Las personas privadas de libertad triplican la tasa de fumadores de la población general. El tabaco está muy arraigado a la cultura penitenciaria. A menudo actúa como moneda de cambio y favorece la conversación y la socialización entre los internos. Concretamente, los jóvenes reclusos de entre 18 y 21 años fuman más que el resto y, en cambio, sólo fuman una de cada dos mujeres presas.

Las personas privadas de libertad triplican la tasa de fumadores de la población general

Con el fin de ayudar a la reducción del consumo de tabaco en los centros penitenciarios -tanto por parte de los internos como de los trabajadores-, los Departaments de Salut y Justícia pusieron en marcha hace unos meses un plan para reducir su consumo.

Es un programa que tiene como objetivo reducir el consumo de tabaco y, al mismo tiempo, proteger a las personas no fumadoras, y prevé la posibilidad de que los internos puedan escoger si duermen en una celda de fumadores o sin humo.

Son programas personalizados para internos y trabajadores

Actualmente, en las prisiones se puede fumar en varios espacios comunes, como los patios y las celdas. Desde el año 2005, con la Ley antitabaco, el Departament de Justícia convirtió en espacios sin humo los comedores, las salas de día, las zonas de actividades en común, las escuelas, los talleres laborales y las áreas deportivas. El objetivo entonces fue disminuir el nivel del tabaquismo pasivo y todas las consecuencias que genera, como enfermedades cardiovasculares, respiratorias y neoplasias en adultos, ya que ni la filtración, ni la ventilación se han mostrado eficaces.

Consultas antitabaco por internos y trabajadores

El programa antitabaco en los centros penitenciarios incluye consultas específicas de deshabituación con el fin de crear un plan personalizado para cada persona. Por ejemplo, el profesional sanitario puede programar al interno visitas casi diarias durante los primeros días después de dejar el tabaco. Otra opción es proponerle formar parte de talleres grupales para abandonar el hábito.

El Departament de Justícia también prevé la posibilidad de que algún interno pueda salir del centro para hacer este tratamiento, siempre bajo la supervisión y el apoyo de la enfermera de enlace. El programa también incluye charlas de educación sanitaria sobre el consumo de tabaco en las escuelas de las prisiones, y actividades de sensibilización que se sumarán a los consejos médicos y al seguimiento de los equipos de atención primaria.

Al mismo tiempo, los monitores de deportes también promueven los hábitos de vida saludable con los programas de tratamiento penitenciario vinculados al ejercicio físico. En este contexto, el año 2018, 7.667 internos participaron en actividades deportivas y 792 tomaron parte en el programa de educación para la salud.

La salud en los centros penitenciarios

Las enfermedades como la hepatitis C crónica o la infección por VIH son más elevadas dentro de las prisiones en comparación a la media de la población general. También lo son los trastornos mentales como la esquizofrenia. Con respecto a las patologías comunes, las más frecuentes son las enfermedades de dientes y encías, obesidad o dermatitis.

En un año, los nuevos equipos de atención primaria penitenciarios realizan un total de 602.335 actos clínicos. De estos, 353.000 son visitas médicas, 204.772 de enfermería, 9.689 de odontología y 34.874 otras especialidades.

El Institut Català de la Salut (ICS) asumió la gestión de la atención sanitaria en las prisiones en el 2014, y ha incorporado con el paso de los años nuevas herramientas y servicios que mejoran la atención a los reclusos y, al mismo tiempo, facilitan la tarea de los profesionales.