El escritor Boris Akunin, uno de los más leídos y perseguidos de Rusia, está convencido de que el actual jefe del Kremlin, Vladímir Putin, sigue la senda marcada por otro mandatario que también dirigió con mano de hierro este país durante más de un cuarto de siglo, pero cree que “aún le falta mucho para ser como Stalin”. “Sea como sea, está siguiendo el mismo camino: eliminar la división de poderes; privar a las regiones de toda autonomía; colocarse al margen de cualquier crítica, destruir la independencia judicial”, comenta desde el exilio Akunin, declarado en busca y captura, e incluido en la lista de extremistas y terroristas del Ministerio del Interior.

Boris Akunin es el seudónimo de Grigori Shalvovich Chjartishvili. Nacido en Georgia en 1956, reside en Moscú desde los dos años de edad. Mientras estudiaba Historia y Filología en el Instituto de Asia y África de la Universidad de Moscú, comenzó su relación con la lengua y cultura japonesas. Traductor de Mishima, compiló una antología de la literatura nipona. Más tarde, como director de la revista Inostrannaja Literatura (Literatura Extranjera), dio a conocer en Rusia a autores como Borges, Kundera, Perec y, recientemente, Houllebecq. Su carrera de novelista comienza en 1998 con la publicación de El ángel caído, la primera novela del investigador, espía y aventurero Erast Fandorin. El extraordinario éxito de la serie ha hecho de Akunin en el fenómeno literario ruso más relevante desde la caída del muro.

Los libros de Akunin han sido retirados de las estanterías de las librerías rusas por sus críticas a la guerra lanzada por el Kremlin

Akunin ha dedicado los últimos diez años de su vida a contar la historia del Estado ruso, proyecto que, por motivos personales, decidió interrumpir en el periodo dedicado a 1917, pero cambió de idea con el comienzo de la campaña militar en Ucrania. El décimo tomo, que ya está a la venta, se titula La destrucción y el renacimiento del imperio y, como no podía ser de otra forma, su portada es roja. Eso sí, no se podrá leer en Rusia, donde los libros de Akunin han sido retirados de las estanterías de las librerías por sus críticas a la guerra lanzada por el Kremlin.

Putin, un líder del siglo XX

Akunin define a Putin, que será investido el martes para un quinto mandato presidencial, como “un político del siglo XX”, cuando se pensaba que “cuanto más territorio tiene un país y cuánto más miedo se le tiene en el mundo, más poderoso es”. En su opinión, el líder ruso tiene una comprensión “muy vaga” de lo que es el "soft power"(poder blando). “Por supuesto, quiere devolver a Rusia el estatus de superpotencia, quiere competir con Occidente en calidad de reserva mundial de los valores conservadores”, aseguró. Con todo, cree que “no lo logrará”. “Una gestión poco eficaz y una economía que no es autosuficiente se lo impedirán. Y con Ucrania lo máximo que logrará será afianzarse en los territorios ocupados y crear una zona de permanente tensión en Europa Oriental. Esa no es una construcción muy sólida”, señala.

Lenin creó una “entrincada” unión de repúblicas (socialistas soviéticas) sobre la base del principio de autodeterminación y distribución étnica. En cambio, Iósif Stalin, al igual que Putin un siglo después, quería “restablecer el imperio”

Los primeros capítulos del décimo tomo de Akunin tienen un protagonista, el ideólogo de la Revolución, Vladímir Lenin. Al líder de los bolcheviques no le llegaba con Rusia. Era un firme creyente en la revolución mundial. Pero en los años 20 -la campaña contra Polonia fue un fiasco- quedó claro que esa era una utopía inalcanzable. Lenin creó una “entrincada” unión de repúblicas (socialistas soviéticas) sobre la base del principio de autodeterminación y distribución étnica. En cambio, Iósif Stalin, al igual que Putin un siglo después, quería “restablecer el imperio”. “Por eso, Moscú llevó a cabo una (campaña de) rusificación, la eliminación de las élites regionales y mantuvo a las repúblicas bajo un férreo control”, comenta. Tan pronto como el último dirigente soviético, Mijaíl Gorbachov, “relajó ese control, la URSS se desintegró”. De ello Putin culpa personalmente a Lenin por poner una "bomba de relojería" tras los cimientos de la URSS, especialmente en el caso de Ucrania.

En Rusia todo está prohibido

Akunin considera que Stalin entendió “perfectamente” la naturaleza del Estado ruso. “Al principio se creó como un sistema que se sostenía sobre cuatro principios: hipercentralización del poder; la figura sagrada del líder; mandar según las necesidades del momento y no en virtud de la ley; servir al Estado como idea nacional”, explica. Stalin sabía que el debilitamiento de cualquiera de esos pilares conduciría a una crisis y posiblemente a la disolución. Por eso, dedicó toda su vida a reforzar esos cuatro pilares de manera “consecuente” y, cuando hacía falta, “cruel”. A Putin "aún le falta mucho para ser como Stalin", subraya.

Akunin insiste en que la "ridícula" censura de la que es víctima no podrá con los 35 millones de sus libros que llenan las librerías de los rusos

Akunin, quien insiste en que la "ridícula" censura de la que es víctima no podrá con los 35 millones de sus libros que llenan las librerías de los rusos, admite que el Kremlin ha convertido la historia en un campo de batalla. “Han convertido en crimen cualquier libre análisis histórico. Por ejemplo, no se puede escribir que el pacto suscrito por Stalin y Hitler en 1939 (Mólotov-Ribbentrop) fue el detonante de la Segunda Guerra Mundial. Tampoco se puede criticar al Ejército soviético. En el régimen de Putin todo está prohibido”, dice. No obstante, cree que el principal error de la historiografía oficial es que es “muy aburrida”. “Hay que ignorarla. Qué digan lo que quieran. En Rusia a nadie le interesa. Los niños se aburren con esos libros de historia”, explica.