Hasta 2011 la estatua franquista de la Victoria estuvo presente en el centro de la ciudad de Barcelona, en el cruce del Passeig de Gràcia con la Diagonal. Más allá de algunos ataques de grupos radicales, el monumento se vio beneficiado por la tolerancia de las instituciones y por la escasa atención que le prestaba la ciudadanía. Hoy, la Victoria ha vuelto al espacio público y se ha expuesto frente al Born, en compañía de la estatua de Franco que durante décadas estuvo en el castillo de Montjuïc.

De la calle al Born

La colocación de las dos estatuas forma parte de la exposición Franco, Victoria, República. Impunidad y espacio urbano organizada por el Ajuntament de Barcelona, que estará abierta en el Born hasta el 8 de enero. Y la inauguración, este lunes, ha despertado mucha expectación: hasta casi un centenar de periodistas han cubierto un acto cultural, cuando las exposiciones históricas normalmente despiertan bien poca expectación entre los medios de comunicación. Pero lo más relevante es que esta presentación ha tenido una respuesta visceral, por parte de unas decenas de personas que rechazaban la presencia de las estatuas de Franco en el centro de la ciudad.

Fascista "nazi", "chorizo", "marrano"...

La reacción

La apertura|abertura de la exposición ha ido acompañada de algunos incidentes. Ha habido silbidos, empujones e incluso alguna agresión. Varios grupos de jóvenes han intentado reventar el acto. Cuando el teniente de alcalde, Gerardo Pisarello ha llegado al Born lo han recibido con gritos de "fascista", "Nazi", "Chorizo", "Marrano" y "¿No te da vergüenza?". Algunos manifestantes protestaban contra el acto con carteles con nombres de víctimas del fascismo. Pero en este sentido, las principales asociaciones de víctimas del franquismo estaban dentro de la sala, dando apoyo al acto. A la presentación también han acudido, en muestra de apoyo a la acción, destacados luchadores antifranquistas y muchos historiadores especializados en el estudio y la crítica del franquismo.

Enfrentar el debate

Pisarello, en su exposición, ha afirmado que no le extrañaba que la exposición hubiera generado debate, y ha apuntado que en el Estado español había habido, durante mucho tiempo, demasiado silencio sobre el tema. Según él, es un debate que se tiene que producir inevitablemente en un país donde todavía hay monumentos franquistas, como a Tortosa, y que es el segundo país del mundo, después de Camboya, con más gente enterrada en fosas comunes. Ha apuntado que muchos de los policías que torturaron durante el franquismo continuaron en la administración durante décadas, como los jueces que perseguían a los presos políticos. Ha añadido que no se ha dado ninguna reparación a los que fueron torturados durante al franquismo. Y ha alegado que, justamente por eso, se tiene que poner voz a las víctimas. Pisarello ha asegurado que entiende que a mucha gente le molesten las estatuas franquistas en medio de la calle, pero ha añadido que "lo que tiene que incomodar más es que no se conozca la historia y que no se dé voz a las víctimas".

Risques y Pisarello contemplando la exposición. Fotografía: Sergi Alcàzar.

Los vestigios de las casas derribadas en 1717 casan perfectamente con las de las casas hundidas por las bombas fascistas"

Denuncia de la impunidad

El historiador Ricard Vinyes, Comisionado de Programas de Memoria del Ayuntamiento de Barcelona ha insistido en el mismo sentido, afirmando que "No se pueden cerrar las estatuas en los almacenes, porque las generaciones más jóvenes tienen que saber el significado de estos símbolos". Sobre las críticas a que la exposición se hiciera justamente en el Born, Vinyes ha vinculado el despotismo de Felipe V con el de Franco: "Aquella historia, la de los vencidos de 1714, la de los que perdieron sus casas en 1717 para construir la Ciutadella, es nuestra historia; los vestigios de sus casas, que se muestran aquí en el Born, casan perfectamente con las casas hundidas de 1936 a 1939 por las bombas fascistas". Ahora bien, si bien Vinyes ha dicho que entendía las protestas, ha afirmado que "ni aceptamos ni aceptaremos la censura previa" y ha pedido que la gente vea la exposición antes de formular críticas.

Denuncia de complicidades

El profesor Manel Risques, comisario de la exposición, ha continuado en la línea de Vinyes, afirmando que la destrucción, en este país, tiene dos fechas, 1714 y 1939, y que ambas no son antagónicas sino complementarias. Por lo tanto, ha considerado lógico mostrar la exposición sobre el franquismo en el Born. Pero ha querido desmitificar ambas fechas: "Ni todos los catalanes fueron opositores en 1714, ni lo fueron en 1939, como les gustaría pensar a algunos". Y esta exposición, según él, trata un tema que no tiene nada agradable: la complicidad con el franquismo, durante la dictadura y, sobre todo, después. Y no ha dudado en apuntar que algunos de los que hoy critican la exposición de las estatuas de Franco toleraron, desde las administraciones públicas, que se mantuvieran en lugares públicos emblemas franquistas durante décadas, incluso durante la democracia.

La denuncia a partir de tres monumentos

Risques ha organizado esta exposición a partir de tres monumentos: el de la República, erigido en 1936; el de la Victoria, surgido de la reelaboración franquista del de la República; y la estatua ecuestre de Franco, que quería cubrir la "memoria de muerte" que impregnaba Montjuïc, lugar de encarcelamientos y de ejecuciones. Para el comisario hay dos hechos especialmente graves: uno es la colaboración de dos destacados escultores catalanes, Francesc Marés y Josep Viladecans en el exaltación del franquismo (Vinyes ha hablado del "vacío moral" que representa que el ex republicano Viladecans terminara por hacer un monumento a la autócrata). Pero sobre todo, lo más grave para Risques, es que estos monumentos hubieran sobrevivido tantos años a la muerte de Franco, lo que para él muestra los pecados originales de la democracia española.

Busto de Franco d'Eugenio Merino. Fotografía: Sergi Alcàzar.

La exposición

Si esta exposición estaba destinada a que los catalanes se preguntaran por su relación con el franquismo, sin duda ha sido todo un éxito. Las polémicas, inevitablemente, tendrán que dejar paso al debate. Ahora bien, museísticamente la exposición es más bien pobre. Por una parte, es una pequeña muestra, que sólo ocupa una reducida sala del Born. Pero, por otra parte, museísticamente no es muy lograda: unos paneles apretados, con recortes de prensa y folletos diversos, con letra microscópica, no invitan en absoluto a la lectura. Sin duda, la pieza más destacada, y con más valor simbólico, es el irónico busto de Franco realizado por Eugenio Merino, un escultor que en 2014 todavía tuvo que comparecer a juicio, demandado por la Fundación Nacional Francisco Franco, por faltar a la memoria del dictador. Todo un símbolo del estado de la memoria en la democracia española. 

En esta muestra si bien el discurso es rigurosos, inteligente y coherente, no hay piezas vistosas ni de valor que ayuden a hacer entendedores los planteamientos del comisario. Risques anunciaba una exposición "austera", porque el tema es terriblemente duro; pero en realidad, más que austera la exposición resulta mareante. El mayor mérito de Franco, Victoria, República es, sin duda, existir y crear debate.