Al recorte de los mercados europeos por la mañana ha seguido la corrección de Wall Street por la tarde. El Dow Jones ha retrocedido un 0,3% en la apertura ratificando la advertencia previa de los futuros. Es un momento de impasse.

No es que se esperen mañana sorpresas negativas por parte de la Fed, de la que se publicarán las minutas de su última reunión, ni tampoco que el crecimiento pueda rebajarse, ya que Goldman Sachs, por ejemplo, ha elevado su previsión de mejora del PIB americano en el tercer trimestre al 2,4%. Es otra cosa.

¿Qué? Es la correlación entre mercados y economía lo que no concuerda. El mismo Goldman Sachs que prevé más crecimiento previno hace unos días de una caída de las bolsas de un 10%.

El IPC de julio en EE.UU. fue cero, aun cuando los ingresos de trabajadores  subieron un 0,6% frente a un 0,1% anterior. Los tipos de interés bajos no logran hacer remontar la inflación. Y es la política monetaria, sin embargo, la que levanta el precio de las bolsas. La producción industrial, del +0,7%, en julio, no bastó para mantener el optimismo.

En Europa, el sentimiento de confianza de los empresarios en agosto no ha sido malo, pero ahora se ve a la eurozona demasiado sola, y no únicamente por el Brexit, sino también por las dudas que levanta Japón y por un descenso del dólar que obstaculiza las exportaciones. Hoy la jornada segunda parte en los mercados parecía una tarde de verano al sol y sin una buena sombrilla bajo la que cobijarse y respirar.