La décima visita de Juan Carlos en España tras su huida a los Emiratos ya es historia. Una bastante extraña, sin sentido, temeraria y algo sucia. La excusa para el desplazamiento a su idolatrado Sanxenxo era, una vez más, las regatas. A pesar de sus 86 años y problemas de movilidad más que notables, sigue subiendo al 'Bribón' y disfrutando, a su manera, de la competición. En esta ocasión, sin embargo, no ha repetido la escena. No se ha embarcado ni el sábado ni el domingo, por motivos que no habían sido aclarados del todo: algunos decían que por falta de viento, pero ni mucho menos. Mentira. La realidad es que no querían alarmar al personal. Ni enfurecerlos, sobre todo.

Los royals españoles no pasan por una buena época con respecto a la salud. Los veteranos son los que más preocupan: Juan Carlos y Sofía. La griega acaba de salir del hospital después de un ingreso de urgencia por una infección urinaria muy resistente, sus hijos estaban preocupados. No así su marido, que no le ha dedicado ningún gesto público de apoyo. Por descontado, de ninguna manera se ha desplazado a la Clínica Ruber de Madrid ni al Palacio de la Zarzuela para, ni que fuera, hacer una visita rápida de cortesía. Pero como no es bienvenido en su antigua casa, ni se lo plantea. Y, por otra parte, resulta que en este caso concreto, la presencia del exmonarca era desaconsejable. Estaba enfermo, y podía ser contagioso. Un problema de salud repentino que se reveló al llegar al aeropuerto de Vigo, y que ha ido arrastrando en casa de Pedro Campos y en el Club Náutico de la ría de Pontevedra.

Arrastrando, pero también diseminando. Y los destinatarios de este obsequio real eran sus fanáticos, el gentío que hizo cola el sábado y domingo para chocar manos, abrazarlo, besarlo, para presentarle a sus criaturas y quizás frotarle en la chepa un décimo de lotería, como si fuera un amuleto. Recordarán que EN Blau se hacía eco de una imagen asquerosa y poco higiénica del Borbón mientras recibía los cumplidos de sus incondicionales, tripulación incluida: se sacaba los mocos con una mano y dedos que después ofrecía al personal. Era lo más parecido a un arma biológica, estaba llena de patógenos, gérmenes y pequeños soldados del catarro que llevaba encima. No hemos aprendido nada de la covid, no. Prevemos un aumento importante de la afluencia a los CAP de Sanxenxo.

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Juan Carlos sacándose mocos en Sanxenxo / GTRES

Por lo tanto, que quede claro: ni el mismo Juan Carlos sabe realmente explicar el propósito y beneficio de esta nueva aparición en Galicia. El balance, un desastre: emitir toneladas de CO₂ a la atmósfera, medio contagiar con sus mocos al personal, no tener ni 30 minutos para su mujer enferma, y ni siquiera salir a comer o cenar, o recibir la visita de Elena o Cristina. Se va en blanco. Eso sí, los españolitos, a pagarle una pasta en escoltas para que la fiesta no pare. Un desbarajuste.

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Juan Carlos se va de Galicia con esta cara / EFE