El juicio al procés continúa su tortuoso camino, ahora con las declaraciones de los guardias civiles que actuaron en Catalunya en otoño del 2017. Los presos políticos catalanes, acusados de rebelión y sedición por parte de un Estado que se encargó de construir un relato de violencia que se ha demostrado inexistente.

Sánchez y Cuixart Audiencia Nacional / EFE

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Pero lejos de retroceder, los poderes del Estado insisten en intentar probar que la agresividad de los catalanes, los días anteriores y posteriores al referéndum del 1-O, fue terrible. Ahora, con el testimonio de los agentes de la Guardia Civil que durante aquellos días quisieron evitar el referéndum requisando papeletas y a golpes de porra contra los votantes. El exdelegado del Gobierno en Catalunya, Enric Millo, les allanó el terreno con "la trampa del Fairy". Según su versión, los catalanes atacaron a la policía española con jabón de lavar platos.

supremo enric millo Efe

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A partir de aquí, los agentes que han desfilado estos días por el Tribunal Supremo han intentado sostener como fuera el relato de la violencia que sufrieron. "La técnica que usaban para no dejarnos pasar era sentarse en el suelo y cruzarse de brazos", dice un guardia civil. "Por primera vez en mi vida profesional, vi el reflejo del odio en la gente", asegura otro. Todos piden que su cara no salga por la televisión, por si las moscas.

Valls Guàrdia Civil claveles

Haría gracia si no hubiera doce personas de que se están jugando pasar décadas en la cárcel. Eso mismo es lo que ha pensado el periodista Jair Domínguez, que comenta el juicio, a su manera, a través de sus redes sociales. "Yo también querría declarar anónimamente si fuera un puto mentiroso". El discurso de los agentes no se aguanta por ningún sitio. ¿Es por eso que no quieren que se les vean las caras? La última demostración de la impotencia de la Guardia Civil, que no puede probar que los indepes sean violentos: "Nos gritaban fascistas, hijos de puta y nos tiraban claveles a los coches". Terror. Las flores son la nueva versión de aquel famoso "tienen armas de destrucción masiva" de José María Aznar. Y Jair dice basta. El testimonio de los policías españoles, delirante.

Primero fue Millo y las peligrosísimas pompas de jabón. Después, los twitters como arma arrojadiza. Ahora, las flores como munición. Y lo que queda...