Anagrama publica La vida cotidiana del dibujante underground, una parte de las memorias de Nazario, dibujante irreverente del cómic Víbora y personaje emblemático de la Barcelona más canalla. Con este libro, Nazario, que parece no esconder nada, nos guía por las cloacas de la capital catalana preolímpica, cuando la ciudad todavía no se había convertido en un parque temático para turistas.

La otra Barcelona

En 1967 André Pieyre de Mandiargues obtenía el premio Goncourt con Al margen, una novela ambientada en el Barrio Chino barcelonés. Mandiargues ponía al descubierto que en pleno franquismo, los barrios bajos de la capital catalana estaban muy lejos de la moral nacional-católica y eran una Sodoma y Gomorra de prostitución, adulterio, alcoholismo, transexuales, robos, drogas... Poco después de la publicación de Al margen llegaba a Barcelona Nazario, un chico homosexual andaluz que escapaba de un pequeño pueblo y que soñaba con ser artista. El inmigrante se encontraría con una ciudad tan heterodoxa o más que la que había encontrado Mandiargues. Pero Mandiargues, y Sigismond Pons, su protagonista, estaban en Barcelona de paso. Nazario, en cambio, vino a Barcelona para quedarse. Escapaba de un mundo pequeño y cerrado y esperaba encontrar una Barcelona abierta, donde él y su arte encontraran un espacio. En cierta medida, tras pasar un tiempo como profesor i tras buscarse la vida por los medios más diversos, lo conseguiría. Con los años su historia acaba fusionándose con la historia de la ciudad.

Ruta underground

Nazario era un habitual de la noche en la Barcelona preolímpica. Algunos locales que el dibujante describe, y que ahora son paraísos para turistas, son descritos como tugurios donde se enconctraban camellos, prostitutas, travestis, chorizos... Nazario vivía en la plaza Real, y visitaba el Portalón, el London, la Bodega Bohemia, el Pla de la Garça... Locales que después del 92 se convirtieron en establecimientos "dignos", pero que en aquellos momentos representaban una Barcelona subterránea; no todo el mundo osaba entrar allí. Nazario explica cómo buscaba amantes en los lavabos públicos o en los descampados, o cómo algunos de sus amigos y compañeros se prostituían o robaban para sobrevivir...

Arte, sexo y alcohol

Nazario, cuando empezó a labrarse un nombre como artista, se sumergió en un mundo de alcohol y sexo. Mucho alcohol y mucho sexo, aunque estos dos elementos a menudo tenían una relación conflictiva. "¡Estoy harto de llevarme a Gaspar a dormir las borracheras a casa a altas horas de la noche y no poder follar por quedarnos dormidos rápidamente!". En realidad, en su diario Nazario explica que algunos días se despertaba "cono un tío en mí cama", sin recordar quién era ni cómo lo había conocido. A menudo el dibujante empalmaba la resaca con una nueva borrachera. A diferencia de otros miembros de su entorno, Nazario no llega a aficionarse mucho a otras drogas (aunque en algún momento "bajaba al moro" a buscar hachís). Al fin, Nazario acaba, con mucho trabajo, por librarse de la adicción al alcohol, y deja clara su elección: el sexo "la única droga que nunca estaría dispuesto a abandonar".

Nazario. Fotografía de Javier Inés

Precariedad

Nazario se pasó los primeros tiempos en Barcelona okupando camas y sofás de amigos y conocidos. A menudo recurría a la ropa de sus amigos, y no era extraño que pasara hambre o que para emborracharse persiguiera por bares y discotecas a quien lo quisiera invitar. Nazario, durante mucho tiempo, se bañó, cuando podía bañarse, en los baños públicos de la plaza Urquinaona o en los pisos de colegas y amantes. Su lecho, en condiciones precarias, se rompió en alguna ocasión... El grupo de amigos de Nazario ya sufrían desahucios antes de que la epidemia de los desahucios se extendiera por las antiguas clases medias. Con casi cuarenta años, Nazario sobrevivía vendiendo cómicos puerta a puerta. Sólo se atiborraba cuando había cócteles, y era más frecuente que llenara la panza de anís de lo que comiera.

A la sombra de Ocaña

Nazario es un individuo mucho más tímido que algunos de sus compañeros. De hecho, en muchos casos, en sus diarios, reconoce que él siempre estaba en un segundo plano. Sin duda, la figura emblemática de su grupo era el artista Ocaña, como Nazario andaluz de pueblo trasladado a Barcelona. Ocaña era un personaje excepcional en la Barcelona de la transición, tanto por su obra artística, como por su desbordante personalidad (que Ventura Pons llevó al cine en Ocaña, retrato intermitente). Nazario no llegó a despuntar tanto como él. Fue un dibujante de cómic rompedor, que tuvo problemas en un primer momento con la censura, pero con la transición pudo publicar sus provocativas e irreverentes obras. Publicó buena parte de sus creaciones en el Víbora, una revista muy valorada por los expertos, pero que nunca llegó a grandes tiradas. A pesar de todo, Nazario estuvo con contacto con los sectores menos convencionales de la cultura catalana, como Pau Riba o Jaume Sisa. Y ofrece una visión muy diferente de la cultura catalana a la que suele dar la historia oficial (es muy reveladora, por ejemplo, su participación en el Canet Rock).

