Puigcerdà, 30 de enero de 1957. Cuarenta días después del envío de la carta de Marcet a Franco. El general Muñoz Grandes, excomandante de la siniestra y extinta División Azul y, en aquel momento, ministro del ejército, comunicaba al general Sánchez González su cese como capitán general de Catalunya. Sánchez González, que nunca había ocultado su adhesión al proyecto de los monárquicos del régimen (que pretendían situar a Juan de Borbón en la silla de Franco) murió en la habitación del hotel donde se alojaba, sin testigos y en extrañas circunstancias. Aquel cese —que, habría abierto la puerta a un proceso represivo contra su persona— quería ser el principio de una depuración del aparato de gobierno del régimen franquista en Catalunya que acabaría afectando, también, al falangista catalán y alcalde de Sabadell, Josep Maria Marcet.

La carta de Marcet: la tributación

Marcet no se privó de nada. Y no le importó poner el dedo en la llaga. En el punto 11 de su carta, denuncia el trato fiscal discriminatorio que el estado español dispensa a Catalunya. No se atrevió a reseñar su origen histórico, que remontaba a la ocupación borbónica de 1714, pero sí que dijo: "la presión fiscal en Cataluña es mucho más severa, en mucho, que en el centro (las Castillas) y en otras provincias, constituyendo gran ventaja tener en él o en ellas el domicilio social, ello motiva que importantes empresas de Cataluña tengan que fijar oficialmente su sede en Madrid." Y en el punto 14 dice: "imposible actuar en el campo del comercio exterior sin una fuerte vinculación con empresas radicadas en Madrid, donde hay que despacharlo todo". Sobraban comentarios.

La carta de Marcet: la vivienda

La vivienda también fue objeto de la preocupación de este singular falangista catalán. Y en el punto 15 de la carta que enviaba al dictador, ponía de manifiesto una casuística que, pasados casi setenta años, cuarenta y dos de los cuales de ayuntamientos democráticos, no tan solo no se ha resuelto, sino que se ha incrementado, y ya se ha convertido en el principal problema de la sociedad catalana contemporánea. En este punto, Marcet se lamentaba de que el mercado de la vivienda no daba respuestas a las demandas sociales del momento: la falta de oferta y los precios disparados habían impulsado el fenómeno especulativo de los realquilados: “en el tema de la vivienda, sigue el problema con gran gravedad y agudeza, los realiquilados y los que esperan casa para contraer matrimonio son auténticos desengañados de las posibilidades de solución de su problema".

Construcción de las viviendas del Congreso Eucaristic. Barcelona (1953). Fuente Archivo Fotografic de Barcelona
Construcción de las viviendas del Congreso Eucarístico. Barcelona (1953). Fuente Archivo Fotográfico de Barcelona

La carta de Marcet: la capacidad adquisitiva

La capacidad adquisitiva de los catalanes del momento también sería objeto de las observaciones de Marcet. En el punto 10 de su carta, denuncia que el "índice de ración alimenticia oficialmente publicado (una especie de índice de precios al consumo o índice del coste de la vida de la época) es el siguiente, Madrid, 13'55 pesetas diarias por persona, Barcelona, 17'65 pesetas diarias por persona (...) desviándose al centro (en las Castillas) carnes y pescados del Norte, que se cotizan aquí (en Catalunya) un treinta por cien más que allí". Y en el punto 9, dice que "en Barcelona se matriculan más SEAT que en ninguna otra provincia, mientras que en Madrid, resulta más fácil obtener coches de importación." No especifica la causa, pero se supone que se refería a ciertos privilegios burocráticos y económicos con que el régimen franquista había obsequiado a Madrid.

