Poco a poco volvemos a la antigua normalidad y con ella a los festivales de música multitudinarios. Los que no parecen regresar, por ahora, son los artistas internacionales, circunstancia que han aprovechado nuestras bandas para situarse al frente de los carteles de acontecimientos como el CruÏlla o el Vida. Disfrutemos, pues, de un verano de festivales que sonarán a kilómetro cero.

El tamaño importa

La medida que ocupan en el cartel de un festival las bandas que actúan son como los discursos del rey: todo el mundo piensa que no son tan importantes, pero todo el mundo se los mira. Habla. Y los critica. Hay muy pocas cosas en que la cultura catalana haya ido a mejor estos meses de pandemia: la posición en los carteles de los festivales de nuestras nuestras bandas, es una de ellas.

Qué lugar han ocupado los artistas catalanes en los carteles de los principales festivales que se celebran en Catalunya ha sido un motivo de debate recurrente los últimos años. Una historia que ha llevado a controversias esperpénticas como la retirada de una acreditación a un periodista por parte del festival Primavera Sound (¡hola, Jordi Bianciotto!), tal como denunció hace un lustro el Sindicato de Periodistas de Catalunya.

En general, la tipografía en un cartel cuanto más grande, mejor. Mejor para la banda. Condiciones más atractivas: tocar más tarde, en un escenario grande, en uno franja horària más exclusiva, no coincidir con ningún otro cabeza de cartel... Todos conocemos el truco de "haber tocado en X festival". Sí, a las 17:30h, en un escenario pequeño y delante de cuatro gatos; no sería exactamente lo mismo que hacerlo ya de noche, cuando las luces lucen y en  uno de los escenarios principales.

La clase media y la letra pequeña de los festivales ya ha tenido artistas catalanes los últimos años. Tampoco muchísimos, no nos engañemos. Y faltaba asimilarse a los cuerpos de texto más tochos.

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Hot Chip fueron uno de los cabezas de cartel de la edición del 2019 del Vida Festival. Foto: ACN

Gafas de sol y gotitas de cerveza

En pocos días, con la llegada del pantalón corto (si es que no lo lleváis ya), nos caerá –un poco– la mascarilla, no por todas partes, pero ya es un paso, y volverán los festivales. Se desplegará la antigua-nueva normalidad. De ciclos de conciertos ya hace semanas que se celebran (como por ejemplo, en los Jardines de Pedralbes), pero por aquello de las de gafas de sol, los grupos diversos y a puñados, uno tras otro, las gotitas de cerveza fría carísima corriendo por los dedos de la mano, hará falta esperar un poco más: hasta principios de julio, cuando el Vida Festival vuelva a celebrarse en la Masia d’en Cabanyes.

Este año el festival ha decidido que todo sean artistas del circuito estatal en el cartel. "Llevamos trabajando desde marzo del año pasado pensando en qué pasaría con los grupos de casa. Y en este sentido pensamos que teníamos que estar al lado de nuestros artistas", destaca su director, Dani Poveda en una entrevista en la revista MondoSonoro. De la cincuentena de artistas que tocarán, más de la mitad serán catalanes. Y excepto las madrileñas Hinds, que tocan el jueves, todo el resto de artistas ocupan las principales posiciones del cartel. Love of Lesbian incluso cerrarán la tercera jornada del festival, la del sábado.

Un escenario muy diferente del de hace dos años. En el 2019 hacían falta gafas con muchos aumentos para adivinar algún artista catalán: Cala Vento, Pau Vallvé o Ferran Palau. De mujeres catalanas, ni siquiera con todos los aumentos del mundo: no había. Beirut, Hot Chip o Madness fueron las últimos cabezas de cartel de la edición prepandemia en Vilanova.

Catalanes en massa

Una semana después llegará el turno del Cruïlla, el primer festi en formato masivo en Europa. El recinto del Fòrum acogerá a 25.000 personas cada día. Si bien aquí el cambio no ha sido tan radical, también ha habido una incursión hacia la cima del cartel de los artistas catalanes: si hace dos años sólo Love of Lesbian destacaban con letras gruesas, y una hilera por debajo, lo hacía Els Pets... Este año, no hay nadie a la altura de los LOL, donde hay en cambio veteranos como Leiva o Morcheeba, pero son hasta nueve los artistas catalanes que ocupan la clase media del festival: desde Delafé, pasando por La Casa Azul a Senyor Oca.

Ejemplos del tourmalet de los artistas catalanes en la cartelería veraniega, hay más. El Share Festival, una iniciativa con vocación inclusiva, con lo mejor de los grupos etiquetados como música urbana. En el Share también se ha servido un plato de judías de Santa Pau: Ocas Grasses o Morad, con alguna especia de la otra lado del Atlántico: Anuel AA. La anterior edición sólo contaba con el exOperación Triunfo, Alfred, y Nil Moliner.

Black Eyed Peas Cruïlla/ACNEls nord-americans Black Eyed Peas actuant al festival Cruïlla de Barcelona. Foto: ACN

La patata y el boniato

En los ciclos de concierto de verano también se han visto reducidos los artistas internacionales. Es fácil ver grupos catalanes repetidos una vez y otra: Manel, Maria Arnal i Marcel Bagés, Stay Homas... Los carteles se parecen, claro está. Como decía Nando Cruz a un artículo en El Confidencial, ya antes de la pandemia había un mal extendido, el de los "festivales clon": la concentración de agencias en capitales como Londres hacía de los carteles una misma cosa con nombre diferente. La patata y el boniato. No exactamente lo mismo. Pero familia.

No hay que ser un especialista del sector para entender que hay muchas menos bandas de fuera del país girando, que es más barato cerrar un cartel de grupos nacionales que pagar los cachés de los pocos grupos que corren por Europa, y competir en fechas y rutas diseñadas al milímetro con otros festivales. Es un año excepcional. Y en este año excepcional parece que los artistas catalanes han subido un peldaño en la programación de muchos festivales. ¿Apuesta o coyuntura? La respuesta, en los carteles de paredes y bocanas de aire de los parkings del 2022.