Antoni Llena (Barcelona, 1943), escultor, pintor y dibujante, ha vivido el confinamiento en silencio, rodeado de bosque en Vallvidrera, donde ha reordenado, escogido y destruido dibujos que no le gustaban "te encuentras ante cosas que sientes vergüenza de haber hecho" hasta llegar a tener una cierta depresión por todo ello. Afortunadamente, sin embargo, ha creado nuevos, hasta 350 dibujos, hasta que se le acabó el papel y los colores. Una selección de esta creación confinada, que le recuerda un cuadro de Brueghel o el Bosco, lo expondrá el próximo año a la Fundación Vila-Casas.

 

"Siempre he tenido conciencia de relatividad". Este artista conjuga la obra pequeña con otras gigantescas. El papel y el yeso son materiales simples que le permiten crear. "Hacía pequeñas esculturas de papel, muy frágiles, para contradecir los grandes monumentos" faceta que curiosamente ha acabando haciendo. A David y Goliat, en la Villa Olímpica, Preferiría no hacerlo, en el edificio Novíssim del Ayuntamiento, y Homenaje a los Castellers, en la plaza Sant Miquel, utiliza metales duros como el acero. "Era un reto y una satisfacción pasar de la escala pequeña a la escala grande". Son esculturas que generaron algunas críticas pero que el final la gente ha acabado haciéndolas suyas".

David i Goliat, tumbado para el Glòria, volverá a ser elevado una vez se solucione el problema de la prótesis de rodilla vencida por el viento huracanado. Esta escultura es un encargo que asumió a pesar de ser consciente de la dificultad en competir visualmente con dos rascacielos, la fuente y la chimenea que lo rodean. "Pensé en una escultura que obligara a la gente a levantar la cabeza para ver la máscara y que permitiera transitar por debajo. Siempre ha habido este riesgo de la fragilidad, de si cae o no cae, de que un día vendría una ventolera y la policía me iría a buscar". Hasta que pasó. El gigante de 160 metros cuadrados y nueve toneladas dobló la rodilla. La inspiración le llega al artista trabajando y a veces fruto de pequeños detalles. Para el monumento de los castellers, que no quería que fuera ramplón a base de muñecos que montan unos encima de los otros, se inspiró en la malla de las botellas de Marqués de Riscal una noche que llevaba vino a casa de unos amigos. "La referencia folclórica no me interesaba, quería darle una dimensión mítica, de 30 metros en lugar de 15". La quiso meter en la pequeña plaza de Sant Miquel para integrarla en el meollo artístico-histórico de Barcelona, entre medio del gótico, el renacentista y el neoclásico.

Como muchos artistas ha sufrido cambios de carácter I de ganas. Influido por Antoni Tàpies, que lo descubrió, arrancó la carrera el año 1966, pero el año 1969 la dejaría interrumpida diez años. Ahora lleva|trae cuarenta años seguidos de creación y encargos no le faltan: "No ofrezco nada, me vienen a buscar y siempre digo que sí". Como a esta entrevista.

 

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