Al poeta, ensayista y crítico de arte Vicenç Altaió el confinamiento lo sorprendió en Cadaqués, con una sola muda, una conexión wi-fi intermitente, y sin ordenador. Pero a uno de nuestros más destacados arietes de la cultura contemporánea no le hace falta mucho más para analizar la situación complicada que pasan los creadores y el mercado del arte.

Josep Pla pasó la gripe española en el Empordà y aprovechó para escribir el Cuaderno Gris. Altaió desgrana la personalidad del creador y del artista que "es un intelectual sensible a todo lo que pasa fuera, pero que también tiene que trabajar internamiento. A la tradición catalana hay autores que han vivido de forma muy aislada, como Miró, pero su mensaje ha sido universal". Por eso, considera que "el confinamiento, hoy, es un espacio de reflexión". En este sentido, el poeta explica que los artistas están de acuerdo en que hay que refundar a la sociedad.

"Lo peor que puede salir de las crisis es el desequilibrio social y en esta reconstrucción que habrá que hacer, la cultura, que lo ha perdido absolutamente todo, se tiene que poder situar en el centro de la relación humanística", explica Altaió. Al mismo tiempo se muestra esperanzado en la tecnología para poder hacerlo. Los artistas viven en relación a la sociedad y, en este confinamiento, "que no vivimos como unas vacaciones, voy viendo una profunda reflexión, gracias a la relación con la sociedad que podemos mantener a través de las tecnologías, y gracias a los valores".

Altaió recuerda que los cataclismos de principios del siglo XX permitieron crear una corriente nueva, el dadaísmo, que cambió completamente el arte haciendo surgir a todas las vanguardias. "Muchas cosas dejarán de ser", sentencia, pero al mismo tiempo cree que "tiene que haber esperanza en el arte; los artistas tienen que tener un papel, y habrá que adaptarse a un lenguaje nuevo". En este ámbito, y con respecto al mercado del arte que se derivará, vaticina que "nos equivocaríamos si invirtiéramos en los restos del pasado".

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