La gente no lee. Hace años, décadas, que los filólogos no paran de insistir en el tema. Y exigen medidas urgentes a las instituciones, a las escuelas, a los políticos, a los medios de comunicación, a la sociedad en general... Si analizamos las estadísticas sobre el estado de la lectura en nuestro país veremos que no les falta la razón.

Sin embargo...

Ateneu Barcelonès. 7 de julio. 9h45 de la mañana. El salón de actos está bien lleno: unas 150 personas esperan el inicio de la IV Jornada sobre Lengua y Sociedad en los Territorios de Habla Catalana. Muchos de ellos son filólogos. El acto empieza con 15 minutos de retraso. Hace rato que la sala está llena. Algunos han venido en grupo y esperan charlando que empiece la actividad. Muchos han venido solos. Se entretienen jugando con sus teléfonos móviles, enviando mensajes por WhatsApp o practicando la meditación trascendental con la mirada fija en el infinito. No hay uno que mate el tiempo leyendo. Ni uno solo. En sus manos no encontramos ni una novela de autor catalán, ni un best-seller norteamericano, ni un poemario checo, ni un cómic japonés... Hay más gente que lee libros en un metro en hora punta, lleno de albañiles, secretarias, estudiantes, informáticos y dependientes, que en un encuentro de destacados especialistas en la lengua catalana. Los filólogos no leen. Eso sí, pontifican.