Francesc Boix es un héroe catalán que durante mucho tiempo se mantuvo oculto y que ahora recupera protagonismo. Este fotógrafo fue ingresado en el campo de concentración de Mauthausen, pero allí, con la ayuda de una red de republicanos españoles, consiguió esconder algunas fotografías y negativos que probaban las atrocidades nazis. Boix sería un testigo de cargo en el juicio de Nuremberg y sus fotografías ayudarían a condenar a los dirigentes nazis. En octubre su historia llegará a las pantallas: El fotógrafo de Mauthausen, de Mar Tarragona, cuenta con un guion de Alfred Pérez-Fargas y Roger Darnés y es protagonizada por Mario Casas.

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Rodaje en Hungría

El rodaje se ha repartido entre las ciudades de Budapest (donde se ha recreado el campo de concentración austríaco) y Terrassa. Esta película ha sido producida para Rodar y Rodar, We Produce 2017 AIE, Filmteam, y cuenta con la participación de TV3, RTVE, el ICCA, el ICEC y Netflix. Será distribuida en España por Filmax.

Boix: preservar las pruebas

Francesc Boix, un joven del Poble-Sec, que tenía tan sólo 15 años cuándo estalló la guerra civil, se vio obligado a exiliarse. Después de la caída de Francia fue encarcelado en Mauthausen, un terrible campo nazi situado en Austria, donde murieron unos 2.000 catalanes. Pero Boix, dentro de todo, tuvo suerte, porque por sus habilidades como fotógrafo, fue adscrito al departamento de fotografía del campo, donde era preservado de los trabajos más duros. Aprovechó su cargo para hacer fotografías y para duplicar algunos negativos de fotos hechas por los nazis, una tarea muy arriesgada, porque le podía costar la vida. Con la ayuda de Antonio Garcia, y de una red de presos republicanos, consiguieron sacar las fotografías y los negativos de los campos y los escondieron. En los últimos tiempos del campo de Mauthausen, los nazis hicieron todo los posibles por esconder las pruebas de sus crímenes. Pero tras la liberación Boix entregó las fotografías y los negativos a los aliados. Fue llamado a declarar en el juicio de Nuremberg, dónde pudo aportar pruebas de que los dirigentes nazis estaban al corriente de la situación de los campos y contribuyó a su condena. Al final de la guerra se instaló en Francia, donde escribió un libro sobre su estancia en los campos, Spanikar, que no llegó a publicar y que se perdió. Murió con sólo 30 años, como consecuencia de una tuberculosis contraída en los campos nazis.