Este artículo nace de situaciones diversas. Primero, estamos en medio de las vacaciones de Semana Santa. Y eso quiere decir que coinciden las paradas de palmas en la plaça de Sants, las monas en los escaparates de las pastelerías de la calle de Sants y los ademanes serios en la televisión de los señores que pasean los Santos en las procesiones y que se empujan de malas maneras para ser los primeros de tocar la Virgen del Rocío.

Aparte, estalló el calor de la primavera de un día para el otro y cuando ya nos tenía medio confiados ha vuelto a hacer unos días grises y fríos como los de este invierno inacabable. Un escenario idóneo para coger Primavera sombría de la Unica Zürn, una poeta, pintora y narradora alemana todavía demasiado desconocida a pesar de ser una voz icónica del surrealismo en la Francia de la posguerra. Zürn murió joven y habla de la enfermedad mental, del sufrimiento, de la hospitalización y de un deseo sexual trastornado y conmocionador que empieza cuando es muy pequeña. Supongo que aquí lo más surrealista es que ligue las procesiones de los Santos con esta autora. Pero lo cierto es que, quieras o no, he pensado en la muerte (en la resurrección todavía no) y en las celebraciones religiosas que marcan calendario y rituales de vida y de despedida. Y de eso quiero hablar, de los entierros, de esta expresión simbólica de la pérdida.

He pensado en la muerte (en la resurrección todavía no) y en las celebraciones religiosas que marcan calendario y rituales de vida y de despedida

A mí, de entrada, me sorprende que nos hayamos movido tan poco en la formalidad de velatorios y funerales. No me negaréis que tiene un punto de macabro, la exposición detrás de un cristal del difunto bien arreglado ya dentro de la caja durante dos días (leo que en el ritual budista se esperan tres días después de que la persona haya muerto antes de tocarla o moverla para que así el alma pueda abandonar el cuerpo sin dificultades). De hecho, no hace muchos años el velatorio se hacía en casa con el muerto en la cama. Estamos acostumbrados y hay quien siente que necesita verlo para hacer el luto (el dilema caja abierta o caja cerrada), pero con los tabúes que cargamos, que un pecho escandaliza tanto, esta exhibición no deja de ser sorprendente. Entiendo que funciona por la necesidad de asimilar la muerte, de digerirla. Y la escenificación pública milimétricamente pactada, en la que las cosas pasan tal como tienen que pasar, con las flores y las frases preestablecidas, nos da seguridad y tranquilidad.

Estamos acostumbrados y hay quien siente que necesita ver al muerto para hacer el luto, pero con los tabúes que cargamos, que un pecho escandaliza tanto, esta exhibición no deja de ser sorprendente

También leo que en Suecia cada vez son más los que entierran a sus familiares muertos sin ninguna ceremonia oficial: del hospital al crematorio y después las cenizas se tiran en parques conmemorativos (y a menudo no las tiran ni los familiares, sino el personal del parque). Quizás vamos hacia aquí, ni ritual, ni demostración pública de la pena, ni horas destinadas a alguna cosa que ya no tiene remedio. De momento, el que sí que hay es cada vez más entierros civiles, que buscan poner el foco en quien ha muerto, hablando superando el helor del discurso estándar del cura de que además tiene que ir leyendo el nombre del difunto cada vez que toca decirlo. Ahora puedo parecer un poco superficial, pero es típico pensar, después de haber ido a un entierro. Yo he oído de buenas: que si haré hacer canapés, que si después vais a hacer unos botellines. En algunos países africanos o en México, los rituales de muerte son festivos y hay música y comida para todo el mundo, como una manera de celebrar que estamos vivos. En los Estados Unidos a raíz de la covid se han impuesto los funerales virtuales. Eso sí, te ofrecen las soluciones más creativas para las cenizas, como mezclarlas con tinta para tatuaje o comprimirlas en una bala que puedes disparar al más allá.

En algunos países africanos o en México, los rituales de muerte son festivos y hay música y comida para todo el mundo, como una manera de celebrar que estamos vivos

A mí, pensar en esto me lleva a película de la Coixet Mi vida sin mí (recordada con el impacto de verla a los dieciséis años). Y en el verso inmortal de Ferrater "quan els cucs faran un sopar fred amb el meu cos trobaran un regust de tu". El poema sigue con un pálpito onanista que ahora tampoco viene al caso. O quizás sí, porque liga del todo con Unica Zürn y acabo el artículo. "Lo que había ahí también era la vida,/otro de sus cantos remedados /lo que había ahí en el ciclo del hierro/ en la forja:/ tú pulpa en manos del verdugo". Zürn es dura y formidable. Ya lo dejaré dicho, cuando toque, pero en el mío que suene Wilco. Y que haya botellines.