Muy temprano, me despierto un miércoles por la mañana. Ocurre una anomalía: me adelanto a la maldita alarma del móvil cuando quiero madrugar. No pasa a menudo, pero esta vez mi subconsciente reconoce la excepcionalidad del día: me voy a Amposta en una furgoneta tipo Joc de Cartes para cubrir la rueda de prensa del Eufònic. Dicho así, la excursión podría parecer un mero compromiso profesional. Para mí, en cambio, es mucho más que eso; una aventura donde la inexplicable conexión que yo, barcelonés de ciudad, siento hacia las Terres de l’Ebre hace que se me iluminen los ojos durante la hora larga que dura el trayecto. Trayecto que, por cierto, tengo memorizado de tantas bajadas a Alcanar, mi pueblo. Al poco rato, el motor se detiene. Estamos en un bar con mesas forradas con los rostros de actores famosos. Es la señal de bienvenida.

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Eufònic 2025 / Foto: Àlex Espuny / Eufònic 
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Eufònic 2025 / Foto: Àlex Espuny / Eufònic 

Nos recibe Vicent Fibla, el director de Eufònic, proyectando el carácter tan propio de los habitantes del Ebro: visiblemente ilusionado, transmite el ímpetu y el amor por la tierra con los que nos guía hasta Lo Pati Centre d’Art. Allí, Jana Winderen y su instalación sonora, Listening with the Blue Swimmer, dan el pistoletazo de salida a la 14ª edición del festival. Me fijo en el cangrejo azul, el murciélago y el siluro ilustrados que tiene en exposición, fauna que ya añoro antes de llegar al Bosque de Ribera donde, bajo la sombra fugitiva de un sol de mil demonios, Lina Choi corrompe el silencio interpretando Amniotic River. Hipnotizado, Fibla e Inés Martí, concejala de cultura, me sacan del estado de trance desgranando las setenta propuestas programadas, presumiendo de una nueva parrilla proinnovación que, año tras año, hace evidente la esencia vanguardista del festival. Sin embargo, durante el regreso, una cifra me ronda la cabeza. ¿Setenta propuestas? ¿Treinta y cinco localizaciones? Nada me hace pensar que no estoy en el Fòrum asistiendo a un macrofestival. Bueno, quizás sí: el compromiso con el paisaje que la iniciativa ocupa marca la diferencia.

Sonoramente instaladas y audiovisualmente performativas

Viernes 11, una semana después, vuelvo a pisar el Montsià incapaz de decidirme. Lo quiero ver todo. Opto por entrar y salir de La Lira Ampostina en bucle, absorbiendo cada uno de los espectáculos en interiores. Llego sin expectativas, adentrándome en un espacio que se ilumina con el Espectro dorado de Marta Verde y José Venditti, dando inicio a la tarde de AV shows con un estruendo glitch-psicodélico donde la sobriedad de formas geométricas es sustituida por un caos dorado e hipersaturado, bajo las órdenes del dictado que ambos ejercen en directo, revelando un manifiesto de denuncia del poder.

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Eufònic 2025 / Foto: Àlex Espuny / Eufònic

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Eufònic 2025 / Foto: Àlex Espuny / Eufònic

A Mireia Calafell lCalafell le agradezco su talento literario sublime. En especial, la elegancia de su lectura, alejada del recital inorgánico

Después, intuyo que se me pondrá la piel de gallina de forma habitual. Porque el in crescendo interrumpido por el gong de Venditti se despide dando paso a Murcof y su Twin Color, Vol. 1, apropiándose del escenario como lo hizo el ratón Mickey con el gorro cónico estrellado de Fantasía (1940) durante la legendaria secuencia onírica. De hecho, eso es lo que pienso de él: un brujo musical capaz de adentrarme en el surrealismo sonoro, relegando la realidad al exterior. Aun así, la destreza instrumental de Nil Ciuró y la inventiva poética de Mireia Calafell consolidan la catarsis mediante una puesta en escena minimalista que, al igual que Murcof, dialoga con la actualidad medioambiental. Los tres coinciden al establecer la naturaleza como epicentro de acción; sentimos y vemos Emergències!, que recuerda el incendio en el Baix Ebre. En consecuencia, a Calafell le agradezco su talento literario sublime. En especial, la elegancia de su lectura, alejada del recital inorgánico.

Y el séptimo día se presentó la Virgen

Aún frotándome las legañas tras una noche a merced del grito flamenco de Blanca Paloma, lo insólito sucede. La segunda jornada empieza con nubes que estallan, corriendo una cortina de agua por encima de la N-340. La carretera queda empapada y se me hace imposible digerir el Mapa caníbal de Camila Sanjinés ni beberme el vermut multigénero de Mundo Prestigio. Sin embargo, el astro rey acaba saliendo y la tarde se arregla con Hinako Omori. Lo digo en serio: tiene una voz dulce que vale por mil terapias. A mí me induce un sopor propio de fase REM; si me hicieran un EEG verían que me ha reiniciado la placa base. Es entonces cuando me despido de Amposta. La tormenta se aleja, pero el porqué de todo esto permanece. ¡Qué importante es la divulgación científica de la mano de la cultura!

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Eufònic 2025 / Foto: Àlex Espuny / Eufònic

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Eufònic 2025 / Foto: Àlex Espuny / Eufònic

Entonces pienso en la suerte que tenemos los catalanes de poder contribuir a proyectos como este, ideado por personas y para personas, que pone el foco en la descentralización y fija la mirada en un futuro lleno de retos

Finalmente, la honestidad me obliga a confesar que mi interés por la edición de este año nació en el momento en que se anunció el concierto de clausura. El que para mí ha sido el más mágico, y también el más cercano, me llevó a rendir homenaje sin darme cuenta a las palabras que Tere pronunció en medio de la comida en Casa de Fusta y que, al final, son el núcleo del festival: “No hace falta saturarse participando en todo, basta con ver lo que te queda más cerca y disfrutarlo.” Dicho y hecho, la colaboración con las Jornadas Musicales en la Ermita de la Pietat concluye el festival abriendo las puertas del enclave privilegiado por excelencia de la Serra del Montsià. De allí surge Sandra Monfort, como si la misma Virgen se presentara ante unos fieles hambrientos de fusión folk-bakala. De ella y La Mona de Nit no puedo decir nada que no se sepa ya. Solo que ha puesto la guinda al pastel. Una vez ya en la cama, se me escapa una sonrisa de felicidad. Tras veintitrés años, acabo de saborear mi primer festival. Sabiendo que he podido hacerlo a doscientos kilómetros de Barcelona, me invade una alegría bestial. Entonces pienso en la suerte que tenemos los catalanes de poder contribuir a proyectos como este, ideado por personas y para personas, que pone el foco en la descentralización y fija la mirada en un futuro lleno de retos.