De la conexión digital con la tierra y los instrumentos de cuerda y de las vinculaciones conceptuales con los hongos nace la experimentación de Björk en Fossora, su décimo disco de estudio. La artista ha jugado con el término latino, que significa "excavadora", y lo ha transformado en una palabra femenina, en primera persona. Pero... ¿Cómo una artista tan experimental, con un estilo tan poco convencional, ha triunfado durante décadas en la escena comercial? La artista islandesa es, indiscutiblemente, una investigadora de nuevos sonidos e influencias. De hecho, en este último disco, admite que se ha nutrido de estilos como el reguetón, el afrobeat o el techno de Uganda. Repasamos su carrera para ver su trayectoria y evolución en las más de cuatro décadas de su carrera.

¿Cómo una artista tan experimental, con un estilo tan poco convencional, ha triunfado durante décadas en la escena comercial?

Debut

Aunque hace treinta años que Björk publicó Debut, el disco que la lanzaría a la fama internacional, sus inicios musicales empezaron a los once años, cuando destacaba en la escuela por sus aptitudes musicales. Su profesora envió una maqueta a una radio nacional y le ofrecieron grabar su primer disco, entre el cual había versiones de los Beatles y Stevie Wonder. Ser el foco desde pequeña en un país con tan poca población como Islandia no fue fácil para la pequeña Björk Guðmundsdóttir, que rehusó hacer un segundo álbum, aunque su madre insistiera.

SUGARCUBES
Björk se presentó en sociedad con la banda Sugarcubes

Desde entonces, formó parte de bandas punk como Spit and Snot, Tappi Tíkarrass y Kukl, que más adelante se convertiría en Sugacubes, el grupo de indie del que sería miembro durante diez años. Islandia era, en los años 80, toda una revolución tecnológica y medioambiental: cuarenta años después de su independencia de Dinamarca, las primeras generaciones nacidas en un país soberano definían su identidad valorando la relación entre la naturaleza y la tecnología, y el punk era el género revolucionario del momento.

Cuarenta años después de su independencia de Dinamarca, las primeras generaciones nacidas en un país soberano definían su identidad valorando la relación entre la naturaleza y la tecnología

Debut no llegó hasta que Björk tenía 28 años, después de la separación de Sugacubes. La intención de la artista llamando así a su segundo disco no era otra que definir su propio estilo: aquel álbum con once años no era su carta de presentación real. Debut contenía su esencia real, no aquella que le habían impuesto de pequeña: con toques electrónicos influenciados por artistas del momento como Brian Eno, la cantante erigía una armadura nueva indie-pop que empezó a posicionarla en el mapa musical internacional. Fue con Post (1995) cuando Björk saltó completamente a la fama gracias a singles como 'Army Of Me' o 'It's Oh So Quiet'.

Una de las artistas más importantes del siglo

Con Homogenic, su tercer disco de estudio, Björk adoptó la identidad que la acompañó desde entonces: la combinación entre una preocupación vital por el medio ambiente, alimentada por su infancia hippie en las afueras de Reykiavik y reflejada en sonidos de cuerdas tradicionales, y el abrazo a la tecnología mediante texturas electrónicas. La portada, creada por Alexander McQueen, es la parte visible de esta mezcla: un hada mitológica salida de la post-modernidad, convertida casi en cyborg. Esta mezcla fue la alimentación constante dentro de la música de Björk desde entonces hasta Fossora, que incluye sonidos que podrían ser extraídos de hace centenares de años mezclados con toques de dembow y reggaetón como las canciones 'Ovule' o 'Atopos'.

Con Homogenic, su tercer disco de estudio, Björk adoptó la identidad que la acompañó desde entonces

A las puertas de los 2000, Björk ya era una de las voces más influyentes del indie mundialmente. Protagonista de Dancer in the Dark, de Lars Von Trier, su primera huella en el cine fue acompañada de controversia, ya que el director fue acusado de abuso sexual durante el rodaje. La nueva era de Björk, símbolo musical de Islandia, continuó con discos como Selma Songs (2000) o Vespertine (2001); este último fue su trabajo más introspectivo hasta el momento, una declaración de amor a su pareja de entonces, el artista Matthew Barney.

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Björk, una de las voces más influyentes del siglo XXI

La explosión experimental björkiana se complementaba en todos los sentidos, desde el oído a las partes visuales de sus discos, y fue un paso más allá fuera de la convencionalidad en Medúlla (2004), un disco creado desde la base de la voz, lleno de beatboxing y otros sonidos vocales. Un paso muy atrevido de la artista que fue considerado su atrevimiento más radical fuera de los márgenes comerciales. Medúlla fue todo un éxito que la ayudó a seguir posicionándose en las cimas musicales, con colaboraciones de la altura de Mike Patton o Razhel, cantante de The Roots. Björk utilizaba sus conciertos y su figura mediática para posicionarse sobre problemas sociales, como la independencia de Kosovo o la liberación del Tíbet, una vocación que le venía de su madre, la activista medioambiental Hildur Rúna Hauksdóttir, a quien dedica dos canciones de  Fossora.

Con temas recurrentes como el amor en clave espiritual, los traumas del pasado y la caza de emociones, Björk aterriza ahora en Fossora precisamente así: como una excavadora de aquello que vive internamente

Después de un par de discos sin mucha repercusión, la cantante volvió a ser noticia con Biophilia: publicado el 2011, fue concebido en un iPad y fue el primer disco en formato app. Su estela no ha dejado de ser protagonista hasta entonces: con Vulnicura (2015), coproducido por Arca, y Utopía, donde la artista y productora venezolana aparece a los créditos como coautora a todas las canciones, el sonido inconfundible de la voz de Björk se entrelaza entre sus mundos oníricos, metafísicos e irreales con sonidos más básicos. Con temas recurrentes como el amor en clave espiritual, los traumas del pasado y la caza de emociones, Björk aterriza ahora en Fossora precisamente así: como una excavadora de aquello que vive internamente, volviendo a la tierra vital que la vio nacer e investigando sobre su propia maternidad y la de su madre. La artista islandesa se confirma, así, que sigue siendo una de las artistas experimentales más importantes del siglo.