Más allá de la ley

Nazario y sus amigos vivían una vida absolutamente desordenada; reconoce que para él levantarse a la una del mediodía era madrugar, porque se pasaba las noches de copas. Algunos de los miembros del círculo de Ocaña y Nazario acabaron dedicándose a la prostitución, de otros al tráfico de drogas, y algunos incluso se dedicaban a los pequeños robos. Los escándalos de cariz sexual sólo eran una parte de una relación conflictiva con las autoridades (en más de una ocasión fueron agredidos y detenidos por la urbana por travestirse). Los marginados sexuales se mezclaban con otros personajes marginales en la Barcelona de la transición.

La muerte

El estilo de vida del grupo de Nazario pasó factura prematuramente a muchos de sus miembros. La heroína se llevó por delante a muchos amigos y compañeros. A algunos la adicción los llevó a la prostitución, a la vida sin techo, al robo... Al fin, muchos cayeron víctimas de sobredosis. Otros miembros del grupo, o personajes relacionados con ellos, como el antropólogo Alberto Cardín, figurarían entre las primeras víctimas del sida. Esta epidemia dejaría un rastro de muerte en la promiscua comunidad homosexual que frecuentaba Nazario (en la que, además, había muchos heroinómanos). La depresión y las enfermedades mentales afectaron a muchos otros amigos del grupo. Ocaña, emblema de esta generación, moriría en un trágico accidente, al incendiarse su disfraz en una fiesta popular. Algunos otros miembros del grupo se suicidarían... E incluso se sospecha que algún miembro del entorno de Nazario fue envenenado. Los barceloneses de aquel entorno vivían deprisa y morían jóvenes, pero no dejaban bonitos cadáveres...

La gauche divine y la Barcelona canalla

El mundo de Nazario era el mundo realmente underground. Un mundo que atraía mucho a algunos intelectuales de izquierdas con fijación por la libertad sexual, pero que no tenía nada que ver con los ambientes finos de la gauche divine que se reunía en el Boccaccio. Nazario explica que tenían amistad con gente como Terenci Moix o Colita, pero "parecía que vivíamos en niveles diferentes y que sus reinos estaban muy alejados de los nuestros". Aunque a estos intelectuales, "les encantaba tener roces cono nuestro mundo canalla y ser considerados próximos o allegados a este mundo". Ocaña, gran amigo de Nazario, supo sacar rendimiento a estas relaciones, y vendía muchas de sus obras a sus amigos burgueses, pero Nazario deja claro que los trataban "como a monas de feria". En realidad, en varias ocasiones, Nazario y las "mariconas borrachas" desafiarán a los miembros del alta burguesía barcelonesa (como en un homenaje a Ocaña tras su muerte, en que organizaron un monumental escándalo en una galería de arte).

La solidaridad

Si Nazario sobrevivió a la precariedad absoluta en Barcelona fue gracias a las redes de solidaridad que se establecían al submundo canalla. Muchos días, el dibujante conseguía dormir a cubierto, comer o encontrar una cama para irse con su amante, gracias a la red de solidaridad entre los miembros del grupo. El submundo en qué Nazario se insirió estaba plagado de rivalidades, conflictos, envidias, riñas, escándalos..., pero también de ayudas, préstamos, regalos, consuelos...

Sin secretos

Nazario no tiene pelos en la lengua: explica sin ningún pudor sus relaciones íntimas y las de sus próximos. En realidad, el grueso de su libro está dedicado a los "mariconeos diversos" (como los define él mismo). La vida sexual de su círculo queda completamente al descubierto: "Los novios de Ocaña, que con él follaban gratis, le cobraban una buena pasta a Alberto Cardín", explica en algún punto. En otros no duda en comentar el tamaño de los atributos sexuales de algunos compañeros, las enfermedades venéreas de otros o las preferencias en la cama de personajes conocidos. Este exhibicionismo desbordante es, sin duda, uno de los atractivos de la obra.

Parar la ruleta

Cuando Nazario llegó a Barcelona optó por la bisexualidad y por las relaciones abiertas, aunque nunca consiguió controlar sus celos por la vida descontrolada de su pareja. Se aficionó a los licores de cualquier calidad, a la marihuana, al tabaco y a los escándalos A finales de los años ochenta, la vida de Nazario dio un giro y se fue estabilizando. Dejó el alcohol. Consiguió una casa, su meta más preciada. Se estableció con su pareja. Abandonó las aventuras heterosexuales... Este volumen de las memorias de Nazario acaban antes de la cita olímpica que transformará Barcelona, pero de hecho, también se cierran con un cambio esencial en la vida del mismo dibujante.

Tal cual

Nazario sabe explicar historias. No hay ninguna duda de su habilidad para narrar con gracia sus vivencias. Este libro tiene páginas extremadamente jugosas: crudas, amargas, hilarantes, desgarradoras, provocativas... Un torrente de vitalidad sin límites desborda la misma estructura del libro: hay anécdotas repetidas, personajes que desaparecen, saltos adelante y atrás en el tiempo... Pero todo eso es absolutamente accesorio ante la frescura de este texto que nos recuerda que otra Barcelona es posible. Un texto fascinante que nos da otra visión de la historia de Barcelona y nos permite percibir la ciudad y sus gentes con otra óptica, a pie de calle.

 

Imagen de portada: Ocaña, Camilo, Nazario y Maite en la primera manifestación gay, 1977. Foto de Marta Sentís.