Alma, la red social social es una nueva manera de hablar social. Con actitud y optimismo. Desde la diversidad. Y a partir de las historias de "la Caixa". Alma quiere ser también un punto de encuentro de las infinitas realidades sociales de nuestro mundo.

Hace muchos años, un caminante se encontró con tres picapedreros y les preguntó qué hacían. El primero respondió que ganarse el pan; el segundo, que picar piedra; y el tercero, que construir una catedral. En tu trabajo, puedes cortar el pelo de tus clientes o subirles la autoestima. Puedes limpiar hospitales o contribuir a la mejoría de los enfermos. Puedes servir comida o cocinar felicidad.

Saber para qué sirve tu trabajo, qué aportas a los demás, más allá de las tareas concretas, puede convertir cualquier trabajo en una vocación. Chef y repostero en el que fue uno de los mejores restaurantes del mundo, El Bulli, y desde hace años empresario por su cuenta, Albert Adrià sabe muy bien por qué trabaja en gastronomía. “Más allá de servir comida, a mí lo que me motiva, mi ilusión, es servir felicidad.” Es lo que da sentido a las 14 horas diarias que dedica a los fogones. “Entré en esta profesión casi por necesidad: a los 15 no quería estudiar más, mi padre me dijo que me pusiera a trabajar y a mi hermano le faltaba personal en su cocina. Fue años después cuando me enamoré del oficio y si sigo aquí es porque sé que tengo mucha suerte de poder trabajar en algo que me gusta y que se ha convertido en mi vida. En cualquier profesión, si quieres que te vaya bien, tienes que disfrutar.”

Y si no existe ese puesto de trabajo que te permita hacerlo, ¿por qué no intentar crear tu propio negocio? Albert montó su primer gastrobar, el Inopia, en el 2006. Once años más tarde, con siete restaurantes y tres estrellas Michelin acumuladas, explica que “además de tener sentido común y saber tomar decisiones empresariales”, para que un negocio funcione tienes que saber “que cada día puedes equivocarte y que no pasa nada. En mi trayectoria no todo han sido éxitos, pero hay que saber reaccionar”. Y si emprender conlleva retos para alguien con su recorrido, para los muchos que tienen buenas ideas pero poca experiencia o pocos recursos puede parecer una quimera.

«Para los muchos que tienen buenas ideas pero poca experiencia o pocos recursos emprender puede parecer una quimera»

A los 28 años, la venezolana Ana Pérez decidió reorientar su trayectoria profesional hacia algo que siempre le había gustado: cocinar. “Y resulta que encontré mi vocación. Mi madre me enseñó de pequeña lo que significaba querer a alguien a través de la cocina, y eso es lo que quiero: transmitir a los clientes la energía que pongo en cada plato y nutrir no solo su cuerpo sino también su alma.” Empezó con la pastelería, después montó un servicio de catering y cuando sintió que estaba preparada, cinco años más tarde, buscó asesoría para montar su propio restaurante. La encontró en los técnicos de la fundación de la mujer emprendedora FIDEM. A partir del programa Incorpora Autoempleo de ”la Caixa”, que proporciona asesoramiento continuado y formación a personas en riesgo de exclusión social y colectivos vulnerables para que la capacidad de emprender esté al alcance de todos, “nos ayudaron a crear el plan empresarial, a buscar un local, a gestionar los seguros y a conseguir la inversión inicial a través del banco social MicroBank”. En un año ella y su socia, Valerie Ramos, abrieron su primer restaurante, Bendita Helena, y otro año después, una segunda cafetería. “Su apoyo fue fundamental, son gente que están verdaderamente ahí por ti e incluso ahora nos siguen ayudando.”

Ahora Ana no puede esconder su ilusión ni mientras explica que montar una empresa requiere mucha dedicación y paciencia. “Yo en cocina trabajo muy rápido, y esperas que en tu negocio todo vaya igual, pero aprendes que toma tiempo.” No se trata solo de perseguir un objetivo, sino de vivir el proceso. “Cada paso, cada prueba, cada dificultad… cuando lo superas con tu equipo y ves que el esfuerzo da resultados y que tu empresa crece, se te pone la piel de gallina.”

«Todos deberíamos buscar la manera de sentirnos útiles y descubrir qué podemos aportar de positivo a los demás»

En el caso de Albert, su emprendimiento ha sido fruto de su necesidad de expresarse y evolucionar. Le ha dado nombre, fama y sentido. Es Albert Adrià. El repostero, el chef. El trabajo como identidad. Ana, por su parte, ha dado sus primeros pasos y, por el momento, su trabajo le ha dado un futuro y un lugar en el mundo. “No es fácil, pero aunque se haga tarde como yo, todos deberíamos buscar la manera de sentirnos útiles y descubrir qué podemos aportar de positivo a los demás. Todos tenemos algo.”

Para el 99 % de los mortales, el trabajo es, sin duda, una herramienta indispensable para ganar en calidad de vida y sentirse integrado en la sociedad. Y teniendo en cuenta que, como poco, pasamos un tercio de nuestros días trabajando, todo indica que, ya sea limpiando escaleras, cocinando o vendiendo aspiradores, vale la pena intentar encontrarle un sentido, tu propio sentido, y… disfrutar.