"Tengo la dosis de mala leche suficiente para empezar a escribir", confiesa al protagonista de Últims dies a l’Eixample (La Magrana). Y como habla de la deriva gentrificadora de la globalización y el turismo en Barcelona, resulta muy fácil empatizar con su rabia. Nos habla un "profesional de la escritura" que, sin embargo, dice odiar todos los géneros de la ficción y que ve como el edificio del Eixample donde ha crecido, propiedad de su familia, es engullido por la aparición de pisos turísticos, inmobiliarias e inquilinos de paso. Se afana por resistir el embate.
Ferran Escoda (Barcelona, 1960), escritor, poeta y periodista de larga trayectoria, retrata con mirada ácida y humor prácticamente kafkiano el conflicto contemporáneo de la Barcelona vendida a la especulación y destinada a convertirse en un escaparate para los recién llegados. La novela se puede leer como un retrato antropológico de la ciudad contemporánea, que a través de la hipérbole y el humor ácido e incluso absurdo, nos enseña de forma más nítida y rica lo que pasa bajo la superficie.
Ferran Escoda retrata con mirada ácida y humor prácticamente kafkiano el conflicto contemporáneo de la Barcelona vendida a la especulación
Últims dies a l’Eixample es un calco caricaturesco que nos ofrece una voz narrativa original y afilada y que, con una mala leche constante, apunta en el centro de la diana. Disparando contra el "Barcelona: posa’t guapa", contra los abogados que se aprovechan de las desgracias legales ajenas, contra los gestores culturales y contra cualquier tipo de factótum de la ciudad neoliberal y cool, el libro dibuja, para el lector, un camino de juego y alicientes que prometen ayudarnos a convivir mejor con las desgracias a capitalinas, a golpe de humor.
Últims dies a l’Eixample es un calco caricaturesco que nos ofrece una voz narrativa original y afilada y que, con una mala leche constante, apunta en el centro de la diana
La última estirpe de la Eixample burguesa
La Casa Deulofeu. Un edificio que aparece a todas las postales, herencia del esplendor burgués de la Eixample y propiedad de una estirpe que ha ido abandonando progresivamente los chaflanes de la capital en favor del Vallès, limítrofes y más tranquilos. Resta todavía viviendo un periodista y escritor que trabaja precariamente como autónomo escribiendo necrológicas en la prensa y que, ante la insistencia tanto familiar como de los abogados que lo rodean, se afana por resistir a venderse al piso y no sucumbir a la copiosa venta que podría obtener.
Su resistencia pírrica choca con las transformaciones que afectan constantemente al barrio y que, en sus palabras, se transforma "a una velocidad histérica en un parque de atracciones para forasteros, lleno de tiendas de lujo hortera y de bares y restaurantes. Los familiares intentan convencerlo, recordándole que "Barcelona está en el top" y que todo es "cash in hand, chato." Él, sin embargo, quiere premiar la fidelidad, en un entorno donde todo es frágil, efímero y veloz "como una broma dadá".
En la Barcelona del s. XXI, los italianos vendem pizzas que son "como una suela de zapato" mientras nuestro protagonista, heredero de los Deulofeu, añora los restaurantes tradicionales donde solía hacer vida y las cocas de recapta de toda la vida
En la Barcelona del s. XXI, los italianos venden pizzas que son "como una suela de zapato" mientras nuestro protagonista, heredero de los Deuolofeu, añora los restaurante tradicionales donde solía hacer vida y las cocas de recapta de toda la vida. Su sobrina lo quiere obligar a disfrazarse de Carlos Ruiz Zafón para hacer un tour sobre librerías misteriosas a los turistas en los cuales organiza visitas. Y cuando baja al mercado a comprar "media libra de lentejas", como ha hecho toda la vida, nadie lo entiende y tiene que traducir la medida.
El campo dorado e idílico del Eixample, guardián de las esencias burguesas de la capital, se ha disuelto entre el éxodo de la propia clase y la vorágine de la globalización. Todo da la sensación de ser una gincana de obstáculo tras obstáculo, pensados para entorpecer una vida plácida y mínimamente normal por el entramado de calles diseñado por Ildefons Cerdà. Faltaría quizás solo la mención a las riadas de turistas que últimamente se han puesto a ocupar los búnkeres del Carmel, pidiendo a los vecinos, a altas horas de la madrugada, agua para poder tomarse un 'mate'.
Bares maoístas y Joan Gaspar
El paisaje del barrio en proceso de reconstrucción o de destrucción, depende de cómo se mire, también lo llenan personajes pintorescos y cameos de celebridades. Joan Gaspar, patrón hotelero por antonomasia y expresidente del Barça, recomienda encarecidamente al protagonista de la novela, que ceda a las presiones y que venda la propiedad para que se haga un hotel.
En el otro extremo, el Txin, el amo de un bar chino lleno de sentencias Maoístas que hablan de zorros, gallinas y soldados mientras sirve licor digestivo de alcachofa. "Caminos estrechos, bosques espesos, musgo deslizante", afirma sinuoso. El protagonista reflexiona sobre la pujanza de un futuro chino, dispuesto a engullir Europa y recuerda las amenazas similares que corrían durante el franquismo. Del amo del bar y la historia oriental saca fuerzas, reflejándose en la épica Larga Marcha comunista china, para no ceder a las pretensiones de los compradores.
El pequeño de la familia de los Deulofeu no quiere mal a los invasores, simplemente que no vengan más al barrio y que acabe el "nomadismo desvergonzado de la humanidad" para que vuelvan los principios inmutables de las formas de vida que había conocido y en las cuales había crecido
El pequeño de la familia de los Deulofeu no quiere mal a los invasores, simplemente que no vengan más al barrio y que acabe el "nomadismo desvergonzado de la humanidad" para que uelvan los principios inmutables de las formas de vida que había conocido y en las cuales había crecido. El lamento nostálgico por la desaparición de las formas de vida tradicionales se convierte también en una crítica que mira hacia el futuro y que trata de señalar y de cuestionar la dirección en que colectivamente se mueve Barcelona.
La ironía, omnipresente al texto, esconde el último giro de la novela: los turistas llegan a las puertas del nuevo hotel chaflán, construido finalmente sobre el edificio Deulofeu y el piso del protagonista. Pero se dan cuenta de que las obras se han alargado y que el establecimiento todavía es un fantasma. Ante esto deciden crear, en rigurosa asamblea, el Hotel Okupa, donde pasarán las vacaciones sin que ni el Ayuntamiento ni el gremio de hoteleros se atreven a echarlos. El 'drama' de las okupacions pasado por el filtro del absurdo.
Las frases funcionan como una profecía autocumplida, porque eso es lo que ha hecho Escoda: una necrológica ácida, un lamento que no quiere perder el humor, pero que suena como despedida hacia un barrio y hacia una forma de vida que, de momento, parecen alejarse cada vez más
"Qué mejor para este Eixample que desaparece a toda velocidad [...] que un buen obituario", escribe nuestro protagonista. "Se tiene que hacer la necrológica de este Eixample, se tendría que hacer la lista de todos los ciudadanos caídos, el balance de las tiendas y asociaciones". Y en realidad, las frases funcionan como una profecía autocumplida, porque eso es lo que ha hecho Escoda: una necrológica ácida, un lamento que no quiere perder el humor, pero que suena como despedida hacia un barrio y hacia una forma de vida que, de momento, parecen alejarse cada vez más.