(Sobre Las abandonadoras, de Begoña Gómez Urzaiz)

Cuando de pequeña los sábados por la mañana miraba en la tele Pippi Långstrump, con aquella decisión de mono en el hombro y ropa de colorines, siempre me vencía un momento de pena cuando pensaba que en la vida de aquella heroína infantil no había ni madre ni padre. Por eso me hizo una gracia especial encontrar este mismo sentimiento de niña que sufre por los otros al inicio de Las abandonadoras, de Begoña Gómez Urzaiz, que publicó Destino el mayo pasado. El libro es una maravilla por cómo de bien escrito está, de valiente, de interesante, de completo. Es un ensayo que habla de mujeres que han abandonado a sus hijos y profundiza en las situaciones y motivos que las han llevado a hacerlo. Y ahora quizás pareceré un poco cínica, pero lo cierto es que me lo he pasado teta, leyéndolo.

El libro es una maravilla por cómo de bien escrito está, de lo lindo, de interesante, de completo

Ya os podéis imaginar que plantear un libro titulado Los abandonadores, en qué nos centráramos en explicar historias de hombres que han hecho lo mismo que las madres de Gómez Urzaiz no motivaría mucho interés (se considera mucho más grave que una madre abandone a sus hijos que no que lo haga un padre, eso lo sabemos). Igual que en la segunda mitad del siglo XIX el adulterio masculino no habría suscitado bastante interés narrativo por aguantar toda una novela, al contrario del boom de protagonistas adúlteras y destructoras de hogares que triunfaron en la época. He aquí uno de los pilares fundamentales del patriarcado: serás madre, eso te hará más feliz que nada y priorizarás a tus hijos por delante de todo. Además, serás una madre muy concreta, abnegada y desbordante de amor, croquetas caseras y cajones de ropa limpia.

He aquí uno de los pilares fundamentales del patriarcado: serás madre, eso te hará más feliz que nada y priorizarás a tus hijos por delante de todo

En Las abandonadoras, la autora revisa los casos de mujeres conocidas que decidieron alejarse de sus hijos. Doris Lessing para dedicarse plenamente a la escritura, Rodoreda cuando emprende el exilio, Ingrid Bergman porque el tedio se la comía, Maria Montessori para poder continuar en el mundo de la investigación. Algunas se reunieron al cabo de los años; otras nunca intentaron rehacer el vínculo roto de una acción que a ojos del mundo se considera contranaturaleza. Vale la pena saber qué vivieron y cómo hablan de la tristeza absorbente o el impedimento total que suponía para ellas un hijo pequeño reclamante a todas horas. Y de una decisión siempre acompañada de la culpa y la pena de saber cómo las añorarían y de no saber cuánto tardarían en olvidarlas. Gómez Urzaiz también habla de criaturas ficcionales (Anna Karènina o Nora de Casa de muñecas) y de mujeres reales y no conocidas, mujeres migrantes que viven en España y que también han dejado lejos sus hijos.

Algunas se reunieron al cabo de los años; otras nunca intentaron rehacer el vínculo roto de una acción que a ojos del mundo se considera contranaturaleza

La autora se acerca con la intención de entenderlas, no de juzgarlas. Además, se zambulle en primera persona y habla de su propia experiencia como madre: a qué madres imaginamos, recibimos, queremos ser. Qué madres están permitidas y cuáles no. Y lo hace con una ironía afilada que me ha tenido riendo y releyendo páginas enteras. Como cuándo explica su contador mental de tiempo con los hijos por si alguien, en algún lugar, lleva la cuenta y acaba dictaminando sentencia: "cada minuto que se pasa con el niño haciendo activitades no esenciales (es decir, comidas y baños no cuentan o cuentan menos) genera una puntuación, que sería más alta o más baja en función de sí intervienen las pantallas. Laso pantallas devalúan "Hacer magdalenas: 2,5 puntos. Acabar un puzzle: 3 puntos. Pintar cono acuarelas: 4. Pintar cono ceras: 2,5. Laso más ambiciosas pueden desbloquear logros del tipo "escribir una obra de teatro en cuatro manos cono el niño e interpretarla cono marionetas de fieltro y madera sostenible".

La autora se acerca con la intención de entenderlas, no de juzgarlas

También habla del "y si" que siempre aparece en algún momento, aunque hayas decidido muy conscientemente tener hijos o no tenerlos. De la angustia en que se convierte el tiempo y la concentración una vez los tienes (cuidarlos, dice, es como vivir en un estado de asalto perpetuo). Pero también explica el prodigio de los aforismos que los niños son capaces de decir con tres años y la sensación de cuándo te aprietan fuerte la mano porque tienen miedo del mar o del ruido de una moto. Lo recomiendo mucho, que habla de nosotros, de cómo vivimos hoy, de los hijos, de las decisiones y las renuncias.

También explica el prodigio de los aforismos que los niños son capaces de decir con tres años y la sensación de cuándo te aprietan fuerte la mano porque tienen miedo del mar o del ruido de una moto