La vivienda en la Catalunya del franquismo. Barrio de Roquetes. Barcelona. Fuente Ayuntamiento de Barcelona
La vivienda en la Catalunya del franquismo. Barrio de Roquetes. Barcelona. Fuente Ayuntamiento de Barcelona

La carta de Marcet: puertos y aeropuertos

Las infraestructuras también fueron objeto de la denuncia de Marcet. Entonces (como pasadas siete décadas, cuatro de las cuales con un régimen constitucional), el déficit infraestructural catalán ya era desmesuradamente colosal. Marcet, en el punto 16 de su carta y referido en el puerto de Barcelona, dice. "El abandono y suciedad son completos (...) los organismos existentes son completamente ineficaces". Y en el punto 13 y referido a las líneas aéreas, dice: "insuficiencia del Servicio entre Madrid y Barcelona, dificultad de billetaje y casi imposibilidad de servicio ràpido de viaje sin contar con las agencias". Un problema que, sumado a la presión fiscal discriminatoria y a la necesidad de establecer una sede estratégica en Madrid, invitaba a las empresas catalanas a una deslocalización en beneficio de la capital española.

Aeropuerto de Barcelona (1950). Font Pinterest
Aeropuerto de Barcelona (1950). Font Pinterest

La carta de Marcet: fútbol

Marcet podía ser un pintoresco falangista catalán, preocupado por la discriminación tributaria y económica que el régimen franquista había impuesto a Catalunya. Pero era un personaje con una indiscutible ideología españolista, que coincidía, básicamente, con los postulados ideológicos del régimen franquista. Y nunca levantó la voz en defensa de la lengua y de la cultura catalanas, ni nunca levantó la voz reivindicando la restauración de las instituciones políticas catalanas. En la carta que envía a Franco estas reivindicaciones no aparecen por ningún lado. Pero, en cambio, en el punto 18 de aquella misiva, protesta al dictador porque: "hay impresión de un trato diferencial, Barcelona no cuenta en el calendario de partidos internacionales, parece que molesta la tradición, antigüedad y deportividad de los elementos de aquí".

La carta de Marcet: las escuelas y la banca

Las escuelas también merecieron la atención de Marcet. Pero no como un elemento integrador en la cultura del país (la catalana), sino como un instrumento de encuadre en la sociedad de la época y en el discurso ideológico del régimen que la gobernaba. En el punto 19 de su carta, denuncia que: "Hay más de cincuenta mil niños sin escuela en Barcelona". E insiste: "los niños de los inmigrantes (la inmigración de la posguerra procedente del sur peninsular) crecen y viven aquí en el más completo abandono". Y en el punto 17, y referido a la banca, protestaba diciendo que: "en Cataluña, todos sus centros vitales son codiciados por los grandes bancos, la banca catalana no tiene posibilidades". Poco después, el mercado financiero catalán conocería la eclosión de las cajas de ahorros territoriales, que desaparecerían medio siglo más tarde, devoradas por la gran banca española.

La carta de Marcet: la tristeza de Barcelona

Plaza Catalunya. Barcelona (1955). Fuente Blog Catalunya Color
Plaza Catalunya. Barcelona (1955). Fuente Blog Catalunya Color

Marcet concluía su carta haciendo un alegato al pasado brillante de Barcelona. Pero lo traicionaba el subconsciente, cuando reconocía, de forma más o menos abierta, que aquel pasado brillante había desaparecido con la ocupación franquista de 1939. Marcet denunciaba que Barcelona había quedado sumida en una nebulosa de miseria y de tristeza. En el punto 22 de su carta dice: "Barcelona, que fue siempre una ciudad laboriosa, cono vida y alegría, ahora se nota como un ambiente de tristeza y pesadez en todas las clases sociales. El contraste cono Madrid (...) es enervante. El alcalde (Simarro Puig), sin popularidad ninguna, encerrado en la torre de marfil de su apatía y desgana, suciedad e inactividad urbanística, deficiencia de transportes, malestar y fermento de protesta y desengaño". Pasados dos meses, Franco citaba Marcet en El Pardo, le desmontaba la carta punto por punto y le comunicaba que su carrera política había tocado a su fin.