A mediados del siglo XIV, el continente europeo sufrió una formidable crisis sanitaria que marcaría una sucesión imparable de cambios: la peste negra. La trayectoria ascendente que —hasta entonces— explicaba el crecimiento territorial, económico, militar y demográfico de la Corona catalanoaragonesa y su posición de liderazgo en el Mediterráneo, se invertiría, y se iniciaría un declive que se haría especialmente patente durante los reinados de Juan I y Martín I. La muerte de Pedro III había puesto fin a la plenitud catalana.