Miércoles, 22 h de la noche. Acabas de hacer la cena después de una larguísima jornada laboral de 8 horas, te echas al sofá y, con la poca fuerza que te queda, buscas el mando de la tele para poner rápidamente La Isla de las Tentaciones y desconectar un rato. Te has enganchado a La Isla. Y al principio cuesta de aceptar, y dices que lo miras como un experimento sociológico - cosa que nadie se cree – porque sabes que te tendrás que enfrentar además de un comentario paternalista por el hecho de mirar un reality show.

Para los que preferís pasar las noches leyendo literatura y viendo documentales, La Isla es uno de los programas con más éxito de la actualidad. Consiste, básicamente, en que unas cuantas parejas ponen a prueba su amor en una isla paradisiaca con tíos y tías guapísimas que intentan conquistarles, y ellos, en principio, se tienen que resistir. De entrada suena bastante mal, lo sé. Pero el gran éxito de este programa es una realidad. Hay quien cree que es debido a la decadencia del ser humano – normalmente esta explicación viene por parte de opositores a este tipo de programa – y fundamentan sus argumentos en que la juventud que sube es vaga, simplista, ni-ni y se les atonta todavía más con este tipo de contenido.

Por otra parte, hay quien está enganchado y opina que es un contenido actual de chismorreo que atrae porque la esencia humana es cotilla y defienden saber perfectamente que es el pan y circo actual; sin embargo, exponen que también lo es el fútbol y, de vez en cuando, se tiene que saber desconectar. Sea como sea, La Isla lo tiene todo: infidelidades, nuevos amores, tríos, amor romántico, toxicidad, fiestas. Y gracias a eso consigue que un gran sector de la población que nunca arranca la tele por nada – los y las jóvenes – la miramos sin casi parpadear durante dos horas seguidas.

Quizás habría que dejar la superioridad moral aparte una horita a la semana y apostar por este tipo de contenido que los jóvenes catalanes vamos a buscar a cadenas como Telecinco

Este hecho hace replantear un poco el panorama; ¿la televisión está obsoleta y pasada de moda, como nos han hecho creer, o es que no se hacen programas que llamen la atención a los jóvenes? Seguramente, es una pizca de las dos, pero considerando que la gran preocupación actual de Catalunya es que los jóvenes no hablamos en catalán y teniendo en cuenta la finalidad lingüística que ha tenido desde el primer momento TV3, quizás habría que dejar la superioridad moral aparte una horita a la semana y apostar por este tipo de contenido que los jóvenes catalanes vamos a buscar a cadenas españolas como Telecinco.

Lo sé, cuesta asumir que alguien fuera de Catalunya haya conseguido lo que aquí hace años que intentemos - de forma fracasada - a base de programas "para jóvenes" hechos, evidentemente, por personas de cincuenta años. Sin embargo, por una vez, podemos hacer autocrítica y asumir que nuestra queridísima televisión pública no es perfecta. Y de la misma forma que hace programas que nadie ve, se podría permitir el lujo de hacer programas en catalán menos didácticos, puramente de entretenimiento e, igual así, dejaríamos de asumir que el catalán es únicamente aquello que hacemos a la escuela.