha. Ya antes de la guerra muchos de ellos habían sido liberados por jueces conservadores a pesar de haber cometido graves crímenes. Durante la guerra, algunos cenetistas protegieron a fascistas a cambio de dinero y facilitaron la acción de algunos de ellos.

La hipótesis de la pinza

Uno de los puntos más débiles del libro es la hipótesis que los pistoleros en realidad estaban al servicio de la contrarrevolución. En algún momento se refiere a "personas revolucionarias, que en realidad eran contrarrevolucionarias". En varios puntos Vázquez apunta que cenetistas y ultraderechistas estaban de acuerdo en derrocar la República y por eso colaboraban. En cualquier caso, si bien en Anarquistes i baixos fons se aportan pruebas de la colaboración entre fascistas y anarquistas en algunos casos concretos, no hay suficientes pruebas de una alianza sistemática y premeditada.

Tres cuartos de siglo de silencio

Hace más de 75 años que acabó la Guerra Civil. Y durante este tiempo las fechorías de los pistoleros de la CNT han sido silenciadas. El franquismo tendía a repartir la responsabilidad de los crímenes de la guerra civil en todo el bando republicano. Al fin, la represión generalizada del franquismo acabó por convertir a los verdugos en víctimas. Pero entre los ejecutados en el Campo de la Bota y entre los encarcelados en los campos de concentración franquistas no había sólo ciudadanos que habían defendido la República, sino también algunos criminales responsables de muchos crímenes. El documentado libro de Vázquez abre con impulso una vía de investigación, aunque falta mucho por saber de esta época. Pero era necesario, dentro de los ejercicios de memoria histórica, plantear ciertos interrogantes. Y Vázquez lo hace.