Alfred García fue una de las figuras más aclamadas de Operación Triunfo 2017. Aunque no ganó, este joven cantante catalán se gano el cariño de los espectadores gracias a su natural y espontánea inocencia, más propia de un socio del Club Super3 que de un post-adolescente. En OT abrazar y dejarse abrazar es tan o más importante que cantar bien, hecho que el bueno de Alfred supo aprovechar.

Una de los otros rasgos que lo caracterizó dentro de la academia, sin embargo, fue su irremediable tendencia a mostrarse acojonado. La estampa en cada gala era la misma: con la mirada perdida y los pésimos chistes de Roberto Leal resonante dentro de su cabeza como las balas del Viet Cong, Alfred nos transmitía desesperadamente que quería huir de aquel polígono de Terrassa. Lo qué en un primer momento parecía fruto de una dosis abusiva de Prozac, sin embargo, ahora tiene todo el sentido del mundo: el tío estaba pensando en sus poemas.

Sólo así se puede entender la existencia de Otra Luz, el libro que ha publicado este diciembre y que incluye poemas, canciones y fotografías de su última gira. ¿Queréis literatura accesible para todos los públicos? Pues aquí la tenéis: la obra se titula Otra Luz y la portada está ilustrada con un retrato de color sepia. Esta analogía no la habéis visto venir, eh.

Si el libro de Alfred está en boca de todo el mundo, sin embargo, no es por las fotos, sino por la "poesía" con el cual llena las páginas.

Poético

—¿Sabes qué?

—¿Qué?

—No lo sé.

Podría ser una conversación con tu yaya con Alzheimer, pero lo cierto es que este es uno de los poemas —por llamarlo de alguna manera— que forman parte de su recopilación. La cuestión es especialmente preocupante: que el libro sea una colección de sus MEJORES poemas, implica que, en algún cajón escondido de este cosmos, existe una cara B con todas las piezas que no han superado su filtro de autoexigencia. Terrorífico.

Sin embargo, más allá de las bromas y memes que se puedan hacer en Twitter, el caso nos invita a hacer una reflexión: Alfred tiene derecho a equivocarse. Tiene derecho a equivocarse porque es joven, vive en una nube en forma de disco de platino y, además, probablemente está enamorado, hecho que convierte a cualquier humano en un cretino. Lo qué está haciendo, al fin y al cabo, es lo mismo que hicimos todos con 14 años: llenar el mp3 de música de Green Day para demostrar que no escuchábamos Flaix FM como los demás. Cultura de primera y de segunda, sin tener ni puta idea de cultura.

El problema no es que haya producido mierda y se haya equivocado —por decirlo suavemente—, el problema es que alguien, probablemente un malnacido pretencioso, se ha pensado que sus fans, entre los cuales evidentemente no me incluyo, están dispuestos a comérsela.