"Un día lo ves. No están. A mí me pasó en marzo del 2016. A la bandeja de entrada de mi correo electrónico llegó una nota de prensa del Ministerio de Cultura donde se celebraba la firma de la operación que daba por ordenados los fondos museográficos estatales y aclaraba las fronteras artísticas entre el Museo Nacional del Prado y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. La foto que ilustraba el histórico estrechón de manos mostraba la cúpula del arte español: Miguel, José Pedro, José María, Miguel, Guillermo y Manolo. Seis cargos públicos y ni una mujer". Así empieza el libro Las invisibles. ¿Por qué el Museo del Prado ignora las mujeres? del historiador del arte y periodista Peio H. Riaño, que se pregunta, valga la redundancia, por qué el Museo del Prado ignora a las mujeres.

Si bien es cierto que cada vez que hay más presencia de las mujeres en diferentes ámbitos, todavía queda muchísimo trabajo por hacer. También, como no podría ser de otra manera, en el ámbito del arte. Pero no únicamente. Una cosa va ligada a la otra. Y es que la falta de mujeres en posiciones directivas es un hecho que perpetúa esta ausencia.

Doscientos años después de su fundación, el museo del Prado sigue siendo una institución que silencia a la mujer. "A las artistas y a las visitantes: todas invisibles y todos ciegos ante la ausencia de voz y experiencia femeninas", expone. Riaño insiste que tanto en las salas de arte español como en el resto de instituciones internacionales, el relato que tenemos en el siglo XXI es el mismo que el del siglo XIX. Precisamente, el autor revisa en este libro, cuadro a cuadro, el legado patriarcal que ha llegado hasta nuestros días a través de esta institución.

El libro pretende ser una guía contra las ausencias, las vejaciones, los eufemismos, los silencios y las tergiversaciones que han hecho desaparecer a la mitad de la población con una "violencia soterrada y a la vista". De esta manera, también pretende ser una narración sobre las condiciones políticas y sociales que determinan la creación artística y sus privilegios.

Hoy día, el museo sigue siendo una "elaboración cultural que legitima un pensamiento de género (y raza, y clase), otorgando un origen natural a alguna cosa que no lo tiene: la dominación de un sexo por el otro". Por eso, la perspectiva de género que describe este ensayo es imprescindible para impugnar las convenciones que han convertido en invisibles a las artistas (no exponiéndolas) y a los visitantes, a los que se desprecia con un relato supremacista y sesgado e incluso manipulado, según recoge Riaño..

A lo largo de los tres bloques del libro –las artistas, el arte y el museo–, el autor recuerda que los museos no pueden vivir alienados a los cambios de la sociedad. Los cambios políticos que los movimientos feministas queer y trans han introducido en la sociedad obligan a una nueva lectura científica de la historia del arte y su exhibición. Y subraya que los museos tienen que asumir sus responsabilidades y tienen que pasar a ejercer una práctica de pensamiento crítico.