Como explica la OMS, el cambio climático “es la mayor amenaza para la salud mundial del siglo XXI”. Consecuencias directas como las olas de calor, sequías, tormentas fuertes y aumento del nivel del mar e indirectas como enfermedades de las vías respiratorias, inseguridad alimentaria y del agua, desnutrición y desplazamientos forzados suponen un serio problema para la población mundial.

La piel es el órgano más grande del cuerpo y la que más interactúa con el medio ambiente. Cuando pensamos en cómo afecta el cambio climático nos viene a la mente el aumento de las temperaturas y el impacto de los rayos solares aumentando el riesgo de sufrir cáncer de piel, pero hay otras formas en que la piel puede verse afectada.

Consecuencias en la piel

Por ejemplo, debido a la contaminación del aire, la reducción de la capa de ozono, el aumento de la humedad en el ambiente o el polen. Todos estos factores pueden contribuir a problemas como el acné, signos prematuros de envejecimiento, afecciones como erupciones, urticaria, eccema y psoriasis o las enfermedades infecciosas y sus efectos secundarios relacionados con la piel.

Existen varios ejemplos. Según esta investigación realizada en Málaga, una reducción de solo el 1 por ciento en el espesor de la capa de ozono aumenta la incidencia del carcinoma de células escamosas de un 3 a 4,6 por ciento, el carcinoma de células basales en un 1,7 a 2,7 por ciento y el melanoma en un 1 a 2 por ciento. La contaminación del aire que resulta de la quema de combustibles fósiles también puede aumentar las tasas de cáncer de piel. Cuando los combustibles fósiles se queman, el dióxido de carbono y otros contaminantes como los hidrocarburos poliaromáticos se liberan en el aire.

Según esta revisión realizada en la Universidad de Vanderbilt en Estados Unidos, estas nanopartículas, también conocidas como PM2.5, penetran en la epidermis y pueden atravesar la piel a través de folículos y glándulas. El mismo estudio concluyó que la contaminación del aire empeora las afecciones inflamatorias de la piel, especialmente la dermatitis atópica.

Rostro de un hombre / Unsplash
Rostro de un hombre / Unsplash

Por otro lado, las tasas de acné están aumentando y afectan a alrededor del 85% de los jóvenes entre las edades de 12 y 24 años. El cambio climático puede alterar el equilibrio del pH de la piel. El aumento de la sudoración y la producción de sebo también pueden aumentar los brotes de acné. Una mayor exposición al sol, además, puede empeorar el envejecimiento de la piel con el tiempo, porque el aumento de la radiación ultravioleta y los contaminantes ambientales aumentan el estrés oxidativo en la piel.

Las temperaturas y la humedad más altas pueden provocar más sudoración, lo que desencadena brotes en personas con eccema y psoriasis. También puede provocar otras afecciones de la piel, como erupciones cutáneas, pie de atleta y urticaria e incluso enfermedades infecciosas, como el impétigo o el sarampión, además de las causadas por virus y hongos, que se incrementan debido al aumento de las temperaturas. Es el caso de la enfermedad de Lyme o la anaplasmosis, transmitida por garrapatas.

Qué hacer

Los mejores consejos para proteger la piel de estos efectos son usar protección solar, evitar las horas de mayor incidencia del sol –entre las doce y las cinco de la tarde–, comprobar la calidad del aire diariamente, mantenerse hidratado y llevar una dieta equilibrada que incluya alimentos ricos en vitaminas, especialmente E y C que protegen la piel del daño oxidativo.