La vida de Antoni Gaudí no solo se mide en obras maestras arquitectónicas, sino también en un recorrido de mudanzas que lo llevaron a habitar siete casas en Barcelona. Cada cambio de domicilio reflejó no solo su carácter, sino también la forma en que su obra se entrelazaba con su vida cotidiana. Ahora bien, lo que pocos saben es que, incluso viviendo en lugares apartados, nunca renunció a caminar cada día hasta su proyecto más ambicioso: la Sagrada Familia.

El llamado arquitecto de Dios eligió residencias que iban desde sencillos pisos en el casco antiguo hasta el retiro místico en el Park Güell, donde compartió techo con su padre, que atravesaba problemas de salud, y una sobrina huérfana que también estaba enferma. Fue precisamente en esta última casa, conocida como la Casa Rosada, donde Gaudí pasó casi dos décadas de su vida, demostrando una disciplina de hierro al recorrer a pie los más de 30 minutos que lo separaban de su obra inmortal.

Antoni Gaudí y sus primeros hogares en Barcelona: del Born al corazón del Raval

Al llegar a Barcelona en 1868, el joven Gaudí, procedente de Reus, Tarragona, se instaló en un modesto piso en el barrio del Born (Ciutat Vella), concretamente en la plazoleta de Montcada, 12, muy cerca de la iglesia de Santa Maria del Mar, templo que lo inspiró en su fascinación por el gótico catalán. Sus primeros años, marcados por la austeridad, le ofrecieron un contacto directo con el pulso histórico de la ciudad, una experiencia que forjó un arquitecto capaz de convertir la ciudad en una sinfonía de formas. Pero no pasó mucho tiempo antes de que realizara su primera mudanza, apenas a unos metros de distancia, en la calle Espaseria. Con ello, quedó claro que Gaudí se sentía cómodo en el corazón medieval de Barcelona, donde las calles angostas y las construcciones antiguas alimentaban su imaginación.

Las mudanzas de Gaudí en Ciutat Vella: un laboratorio de inspiración modernista

El recorrido continuó en la calle Verdaguer i Callís, donde vivió con su tía. Desde allí, contemplaba cómo el casco histórico se transformaba con nuevas obras modernistas. Su tercera mudanza lo llevó a la calle Sant Rafael, en pleno Raval, donde el ambiente popular y bullicioso marcaría otro capítulo de su vida. Tras abandonar el casco antiguo, Gaudí se trasladó al Eixample, barrio que empezaba a convertirse en símbolo de modernidad. Vivió primero en la calle Consell de Cent y luego en Diputació 339, rodeado de burgueses que serían sus principales mecenas. Esta etapa lo conectó con quienes financiaron proyectos icónicos como la Casa Batlló y la Casa Milà.

Pero su gran salto lo dio al mudarse a la Casa Rosada del Park Güell, un lugar apartado del centro que le brindaba paz y un entorno natural. Allí residió desde 1906 hasta 1925, año en que decidió abandonar la comodidad doméstica para instalarse en el taller de la Sagrada Familia, dedicando sus últimos meses de vida al templo que jamás vería terminado. La disciplina de Gaudí era inquebrantable: caminaba diariamente 30 minutos desde el Park Güell hasta la Sagrada Familia, sin importar el clima ni su salud. Este ritual se convirtió en parte de su legado, una muestra de su devoción absoluta por una obra que absorbió más de cuatro décadas de su existencia. Finalmente, en 1926, su vida se apagó abruptamente tras ser atropellado por un tranvía.