Hoy hablaré del desorden, intentando analizarlo y ordenarlo. Quizás el artículo es una especie de consuelo para los desorganizados y un intento para que los otros los puedan entender. O quizás no, quizás sólo será una manera que los ordenados odien los que no lo son en algún compartimento de su agenda mental programada en colores.

Yo estoy convencida de que el desorden se intuye de pequeño y en la adolescencia explota como un volcán

Yo estoy convencida de que el desorden se intuye de pequeño y a la adolescencia explota como un volcán. Tengo alumnos con cajón postapocalíptico: hojas arrugadas, el bocadillo de hace cuatro días y bolas inmensas hechas con las tiras de plástico del típex automático (las guardan porque a veces sirven para hacer telarañas entre mesas y sillas al estilo Catherine Zeta-Jones en La Trampa). Otros tienen cajones milimétricamente estructurados: libros alineados a la izquierda, lomos por fuera, espacio exacto a mano derecha para estuche y calculadora.

Ser desorganizado quiere decir que en el culo de la mochila hay bolis sin tapón. Ser ordenado quiere decir tener calendarios digitales compartidos con acontecimientos del fin de semana

Ser desorganizado quiere decir que en el culo de la mochila hay bolis sin tapón, frutos secos y monedas de céntimo oxidadas. Ser ordenado quiere decir tener calendarios digitales compartidos con acontecimientos del fin de semana y listas con todo lo que toca hacer a lo largo del día. No serlo quiere decir quedar por error con dos personas a la vez y eso no lo tiro porque quizás algún día lo utilizaré. La visa en el cajero. Las gafas de sol en el capó del coche cuando ya has arrancado. El coche sin gasolina (y no puedes pagarla porque tienes la visa anulada porque te la dejaste en el cajero). Ser ordenado y previsor es saber qué día te tiene que venir la regla y llevar siempre tampones y kleenex.

La organización trae certeza. Y la certeza, tranquilidad

El orden es un valor positivo. En las clases lo explicamos: para resolver un problema matemático, para estructurar un texto, para analizar una frase. Paso a paso para no equivocarte, para no repetir ideas, para no perderte en el embrollo de palabras (encuentra el verbo, aísla la x, hazte un esquema de qué quieres decir). La organización trae certeza. Y la certeza, tranquilidad. El orden es, también, efectividad, ahorrarte tiempo, no tener que volver a hacer aquello que ya has hecho una vez. El mundo digital nos permite la orden en carpetas y subcarpetas y más carpetas, pero a la vez, la confusión de muchas pantallas abiertas, de link en link, de tema en tema. Un click y de aquí a allí: la pestaña del artículo, el gmail, el spotify, el diccionario, una página de sandalias, una receta de musaka en youtube, una crema infalible para los granitos.

El mundo digital nos permite la orden en carpetas y subcarpetas y más carpetas, pero a la vez, la confusión de muchas pantallas abiertas, de link en link, de tema en tema

Dispersión y caos, dificultad en centrarme, aquí y ahora, en una sola cosa uno rato seguida. Y cuando lo cierras, todo queda disuelto y desaparecido. Mi montaña de correcciones pendientes antes era física: textos y trabajos arriba y abajo y sufriendo por si perdía ninguno, con el peso en la mochila que se me acordaba el trabajo de que tenía para hacer. Ahora es digital y, por lo tanto, invisible (en forma de trescientas tareas enviadas al Classroom, pero con fecha exacta de entrega y por orden alfabético).

Si me dejáis poner poética, a mí el desorden me hace pensar en Borges y en su Aleph, aquel punto bajo un peldaño de la escalera donde se ven todos los actos y todos los tiempos

El desorden es una especie de espiral, una nebulosa mental que impide un orden material. Y de repente, como un momento de clarividencia, una ráfaga de imágenes, pero de las que sólo duran los segundos de abrirlas y después desaparecen (la basura|maleza para bajar, la luz del recibidor encendido). Si me dejáis poner poética, a mí el desorden me hace pensar en Borges y en su Aleph, aquel punto bajo un peldaño de la escalera donde se ven todos los actos y todos los tiempos: “vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena”, “vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino”, “vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo”.

Sabiendo que el orden te facilita la vida, se entiende que aquellos que lo son actúen con una especie de superioridad moral, la del dominio del Calendar y el Excel, la del lugar idóneo para todas las cosas, objetos, pensamientos y actos

Sabiendo que el orden te facilita la vida, se entiende que aquellos que lo son actúen con una especie de superioridad moral, la del dominio del Calendar y el Excel, la del lugar idóneo para todas las cosas, objetos, pensamientos y actos. Que quizás el desorden es una manera de configurar la cabeza, de relacionarte con el mundo y de vivir. He leído que estimula la creatividad y que muchos genios han vivido entre una desorganización monumental. A la fuerza se ha habido de romantizar, que el caos, ya lo sabemos, es un orden por descifrar.

A la fuerza se ha habido de romantizar, que el caos, ya lo sabemos, es un orden por descifrar

Acabo el artículo, cierro todas las pestañas que tengo abiertas y que son como el inconcebible universo de Borges. Si tuviera lista de cosas para hacer ahora se3ntiria el placer el placer de rayar "escribir el artículo". Pero yo no tengo listas.