Después de más de un año y medio de espera con respecto a la fecha inicialmente prevista, llega por fin a los cines Sin tiempo para morir, la última entrega de una saga. la del agente 007 Bond, James Bond, que, a partir de ahora, parece obligada a reinventarse.

Un espectacular y emotivo punto y aparte en la vida cinematográfica del espía con licencia para matar. Una película Bond mayúscula, fabulosa, delicada y crepuscular, catártica, el equivalente bondiano del Vengadores: Engame. Y la sensación de llegar al final del camino, a la cima de la montaña con clavada de bandera.

Si todavía no lo tenéis claro, os damos cinco motivos para hacer cola y disfrutar en los cines de Sin tiempo para morir.

1
Por el adiós a Daniel Craig
5 razones para ir a ver la nueva de James Bond

Cuando lo escogieron para renovar una franquicia que parecía agotada, algunos levantaron la voz. Suerte que twitter, el pozo de odio que hoy conocemos, tiene la misma edad que Casino Royale (2006), así que Daniel Craig no tuvo que sufrir mucho las opiniones en contra de su elección.

Cinco películas más tarde, ya no se puede dudar del excelente trabajo del actor inglés, que ha sido capaz de construir un Bond nuevo sin traicionarlo, ha podido darle una humanidad y una vulnerabilidad insólitas, el magnetismo y la elegancia necesarios, y una inesperada aura trágica. Una personalidad propia, en definitiva, que lo pone al nivel de Sean Connery (y, me permitiréis, de Roger Moore, que es el 007 de mi generación).

Ahora que definitivamente abandona la saga, hay que hacer un homenaje a un intérprete formado en los escenarios, que hizo mucha tele, y que empezó a despuntar en títulos como Camino a la perdición, Sylvia o Munich, antes de que le llegara la oportunidad de su vida.

Una vez deje Bond en el cajón de los recuerdos, Craig seguirá persiguiendo asesinos al estilo Jessica Fletcher en las dos secuelas, una ya rodada y la otra anunciada, de Puñales por la espalda. Larga vida al James Bond de Daniel Craig, y gracias por los servicios prestados.

2
Para cerrar un arco narrativo muy particular
5 razones para ir a ver la nueva de James Bond

Si las otras 20 películas de la saga Bond son seres individuales y con vida propia, sin tramas transversales, las cinco de Daniel Craig forman un universo interconectado, quizás por culpa del peso de las series a nuestras vidas, o de los universos de Marvel.

Desde Casino Royale (2006) hasta Sin tiempo para morir (2021), hemos seguido un arco narrativo donde cada enemigo, cada peligro para el país o para el planeta, han formado parte del mismo plan  maléfico . A Spectre (2015) nos explicaban que una organización y un retorcidamente sádico cerebro, el de Ernst Stavro Blofeld (Christoph Waltz), estaban detrás de malos con el ego del Silva (Javier Bardem) de Skyfall (2012), del Greene (Mathieu Amalric) de Quantum of Solace (2008), y del Le Chiffre (Mads Mikkelsen) de Casino Royale.

Con Blofeld nos reencontrábamos con una versión también renovada del enemigo histórico de Bond, sin la icónica calva pero con gato, y con las refinadas ansias asesinas. El líder de Spectre lo ve todo desde la celda de la prisión de alta seguridad donde está cerrado. Pero Sin tiempo para morir dobla la apuesta y otro malo a la función, Rami Malek (aka Freddie Mercury aka Mr. Robot), que rompe con la máxima que dice que los enemigos de mis enemigos son mis amigos.

Los signos de los tiempos, los mismos cambios sociales que ya habían hecho posible que M fuera una mujer (curiosamente, la introducción de Judi Dench coincidió con las primeras pelis de la saga producidas por otra mujer, Barbara Broccoli), obligaban a abandonar algunos tics que ya no se aguantaban. El dinosaurio misógino, reliquia de la Guerra Fría, necesitaba un cambio de carácter, una actualización. Igual que pasaba con el agente 007, en los últimos cinco filmes de la franquicia también crecían los personajes femeninos, se redimensionaban.

La Vesper Lynd que interpretaba a Eva Green y Madeleine Swan de Léa Seydoux tienen alma, son personajes con jugo, y atraviesan al protagonista, que sigue siendo un mujeriego, pero con muchos más matices. En Sin tiempo para morir, todo este peso acumulado toma sentido de formas que ni Ian Fleming ni Sean Connery habrían imaginado nunca.

3
Por el homenaje al Bond fracasado
5 razones para ir a ver la nueva de James Bond

Corría el año 1969, y la franquicia se enfrentaba a un contratiempo de dimensiones épicas: Sean Connery quería hacer otras cosas y abandonó el barco buscando retos de mayor complejidad. No se equivocó, la carrera del actor habla por sí misma. Pero su decisión tuvo otra consecuencia: para su sucesor, fuera quien fuera, heredar al personaje de Bond solo podía ser un regalo envenenado.

