A veces, la vida te lleva por caminos que no te esperas. En el mundo de la televisión, el cine o el teatro, son muchos los actores o actrices que tienen que cambiar de vida, desgraciadamente, porque se acaban las ofertas, porque no hay suficientes papeles para todos los excelentes intérpretes que tenemos en este país. A veces, sin embargo, hay quien elige un cambio de rumbo, un nuevo estilo de vida, otra pasión, más allá de subir encima de los escenarios o aparecer delante de una cámara. Lo hizo Ernesto Collado (Com si fos ahir en TV3), que se fue a hacer de perfumista en el Empordà. Y ahora lo ha hecho un actor de Granollers, que a los 52 años, lo ha dejado todo para dedicarse al vino, a hacer de sumiller. Es David Janer, conocido especialmente por su papel en una serie muy recordada, Águila Roja. Durante 116 capítulos interpretó a este justiciero enmascarado del siglo XVII, el maestro de escuela Gonzalo de Montalvo.


Janer llegó a este papel después de una sólida carrera en la televisión, con papeles en series como Compañeros o Los hombres de Paco, pero también muchas apariciones en TV3: Laberint d'ombres, El cor de la ciutat, Mar de fons, 16 dobles, Temps de silenci... Después de Águila Roja, llegó su participación en otra serie con muchos capítulos, Amar es para siempre. Pero por lo que se ve, lo que no ha sido para siempre es verlo haciendo de actor, porque hubo un día que decidió cambiar de vida y dedicarse a su gran pasión, el vino. Se ha formado estudiando la carrera para ser sumiller en el CETT de la Universidad de Barcelona, el centro universitario de Hostelería, Turismo y Gastronomía de referencia en el país, y es el conductor de Enológica, en Amazon Prime.


A los 52 años, Janer está viviendo un sueño. Entusiasmado con su pasión, incluso cuando viaja haciendo turismo tiene un ojo puesto en lo que más le gusta. Y ahora acaba de vivir uno de los sueños que tenía desde hacía tiempo. Como él dice, "sueño cumplido". ¿Qué ha hecho? Ir a Saint Michel de Montaigne, a la torre que honra al filósofo y humanista del siglo XVI. Alguien para quien, como él destaca emocionado al lado de una escultura suya, "lo más importante era lograr la máxima coherencia, tanto interna como externa, y en esta difícil tarea sus principales aliados fueron los libros, el silencio, el autoanálisis y, sobre todo, su refugio, la torre que hoy en día aún se conserva y lleva su nombre (...). Aquí se retiró Montaigne a los 38 años y desde aquí empezó a conocerse...".



Un David Janer conmovido como hacía tiempo que no le pasaba, un tipo que se encuentra en calma con él mismo y que está encantado de la vida de que "varios siglos después, mi alma, que pronto fue acariciada por el alma afín de sus 'ensayos', ha podido rendir tributo al filósofo de la Torre". Un sueño hecho realidad: "Sueño pendiente que por fin tomó forma. Poder estar ahí, solo, sin otros visitantes, ha sido algo que ha rozado lo mágico, lo místico, incluso lo numinoso. Ver su habitación, su gabinete, su capilla; leer en su cuarto, pasear por su biblioteca, mirar por la ventana desde donde él observaba y meditaba (...). Todo ello ha sido una experiencia memorable y perdurable. De nuevo, Montaigne, gracias por tanto". Y recomienda fervientemente, hacer una visita a la torre, "y alguna que otra hojeada a sus páginas. Quizá, con un poco de suerte, su dulce espíritu, entre estoico, epicúreo y escéptico, os acaricie y os deje huella... Y si no, al menos podréis probar sus vinos: profundos y sabrosos, como él".

Si podéis, y tenéis al alcance una botella de este vino, brindad por Montaigne. Y por David Janer.