La novela negra más clásica empezaba con la aparición de un cadáver, y a partir de aquí se producía toda la investigación, la búsqueda del autor del asesinato. Últimamente los autores de novela negra que la intriga se incrementa si no hay cadáver. No hay nada más angustioso que una desaparición. Y si la desaparición es de un menor, el dolor es máximo. Probablemente por eso han proliferado últimamente las novelas negras en que la historia empieza con un niño o un adolescente que desaparece. Incluso diversas de las novelas que compartirán las mesas de los puestos de Sant Jordi tendrán argumentos similares. Este año los cadáveres se vuelven esquivos y los muertos dejan paso a los desaparecidos.

Debut con fuerza

La sueca Stina Jackson (1983) ha llegado con mucha fuerza con su primera novela, Carretera de plata, que es una de las apuestas de la editorial RBA para este Sant Jordi. Aquí la trama de una desaparición juvenil se complica con una segunda desaparición. Lelle, que hace tres años que circula incansable por la Carretera de Plata en busca de su hija desaparecida se enterará de una segunda desaparición que puede tener una relación directa con la de su hija. Y eso no hará más que redoblar su decisión de salvarlas a las dos.

Modelo seguro

La carretera de plata usa técnicas de best-seller. Continuamente alterna episodios de dos historias sin relación aparente que acabarán encontrándose. Y combina esta técnica narrativa con una exploración de los problemas de la sociedad escandinava. De una forma u otra, el texto aborda la cuestión de los menores maltratados, de los problemas en las relaciones familiares, de las relaciones entre el hombre y la naturaleza, de las enfermedades mentales, de la soledad... Todas estas temáticas, comunes a buena parte del mundo desarrollado, Jackson las ubica en el norte de Suecia, en un lugar terriblemente duro, por el frío, por la brevedad de los días de invierno, por el despoblamiento... Un entorno que refuerza el aislamiento de los individuos que se enfrentan a un destino hostil.

Cara y cruz

Pelle, el protagonista, es al mismo tiempo un héroe y un antihéroe. Un héroe porque tres años después de la desaparición de su hija no renuncia a encontrarla y continúa centrado en una investigación desesperada. Pero también es un antihéroe, porque su búsqueda obsesiva le lleva a perder el contacto con la realidad, a meterse en problemas, a establecer relaciones muy problemáticas con los vecinos, a sospechar de todo el mundo... La gente simpatiza con Pelle por su dolor, pero al mismo tiempo este dolor lo hace insociable, impide que se relacione con nadie con facilidad. Le hace perder a la mujer y los amigos, y lo convierte en un profesor incompetente e insensible. La vida continúa, pero Pelle está anclado en el momento de la pérdida y es su ritmo, frenético e incansable, enloquecido, el que se contrasta con la tranquilidad pausada de la vida rural. El tiempo no pasa para Pelle de la misma formaque pasa para el resto de la gente, y eso lo hace especial.

Sin dejar respirar al lector

Stina Jackson ajusta con mucha habilidad los resortes de una novela negra y trabajo los tempos con mucha habilidad. Con Carretera de plata el lector sufre hasta el último momento y se ve confrontado con una intriga que no le deja respirar hasta el final. Pero, al mismo tiempo, Jackson logra perfilar una trama con personajes de innegable solidez. Construye con verosimilitud la desesperación de Pelle, la desorientación de Silje, la desprotección de Meja, la solidaridad inquebrantable de Birger y su familia... Un universo tan oscuro como el invierno en el norte de Suecia, un mundo en que los hombres se encuentran perdidos ante de su destino. Esta novela recupera las raíces más clásicas de la novela escandinava, y consigue que Stina Jackson quede en muy buen puesto en su debut literario.