Carla Simón cierra su trilogía familiar autobiográfica con Romería, un filme "con muchos más riesgos". La cineasta catalana compite por la Palma de Oro en Cannes con esta película, que ha sido muy bien recibida este miércoles con una ovación de siete minutos. Después de Estiu 1993 (2017), con la cual ganó el premio a la mejor ópera primera en Berlín; y Alcarràs (2022), con la cual se llevó el Oso de Oro de la Berlinale; con la nueva cinta se ha permitido "explorar nuevos terrenos" y "probar cosas nuevas con mi propia historia, pero también siempre pensando que es la historia de mucha gente", según ha explicado en una entrevista con Efe.
Romería se sirve del dietario de su madre biológica para reconstruir la vida de la familia paterna de Galicia, en una nueva exploración de sus raíces. Es por eso que es un filme "con muchos más riesgos", que quiere recordar una generación —la de sus padres— educada en una sociedad reprimida y conservadora que "rompió con todo". "Quería hablar evitando tanto el juicio como el romanticismo", confiesa, en otra entrevista con la ACN. Cerrar la trilogía ha sido "muy liberador", aunque reconoce la frustración por haberse dado cuenta de "que es muy difícil" reconstruir su memoria familiar.
Revisitar generaciones familiares
La naturaleza fragmentada de la memoria generación tras generación, los secretos familiares escondidos, el consumo de heroína o el estigma del sida tiñen un legado que, según la directora, es parte de la historia de varias generaciones que creía conveniente revisitar. Lo hace a través de un alter ego suyo, la Marina —interpretada por la debutante Llúcia García—, una niña adoptada desde pequeña que viaja a Vigo para conocer la familia de su padre biológico. A través de los encuentros con sus tíos, tíos, primos y abuelos, la joven intentará reconstruir el relato de sus padres. "Yo, cuando tenía su edad, conocí parte de la familia de mi padre biológico que no conocía, pero después a Galicia fui más tarde, o sea, que realmente el viaje nunca pasó como se explica a la película", dice. Y añade: "Pero sí que es verdad que hay una pizca de la esencia de Llúcia y del personaje que sí que creo que tiene mucho que ver con mi manera con ver el mundo y también con relacionarme".
Simón encontró a la actriz adecuada después de más de ocho meses de búsqueda: "Dedicamos como ocho o nueve meses y ella apareció al final. La encontramos en la calle. Venía de una excursión y bajaba de un autobús con la mochila". Y otro debutante es Mitch, Nuno en la película, un primo de la Marina y quien mejor lo acepta en esta desconocida familia paterna, formada por algunos actores profesionales como Tristán Ulloa, Myriam Gallego, Sara Casasnovas y José Ángel Egido. De hecho, Llúcia y Mitch hacen un doble papel, de Marina y Nuno en el presente, y de los padres de Carla Simón en los años ochenta —una época en la cual la droga corría por Vigo como por muchas otras ciudades de España—. "Para mí supuso un reto más importante el papel de hacer de madre", reconoce la protagonista, mientras que el actor cree que el papel más contemporáneo "lo había dejado atrás" y, paradójicamente, el del padre era "más próximo" a su vida actual.
Los padres de la cineasta murieron de sida, un tema recurrente en varias películas de Cannes. "De vez en cuando se recupera y yo creo que es precisamente porque ha habido una especie de tabú que no ha dejado que habláramos de una manera abierta y también por el dolor que ha causado", dice. También agrega que a muchas familias, como pasa con la de la película, "los ha costado mucho gestionar estas pérdidas que tienen que ver con la heroína y con el sida, por todo lo que significa".
Por eso es importante sacarlo a la luz y mostrar una generación que rompió con todo, que "gracias a ellos estamos donde estamos" y que cambió "los valores más conservadores y católicos que había en aquel momento", sin juzgarlo ni romantizarlo, si no poniéndolo en su lugar "de una manera justa". Porque el cine tiene la capacidad de hacernos pensar, dice a la directora: "Yo quiero hacer cine porque nos da esta posibilidad, de ver una historia que puedes disfrutar, te puedes emocionar, pero de repente te vas a tu casa y piensas en las relaciones que tenemos entre nosotros como seres humanos, pero también en ciertas cosas de nuestra historia que han pasado y que quizás no queremos repetir".
Qué hay después de la trilogía
Simón da por cerrado con este largometraje el ciclo centrado en las relaciones familiares, aunque considera que las seguirá tratando en proyectos futuros. "Las familias son un pozo de historias sin fondo, con relaciones complejas porque no las escogemos y tienen una mochila muy grande", asevera. Ya tiene un nuevo proyecto en la cabeza, un musical flamenco neorrealista, en el cual no descarta incluir referencias al universo familiar alejado de la familia, pero solo de manera tangencial. Para ella, cada película es un "reto nuevo" del cual aprender, aunque evita volver a ver las películas anteriores porque ve "errores" o "aspectos que ahora haría diferente". "La exigencia no se acaba nunca", dice. A pesar de eso, se siente satisfecha de identificar una "coherencia" en su trayectoria cinematográfica y cree que cada una de las películas de la trilogía "lo han hecho crecer" en algún sentido.
Mientras eso llega, disfruta de la experiencia de estar en Cannes, que le parece un lugar perfecto para cerrar el ciclo y compartir la sección con directores que admira y en los cuales también está el español Oliver Laxe con Sirat. "Yo creo que estamos en un momento por celebrar, sin duda, en el sentido que hay como toda una nueva generación de cineastas con diferentes búsquedas, con voces muy diferentes, que me parece que es muy interesante y que además nuestro cine está viajando, o sea, como de repente tenemos un foco aquí que hacía tiempo que no pasaba", concluye.