Lo peor de las plataformas de streaming es que acabas haciendo clic en el anuncio de mayor tamaño para no tener que vagar sin rumbo por el catálogo. En otras palabras, la mejor manera de entretenerte un domingo tonto sin tener que pensar demasiado es renunciar a tus gustos personales y dejarte llevar. Y eso es exactamente lo que me ha pasado con 3 caminos, la serie original de Amazon Prime Video sobre el Camino de Santiago. Para hacer un resumen rápido: otra serie sobre peña chunga que, en lugar de afrontar sus problemas, deciden arreglar su vida con un viajecito.

Habrás oído hablar de ella: cinco personajes de diferentes nacionalidades que se conocen haciendo el camino el año 2000 y que lo repiten dos veces más todos juntos, compartiendo los cambios en sus vidas, angustias y problemas. Básicamente, un panfleto publicitario precioso del norte de la Península que intenta resaltar la parte mística de esta ruta a partir de los lazos de amistad entre los protagonistas. Que, por cierto, aquí quiero hacer una mención especial al director de casting que ha preferido elegir a un actor español (Álex González) para interpretar a un mexicano, que contratar a, yo qué sé, un mexicano.

Los pros y los contras

Pero vamos por partes, porque la serie tiene cosas buenas y consigue una parte de lo que pretende: básicamente, que quieras calzarte unas botas de montaña e iniciarte en el senderismo para disfrutar de unos paisajes y ciudades que aparecen en su máximo esplendor. Con el aliciente, además, que después de ver los 8 capítulos quedas absolutamente convencido de que puedes decidir hacer el camino vestido de la misma manera que vas al bar o a trabajar y que es posible dejarlo y reanudarlo con la misma facilidad con la que haces media vuelta para recoger el monedero que te has dejado en casa cuando vas a comprar el pan.

El problema es que toda la belleza urbana y natural de 3 caminos queda ensuciada por un grupo de personajes insufribles con unas historias personales imposibles y tramas complicadísimas e innecesarias. Cojamos, por ejemplo, el personaje de Verónica Echegui. Ella es la chica diferente, única y especial de la serie: aquel ser casi mágico, que no acaba de tener los pies en el suelo, inconformista, del que te tienes que enamorar. Pero a pesar de ello, la amiga tiene la sensibilidad y capacidad de empatía de un zapato. No solo se va a hacer el camino rehuyendo la boda con su novio y dejando a su familia el peso de preparar una boda que ella no quiere celebrar, pero que no anula. Sino que en lugar de cortar con su pareja y tener una conversación sincera sobre sus sentimientos, decide casarse con uno de sus compañeros de viaje después de haberlo conocido, sin ni siquiera cortar con su prometido.

Y esta es solo una de las tramas inverosímiles y excesivas de la serie, ya que los guionistas han decidido abrazar todo el espectro de la lagrimita cinematográfica. También tenemos un bombero que desarrolla ELA y muere; una persona alcohólica que pierde todo lo que tiene a pesar de recuperarse; y (mi preferida) una ecologista radical que acaba siendo detenida después de acceder ilegalmente a una central nuclear con la intención de hacer justicia a la memoria de su hermana gemela, que muere después de una grave enfermedad. Guau, tío. ¿Hace falta tanto drama? ¿No se puede hacer una serie con personajes emocionalmente preparados para establecer conexiones humanas complejas? ¿Hay que introducir todos estos elementos en una serie sobre el Camino de Santiago? ¿Las relaciones humanas basadas en el compañerismo y el buen rollo son demasiado mainstream para ser representadas en la tele? ¿No se puede tener una experiencia trascendente sin toda esta carga emocional no resuelta a las espaldas?

Quizás es cosa mía, que me gusta la gente capaz de hacerse cargo de sus mierdas sin esperar que unas vacaciones arreglen mágicamente todos sus problemas o les conduzcan a una revelación superior sobre su lugar en el mundo, pero no puedo evitar pensar en 3 caminos como una de las peores series que he visto últimamente. No dudo del potencial transformador de un viaje, pero basta ya series que los convierten en panaceas vitales. Es mucho más revolucionario asumir que estás mal e ir al psicólogo que buscarte a ti mismo con una mochila de 30 kilos en la espalda mientras destrozas a todo el mundo de tu alrededor y niegas tu realidad.