007 al servicio secreto de Su Majestad (1969) fue un fracaso entre un público incapaz de ver al agente con licencia para matar con otra cara. El escogido para relevar Connery, el australiano George Lazenby, duró lo mismo que un cargamento de teléfonos móviles abandonados en la puerta de un instituto. Pero, mira por dónde, la suya es una de las películas más reivindicadas de la saga. Rompedora, menos lúdica, más trágica y fatalista, 007 al servicio secreto de Su Majestad ha estado presente en el arco dramático de los cinco largometrajes interpretados por Craig. Como el de Lazenby, que se llegaba a casar, su Bond tiene sentimientos y es capaz de amar.

Tenemos todo el tiempo del mundo, quieren creer, y se dicen, James y Madeleine, y escuchamos unas notas musicales familiares que nos hacen viajar hasta finales de los 60, con Bond-Lazenby casado y feliz... por poco tiempo. Sobrevuela constantemente la influencia del clásico más infamado de la saga. Los créditos finales vuelven sin sutilezas, ya con la voz de Louis Armstrong interpretando la, probablemente, mejor canción Bond de la historia: We have all the time in the world, de John Barry y Hal David. Claro está, la de 007 al servicio secreto de su majestad. El círculo se cierra.

4
Porque no se olvida de sus origens y su esencia
5 razones para ir a ver la nueva de James Bond

Aunque el Bond del siglo XXI ya no sea un machista de manual, mujeriego y misógino. Aunque los tiempos hayan cambiado y Moneypenny ya no sea una pánfila y Q hable abiertamente de su novio. Aunque la Guerra Fría se haya calentado en varias ocasiones, Sin tiempo para morir mantiene algunos elementos imprescindibles a la franquicia: el Aston Martin, los gadgets de Q, las visitas al despacho de M, el martini con vodka agitado pero nunca removido, y el círculo con fondo blanco que se mueve al ritmo de la música que compuso en los 60 Monty Norman mientras aparece Bond y dispara a la cámara. Todo eso está. Como también están los títulos de crédito acompañados de una canción, otra cita imprescindible con la historia, que en este caso aprovecha la mar de bien la joven Billie Eilish.

Pero también hay escenarios más o menos exóticos por las diferentes set-pieces, y una isla secreta como perfecto escondite del tarado megalómano que amenaza la paz de occidente. Y los más avispados fans del personaje detectarán guiños a Agente 007 contra el Dr. No, en James Bond contra Goldfinger, en 007: Alta tensión o en Muero otro día.

Una cabaña en medio de los bosques noruegos sirve de marco de la primera escena, un terrorífico flashback con aires de terror home invasion que se encadena con la jubilación dorada de Bond y Madeleine a la preciosa ciudad italiana de Matera. Un paraíso que dejará de serlo enseguida. La secuencia pre-créditos, quizás la más larga de toda la saga, deja boquiabierto y pone el listón muy alto.

Cary Fukunaga, el director de True Detective, el primer cineasta no británico que firma una peli de la franquicia, pone toda la carne en la parrilla. Y el festival no se detendrá. Sin tiempo para morir es visualmente abrumadora, con persecuciones, tiroteos, explosiones, y un aviso: dejar el trabajo al MI6 será tan difícil como cambiar de compañía telefónica.

Después llegarán Jamaica y Cuba, donde se sitúa el que probablemente es el mejor momento de la película. Adrenalina y aquel sentido del humor que Daniel Craig ha explotado con cuentagotas, en una escena en que Bond encuentra a una cómplice fabulosa en el agente Paloma, una irresistible y divertidísima Ana de Armas que pide spin-off a gritos. Y entraremos en un tercer acto casi operístico, donde 007 se multiplica por dos y donde se cierran mil y un asuntos pendientes, con una isla secreta que haría las delicias del mítico Ken Adam, un malvado con ansias de revancha y otros elementos argumentales que conviene no desvelar.

5
Por las puertas que se abren
5 razones para ir a ver la nueva de James Bond

A estas alturas nadie puede pronosticar quién será el próximo James Bond. El listado de candidatos no se ha detenido, y ahora continúan en las quinielas. Sam Heughan, Daniel Kaluuya, Henry Golding e Idris Elba. Pero no tendríamos que descartar el giro revolucionario que se ha reclamado a los últimos tiempos: que la vigesimosexta peli de la saga tenga una Bond mujer como protagonista.

Es del todo conocido que en Sin tiempo para morir vemos a una agente 007, heredera del número y la licencia para matar de nuestro Bond jubilado. En tres o cuatro escenas, la actriz británica Lashana Lynch deja huella y hace oposiciones al trabajo, pero es difícil pensar en una apuesta tan arriesgada en los tiempos que vivimos, con un cambio de paradigma en la exhibición cinematográfica que pone en peligro la rentabilidad de cualquier superproducción.

En todo caso, y sea como sea, vuelva como vuelva, blanco o negro, hombre o mujer, o ni hombre ni mujer, el futuro del personaje creado por Ian Fleming pasa por uno reset. De momento, disfrutamos del presente y de esta barbaridad de cierre. Tenemos todo el tiempo del mundo