Hay pocas cosas que den tanta rabia como el hecho de que no te gusten (o que no te sienten bien) cosas que gustan a todo el mundo. En mi caso, los Pirineos. ¡Y lo digo absolutamente de mala gana! Incluso aquellas zonas llamadas telúricas, como por ejemplo el valle de Farrera, me han barrido emocionalmente dos y tres veces. Recuerdo que un día, justo llegado de una de estas experiencias agridulces (en esta ocasión en el valle de Cardós), le pregunté a mi madre si le veía alguna lógica a la sensación que las montañas imponentes que rodean Tavascan, territorio feroz, reservado a los animales y a unos pocos valientes, me hicieran sentir pequeño y en cierta manera, prisionero y forastero. Su respuesta fue que ella había tenido esta misma sensación en la época en la que, durante un par de años, ella y mi padre vivieron en Andorra la Vella, justo antes de tenerme. Me dijo, textualmente que "faltaba horizonte". Mi padre la secundó, diciendo que a menudo tenían que bajar a la Seu d'Urgell a "respirar", a ejercer la mirada larga. ¿Y si eso se me hubiera contagiado durante el embarazo? ¡Soy carne de terapeuta holístico!

Ahogo vital

Y si bien Tavascan o Farrera todavía tienen una belleza natural que puede ejercer de contrapunto, la Andorra urbana del atasco de tráfico, la vorágine comercial y los edificios de oficinas y grandes marcas, puede amplificar mucho más esta sensación de ahogo vital, sobre todo si no estás acostumbrado. Entre sus valles, sin embargo, habita un antídoto contra este desasosiego existencial, una joya musical denominada Hysteriofunk, una banda instrumental que no hace demasiado celebraron su 25.º aniversario en un concierto con la Joven Orquesta Nacional de Andorra, dirigía por el intrépido Albert Gumí.

A pesar de descubrirles un poco tarde (me perdí su etapa inicial, en la cual los conciertos debieron ser una experiencia salvaje) son un grupo que me ha marcado profundamente, no sólo estética sino emocionalmente. Para mí evocan absolutamente esta sensación de la cual os hablaba. ¡Ojo! Abro aquí una teoría que no es en absoluto demostrable y quizás se tendría que considerar pura licencia poética: sus composiciones, que son demasiado funkis para gustar a los puristas del rock progresivo y al mismo tiempo demasiado raras para gustar a los aficionados al funki más convencional, me parecen totalmente condicionadas o inspiradas por estos paisajes, especialmente maravillas como 'Cannapé' o 'Fase pastoral' de su disco del 2005, Juanjo. Temas que parece que hayan surgido de una necesidad imperiosa de libertad y de las ganas de sobrevolar o atravesar las montañas, que son el imán del turismo y al mismo tiempo la barrera que oscurece el valle más pronto de lo aconsejable. Las melodías de guitarra son acojonantes, los ritmos son rotos y complejos y al mismo tiempo bailables, los teclados son evocadores y juguetones y todo construye unos microclimas que te hacen mover en un plano psicoanalítico que los hermana con el house o el techno más emocionales.

Hysteriofunk & JONCA, Auditoni Nacional de Andorra, Ordino, 21 11 2021 68
Concierto de Hysteriofunk el 21 de noviembre de 2021 en el Auditori Nacional de Ordino. Foto: Ray Molinari

Lo-lo lo lo lo

A la salida de este concierto, bolo que se celebró el 21 de noviembre de 2021 en el Auditori Nacional de Ordino, una actuación que pude vivir desde dentro y desde fuera en condición de colaborador puntual, pude oír algunos comentarios de los asistentes que me parecieron que por sí solos merecen un artículo como este. Más de una y dos personas comentaron que les había caído alguna lágrima a lo largo de la noche, por la belleza de las melodías pero también por todo un bagaje conjunto en condición de amigos o familiares. Y es que Hysteriofunk llevan 25 años tocando juntos pero además nunca han tenido ni un solo cambio de formación. Siguen siendo los mismos y siguen disfrutando de los conciertos y de los ensayos como el primer día. Muchos de los espectadores allí presentes habían podido seguir de manera más o menos constante su trayectoria, durante la cual todos juntos habían crecido y vivido mil aventuras.

Y las melodías inmortales de los histéricos andorrano-catalanes (que es como ellos se sienten) no sólo envejecen bien como el buen vino (tópico) sino que ejercen de hilo conductor de recuerdos y de vivencias, incluso evocando sensaciones imaginarias que no sabré nunca si forman parte de cada uno o de una memoria colectiva ancestral. Y me flipó por dos razones. ¿La primera es que es muy habitual oír que alguien ha llorado escuchando Chopin, Chavela Vargas o Álex Ubago, pero vosotros conocéis a alguien que haya llorado escuchando funki progresivo? Yo sí. Y si no estuviera porque estoy escribiendo este artículo en mi bar de cabecera, hoy lo habría vuelto a hacer. Y esta es la segunda razón. Yo también he llorado escuchando Hysteriofunk. Y aquel día comprobé que no era lo único. Ahora sólo me queda encontrar a alguien que se sienta solo, pequeño y enclaustrado entre las majestuosas montañas de los Pirineos. Y juntos cantaremos lo-lo lo lo lo lo lo loooo- lo lo lo lo lo lo lo- lo lo lo- lo - lo lo loo. Larga vida a Hysteriofunk.