La lucha contra ETA generó algunos de los episodios más sucios de la transición. El Batallón Vasco Español, la Triple A, el GAL, los Guerrilleros de Cristo Rey y otros grupos parapoliciales fueron autores de asesinatos, intimidaciones, errores notables... Ahora El Garaje Ediciones publica un documento excepcional: Cherid. Un sicario en las cloacas del Estado. Se trata de la biografía de Jean-Pierre Cherid, uno de los hombres más oscuros de los GAL. Lo ha escrito la periodista Ana María Pascual, con la colaboración de Teresa Rilo, la viuda de Cherid, que ha sacado a la luz los secretos más inconfesables de su marido.

El especialista

Cherid (1940-1984) ya había formado parte de los terroríficos paracaidistas y de los escuadrones de la muerte franceses durante la Guerra de Liberación Nacional argelina. Al fin del conflicto combinó la actividad terrorista contra el régimen del general De Gaulle con la delincuencia común. Fue encarcelado en Francia, pero tras huir (matando a un gendarme a la escapada), se refugió en el Alicante franquista (uno de los feudos de la organización terrorista ultraderechista francesa OAS). Allí, en principio, se dedicó a la delincuencia común (incluso se sospecha su implicación en el robo de un camión de transporte de caudales) pero mantuvo sus vínculos con redes de extrema derecha. Combatió en la guerra de secesión de Biafra, en Nigeria, a finales de los años 1970, y al retornar al Estado español se instaló en Euskadi, donde conoció a Teresa Rilo. Aunque formalmente todavía estaba casado, no dijo nada de eso a la chica y empezó a salir con ella. En 1976 ya empezó a colaborar con las cloacas del Estado español: estuvo presente en los incidentes de Montejurra, entre facciones carlistas, celebró con terroristas de ultraderecha la ley de amnistía de 1977, dio apoyo con armas al 23-F... Y fue a más: parece ser que fue el responsable del atentado contra Argala, el responsable de la voladura del coche de Carrero Blanco; y mató, en Venezuela, a dos activistas vascos... En total, habría participado en un mínimo de seis asesinatos de nacionalistas vascos. Mientras tanto, seguía trabajando para la Internacional Negra, con intervenciones en América Latina.

Una de las últimas fotos de Cherid

Una de las últimas fotografías de Jean-Pierre Cherid.

Las conexiones

Teresa Rilo sabe muy bien quiénes eran los amigos de Cherid, los que les visitaban en casa, los que compartían salidas con ellos... Muchos de ellos formaban parte de las fuerzas de seguridad del Estado y se hicieron famosos por la práctica de torturas, por sus conexiones con la extrema derecha y por su vinculación con la guerra sucia contra ETA: Roberto Conesa, Billy el Niño, Manuel Ballesteros... Otros amigos eran terroristas de extrema derecha, como Stefano Delle Chiaie, Yves Guillou, Mariano Sánchez-Covisa... Muchos fueron detenidos en alguna ocasión, pero fueron liberados gracias a sus conexiones con el poder. En realidad, Cherid se dejó en una piscina un bolso con una pistola y documentación falsa que lo incriminaban, pero no fue perseguido porque intervino la policía para salvarlo. Esta pistola, como otras que fueron intervenidas a terroristas ultraderechistas, salían también de los arsenales de la policía. En realiadd, el torturador Billy el Niño era el avalador de Cherid en caso de problemas con la policía.

La dimensión internacional

A menudo cuándo se hace historia del franquismo y de la transición, se olvida su dimensión internacional. Este es un libro que nos obliga a replantearla. No se puede entender la acción de la extrema derecha española sin tener en cuenta sus redes internacionales. Cherid era un pied noir (ex colono de Argelia) que había sodo miembro de l'OAS, el grupo terrorista que combatía en Francia al general De Gaulle por haber facilitado la independencia de la colonia. Las relaciones entre Franco y la OAS eran muy estrechas; de hecho, los terroristas prepararon un atentado contra De Gaulle en Vallfogona de Riucorb, en la Conca de Barberà. Los militares franceses de Argelia (y no sólo los de la OAS) tuvieron estrechos contactos con las dictaduras latinoamericanas: fueron ellos los que les enseñaron las técnicas de guerra sucia para luchar contra la "subversión" (desde el uso de pilas eléctricas para torturas hasta hacer "desaparecer a la gente" para extender el terror). La red Gladio de la Comunidad Económica Europea daba apoyo a los grupos parapoliciales que se dedicaban a la guerra sucia contra el comunismo. Y la policía franquista suministraba armas y documentación a los terroristas ultras que actuaban en otros países europeos. El mismo Cherid luchó, también, como mercenario en Biafra. Y si bien él no llegó a ir a defender la Sudáfrica del apartheid, sí que lo hicieron algunos de sus compañeros de armas.

