El doctor Manuel Sans Segarra, cirujano retirado y divulgador, ha dedicado gran parte de su vida profesional a la medicina de alto nivel, siendo pionero en la introducción de la laparoscopia en España y jefe del servicio de cirugía del Hospital de Bellvitge. Sin embargo, en sus últimos años, su interés se ha volcado hacia un territorio que combina ciencia, espiritualidad y filosofía: las experiencias cercanas a la muerte (ECM) y el sentido profundo de la existencia. 

La muerte no es el final absoluto  

Su acercamiento a este fenómeno no fue casual. Todo comenzó con casos clínicos que desafiaron su formación científica. Pacientes declarados clínicamente muertos, sin actividad cerebral detectable, regresaban a la vida relatando con precisión lo que había ocurrido en la sala de reanimación o incluso en lugares distantes. Algunos describían haber “salido del cuerpo” y observado la escena desde arriba; otros narraban encuentros con seres queridos fallecidos o con figuras luminosas que transmitían paz y guía. Estos testimonios, verificados en detalles objetivos, llevaron a Sans a investigar más allá de los límites convencionales de la medicina. 

Para él, la muerte no es un final absoluto, sino una transición hacia otra dimensión de la existencia. Afirma que “cuando morimos, solo dejamos atrás el cuerpo”, una carcasa física compuesta de materia que, como todo en el universo, se transforma. Esta visión, lejos de ser meramente mística, se apoya en estudios y resonancias magnéticas funcionales que han mostrado activaciones cerebrales específicas cuando pacientes reviven mentalmente sus ECM. En sus reflexiones, Sans conecta estas experiencias con un problema social creciente: el nihilismo. Considera que la falta de propósito vital, especialmente en jóvenes, puede derivar en conductas autodestructivas. Frente a ello, propone una filosofía de vida basada en tres pilares: amor altruista, servicio a los demás y hábitos de bienestar integral. 

El amor como fuerza vital de las relaciones humanas 

El amor, entendido como entrega incondicional y desinteresada, es para él la fuerza vital que enriquece las relaciones humanas y facilita la trascendencia. Servir a otros, incluso en medio de las dificultades, convierte cada reto en una oportunidad de crecimiento personal y colectivo. Y, para sostener este enfoque, recomienda prácticas concretas: la meditación para conectar con la supraconciencia y regular la actividad cerebral; el ejercicio físico para mantener la energía y la salud; y la gratitud como herramienta para cultivar una perspectiva positiva y resiliente. 

Manuel Sans subraya que la meditación no es solo una técnica de relajación, sino un medio para acceder a niveles más profundos de conciencia, capaces de transformar crisis emocionales y existenciales. En su experiencia, quienes integran estos hábitos en su vida diaria desarrollan una mayor serenidad ante la idea de la muerte y una motivación más sólida para vivir con plenitud. Lo cierto es que el doctor Manuel Sans Segarra ofrece una visión integradora en la que la ciencia y la espiritualidad no se excluyen, sino que se complementan. Sus investigaciones y vivencias apuntan a que la muerte podría ser solo un cambio de estado, y que la verdadera tarea humana es vivir con propósito, amor y servicio.