El Museo de Arqueología de Catalunya (MAC) no figura en la primera división de los museos de Barcelona, y su director, Jusèp Boya, es consciente de ello. Por eso ha puesto en marcha una serie de proyectos destinados a reforzar sus capacidades. Pero también ha querido poner de manifiesto los valores de esta instalación museística explorando su historia. En esta línea, hoy se ha presentado a la prensa la exposición El Museo de Arqueología de Catalunya y la Guerra Civil Española (1936-1939), que en realidad es un repaso a los primeros años de historia del museo. La exposición, que ha sido realizada con la colaboración del Memorial Democràtic de la Generalitat, se podrá ver hasta el 6 de octubre y ha sido comisariada por Àngels Casanovas, conservadora del MAC.

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Tiempos difíciles

El centro de esta exposición es la tarea de salvamento del patrimonio catalán desencadenada por el Museo durante los años de la guerra civil, cuando se acababa de fundar. Jusèp Boya ha querido recordar que el Museo no sólo custodió sus propios fondos, sino que intentó cubrir el patrimonio de todo el país y evitó que se produjeran destrucciones masivas, especialmente en los difíciles días de la caída de Catalunya, a principios del año 1939. En el fondo, la exposición también quiere ser un homenaje a Pere Bosch i Gimpera, que fue difamado durante el franquismo, y a su equipo del Museo, que no dejó de trabajar durante la guerra pese a las condiciones desfavorables.

La creación de un museo disputado

El Museo Arqueológico de Barcelona (cómo se llamaba en la época) fue inaugurado en 1935 en el Palacio de las Artes Gráficas de Montjuïc, que había sido usado para la Exposición Internacional de 1929. No pudo estar presente en el acto el presidente Companys ni el conseller de Cultura Ventura Gassol, promotores de la iniciativa: ambos estaban encarcelados por su participación en el levantamiento independentista del 6 de octubre de 1934. El Museo Arqueológico era una instalación muy moderna para la época, donde había instalaciones museográficas muy adelantadas. El Museo fue una iniciativa conjunta de la Generalitat de Catalunya y del Ayuntamiento de Barcelona, que crearon un patronato para gestionarlo con la colaboración de la Universitat de Barcelona y del Institut d'Estudis Catalans. Dos figuras fueron decisivas para la creación de esta institución: Ventura Gassol y el doctor Bosch i Gimpera. Los fondos del museo salieron del Museo de Arte y Arqueología que había en la Ciutadella y también del Museo Provincial situado en la Capella de Santa Águeda, del Palacio Real (algunas piezas habían sido recogidas ya en el siglo XVIII por la Academia de los Desconfiados y por la Academia de Buenas Letras).

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Obras de acondicionamiento del Palaccio de las Artes Gráficas como sede del Museo de Arqueología. Momento de la construcción del sepulcro turriforme en la sala de los monumentos funerarios. Sala XXXII.1934. Foto Josep Gudiol. Archivo Mas (IAAH).

Voluntad pionera

Bosch i Gimpera, que había estudiado en Alemania, quería crear un museo modélico. Pretendía que coordinara la actividad arqueológica de todo Catalunya (e incluso de los Países Catalanes) y que al mismo tiempo sirviera para divulgar el pasado de forma muy visual. Quería promover la investigación, con un programa sistemático de excavaciones. Formó un sólido equipo científico con gente procedente del Institut d'Estudis Catalans, como Josep de Calassanç Serra y Ràfols (padre de las historiadoras Blanca y Eva Serra) y Josep Colominas; más tarde serían denominados "La Escuela de Barcelona". Ni siquiera el estallido de la guerra consiguió derribar este proyecto.