Cherid con una de sus hijas en Barcelona en 1976

Cherid con una de sus hijas en Barcelona en 1976.

El extraño fin

Un día de 1984 Cherid instaló un coche bomba en Biarritz, pensando al hacerlo reventar al paso de algunos nacionalistas vascos. El coche finalmente no fue utilizado y Cherid recibió la orden de retirarlo. Cuando fue a abrir su puerta, el vehículo estalló. Su viuda está segura de que alguien, desde las cloacas del Estado, había preparado la explosión para acabar con un testigo incómodo. Lo cierto es que ninguno de los dirigentes del GAL reconoció haber dado la orden a Cherid de retirar el vehículo. Teresa Rilo explica que tras la muerte de su marido se presentaron dos guardias civiles de paisano en su casa, se llevaron todos los documentos que tenía Cherid y retiraron de la caja de una persiana unos paquetes de explosivos.

Testigo incómodo

Ana María Pascual escribe algunos de los capítulos en tercera persona, ofreciendo documentación sobre el tema, y otros capítulos en primera persona, expresando las vivencias de Rilo (a veces, incluso, con algunos excesos literarios). La colaboración de la periodista Ana María Pascual con Teresa Rilo, la viuda del terrorista, es uno de los grandes valores del libro, pero al mismo tiempo es una de sus grandes limitaciones. Por una parte, Rilo nos permite hacer una fascinante aproximación al personaje, en la que se hace patente la banalidad del mal. Cherid es un amante delicado y un padre atento, pero al mismo tiempo es un criminal que pertenece a las más turbias estructuras parapoliciales. Por otra parte, no sabemos exactamente qué sabía Teresa Rilo; suministra muchos datos, pero por otra parte asegura que su marido le decía que "cuanto menos sepas, mejor". Sin duda, Cherid, era un experto manipulador, que engañó con frecuencia a su mujer. En muchas ocasiones queda claro que los mercenarios usaban a las mujeres como elementos decorativos, como la misma Rilo reconoce. Pero sin duda, como esposa de un mercenario, sabía muchas cosas; incluso sabía que Cherid había traicionado a su primo, que más tarde sería salvajemente torturado por Billy el Niño. Su posición con respecto a la "profesión" de su marido era bastante ambigua: afirma que no quería que hiciera nada ilegal, pero mantenía excelentes relaciones con muchas personas que se sabía perfectamente que habían cometido ilegalidades. En realidad, Rilo sentía que debía tener vínculos de fidelidad con los que se dedican a la guerra sucia los compañeros de su marido. Aunque a veces no queda nada claro si los miembros de estos grupos, que actuaban de forma puramente mafiosa, la ayudaban o la vigilaban. Ahora, en 2019, Teresa Rilo ve las cosas de forma diferente, con mucha más madurez: "Si hacemos distinciones entre los muertos, entre las víctimas de aquellos abyectos episodios de nuestra historia como fueron el terrorismo de Estado y el terrorismo de ETA, nos convertiremos en cómplices morales de los asesinos".

Necesario retorno al pasado

"No hay pruebas y nunca las habrá", afirmó con cinismo Felipe González cuando se le acusaba haber dirigido al GAL. En realidad, cuando su ex ministro de Interior, José Barrionuevo, y su ex secretario de Estado de Seguridad, Rafael Vera, entraron en prisión, en 1998, González y la plana mayor del PSOE fueron a abrazarlos a la puerta de la prisión. Desde entonces el Estado se ha afanado al esconder estos hechos. Barrionueva y Vera fueron indultados poco después. Buena parte de los crímenes de los GAL y de las otras organizaciones parapoliciales quedaron sin resolverse por la pasividad de las fuerzas de seguridad del Estado. La documentación sobre el tema se mantiene clasificada (los archivos españoles están cerrados a los investigadores en muchas materias sensibles). Pero Ana María Pascual nos demuestra, con esta magnífica investigación que se pueden sacar estos temas a la luz. Hacen falta mucha dedicación y mucho esfuerzo. Pero se puede. Y se pueden obtener resultados magníficos, como en Cherid.

 

Foto de portada: Cherid con los paracaidistas, en Argel, en 1960.