Lo ideal, cuando desgraciadamente enfermamos, es que los médicos sean capaces de darse cuenta de qué nos sucede, pero no siempre es posible. En ocasiones es sencillo distinguir síntomas de determinadas patologías. Además, estar pendiente de ellos puede hacer más fácil que se produzca un diagnóstico precoz con las ventajas que conlleva.

Sin embargo, no siempre es posible que se puedan diagnosticar con prontitud porque hay enfermedades que no dan la cara, que son asintomáticas o silentes. A continuación vamos a ver algunas de las más importantes.  

La anemia

La anemia se produce cuando disminuye la concentración de glóbulos rojos y de hemoglobina (proteína que transporta el oxígeno) en la sangre. Suele estar provocada por una dieta deficiente, una enfermedad, problemas en la médula ósea donde se producen las células sanguíneas, una pérdida de sangre abundante, un embarazo o la menstruación.

Para detectarla, es necesario realizar un análisis de sangre pero hay una serie de síntomas que pueden poner en alerta, como la sensación de cansancio y debilidad, las palpitaciones, sudoración y falta de aire, o la palidez, particularmente visible en las palmas de las manos, los labios, las uñas, las mucosas de la boca y de la faringe.

La hepatitis

La hepatitis es una enfermedad inflamatoria del hígado y puede tener un origen infeccioso (causado por un virus o una bacteria), inmunológico (producido por los anticuerpos de la misma persona) o tóxico (abuso de alcohol, fármacos, drogas…). La más común es la de origen vírico, que da origen a las hepatitis A, B, C, D y E, y puede transmitirse a través del agua, la leche, algunos alimentos, los fluidos corporales o las relaciones sexuales.

Los primeros síntomas pueden ser parecidos a una gripe: dolores musculares y de articulaciones. También puede aparecer ictericia o color amarillento de la piel, debido a que la enfermedad produce una subida en la concentración de bilirrubina en sangre. Otro síntoma es la orina oscura. Es importante tener en cuenta que no todas las hepatitis son iguales ni tan peligrosas, pero estar alerta al principio puede evitar problemas futuros.

Alzheimer

Esta demencia provoca la pérdida gradual de neuronas cerebrales y afecta, principalmente, a personas mayores. A partir de los 65 años sería importante estar al tanto de síntomas como la pérdida de memoria, los problemas con el lenguaje o los cambios en el comportamiento y la personalidad.

Un anciano es ayudado por un joven familiar
Un anciano es ayudado por un joven familiar

Cáncer

El cáncer provoca que una célula normal del cuerpo humano se transforma mediante un cambio en su ADN en otra que tiene un comportamiento anormal y que resulta muy nociva, porque se multiplica muy rápidamente y se extiende a otras zonas del organismo produciendo un grave daño. Hay diferentes tipos de cáncer, aproximadamente 200, y es una de las patologías más peligrosas.

Es difícil establecer una lista de síntomas teniendo en cuenta la gran cantidad de tipos que existen, pero es importante tener en cuenta algunos signos, como la aparición de un bulto, un nódulo, una herida o llaga que no cicatriza, un dolor persistente en el tiempo en alguna zona del cuerpo o la pérdida de peso no justificada.

Esclerosis múltiple

Es una enfermedad neurodegenerativa crónica que afecta al sistema nervioso, dañando la mielina, una sustancia que recubre las fibras nerviosas. Es la patología crónica más frecuente entre los adultos jóvenes europeos y afecta principalmente a mujeres. Al comienzo, los síntomas no son demasiado evidentes, por eso cuando se descubre, normalmente lleva años presente en el organismo de una persona.

Teniendo en cuenta que es importante tratar la enfermedad en su primera fase, pues se puede modificar la evolución o reducir la progresión de la discapacidad, es importante estar pendiente de posibles síntomas como pérdida de fuerza, fatiga y hormigueo en las extremidades y dolor crónico en brazos, piernas y espalda, alteraciones visuales y en el equilibrio,  y dificultades de coordinación.