Trabajar a la contra

Con el estallido de la guerra, el patrimonio artístico y cultural catalán sufrió numerosas destrucciones (especialmente, con la destrucción de templos y edificios religiosos, pero también con el saqueo de propiedades particulares). La Generalitat intentó salvaguardar todos estos bienes. Muchos de ellos fueron depositados en el Museo de Arqueología, y algunos fueron restaurados en sus talleres. Incluso había una red de responsables territoriales de patrimonio que, sin pago de ningún tipo, trataban de localizar las piezas en peligro y de trasladarlas en su sitio seguro. Pero muy pronto los bombardeos empezarían a amenazar las actividades: parte del patrimonio se tuvo que embalar y proteger con sacos terreros (en el vecino Palacio de la Agricultura se instaló un polvorín, lo que agravaba el riesgo de explosión). Incluso el yacimiento de Empúries sufrió las consecuencias de la militarización y a media guerra se tuvieron que paralizar las excavaciones...

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Sala Funeraria del MAC. Dentro del sepulcro turriforme se depositaron las cajas con los objetos retirados de las vitrinas. A ambos lados del sepulcro turriforme se aprecian los dos sarcófagos de mármol protegidos por sacos de arena. c. 1938. Foto Ramírez Dagarra (atrib.). (MAC. AHF)

El exilio artístico

Ante la inminente caída de Catalunya en manos franquistas, el Museo decidió trasladar los materiales depositados a sus depósitos. Los desplazaron hacia almacenes situados en ubicaciones rurales poco amenazadas, cerca de la frontera francesa. Y al principio de febrero de 1939, en plena avalancha de la retirada, se decidió cruzar la frontera con todas estas piezas. 70 camiones trasladaron todos los bienes hasta la frontera, y de allí fueron transportados a Ginebra, bajo la custodia de la Sociedad de Naciones (Boya destaca que la guerra civil española fue la primera ocasión en que la comunidad internacional se preocupó por la posibilidad de la pérdida de patrimonio cultural). Más tarde, las piezas arqueológicas serían reclamadas por el gobierno de Franco y volverían a Catalunya vía Madrid.

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Descarga de obras de arte en Can Descals de Darnius. (IEC. Fondo Joan Subias Galter).

Museo decapitado

El franquismo quería volver a poner en marcha el Museo de Arqueología, reconvertido en "provincial" y puesto bajo la tutela de la Diputación de Barcelona, pero Bosch y Gimpera se había exiliado y los miembros de su equipo que no se habían marchado eran sospechosos de no ser "afectos al régimen". Fue nombrado director del centro Martín Almagro, un joven falangista que había llegado a Barcelona como alférez de las tropas de ocupación. Almagro preservó el equipo de Bosch, para poder poner en marcha el museo muy rápido, pero despreció sus capacidades profesionales y frenó su promoción. Paralelamente el régimen se encargó de difamar a Bosch i Gimpera, acusándolo de llevarse piezas de oro del museo en el exilio. Boya asegura que los registros del museo son claros y que la acusación era "una infamia". Al gran arqueólogo catalán le quedaba una larga y exitosa carrera profesional en México. Nunca volvería a Catalunya.

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Una gran historia

La epopeya del salvamento del patrimonio arqueológico catalán tiene ingredientes de película de espías: intrigas gubernamentales, disputas entre científicos, bombardeos, secretos, persecución política... Por desgracia, la historia no es excesivamente visual y hay dificultades para transmitirla mediante una exposición (no hay piezas espectacular más allá de las grandes fotos). Y a pesar de todo la historia del Museo de Arqueología tiene un gran interés, porque, en el fondo, exemplifica las dificultades sufridas por el conjunto de la cultura catalana durante los difíciles años de la guerra civil y, al mismo tiempo, recupera aquellas grandes figuras de la intelectualidad catalana, como Bosch y Gimpera, que intentaron construir una cultura catalana de valor universal.

 

Foto de portada: Interior del Museo de Arqueología de Catalunya con los sacos terreros protegiendo la escultura de la sala de Inscripciones Conmemorativas. Finales de 1937- principios de 1938 Foto Ramírez Sagarra (atrib) (MAC.AHF).