Juan Carlos el marinero ya está en Sanxenxo y en las regatas, la excusa de su decena visita a España desde que huyeraa Abu Dabi de aquella manera tan sospechosa y tolerada. Solo hacía 10 días que había pasado por su exreino, como gran emblema de la representación borbónica en la boda de José Luis Martínez-Almeida y Teresa Urquijo. Se marchó mientras Sofía enfermaba, dato curioso y que explica la realidad de su relación matrimonial. No cambió de planes, tampoco volvió antes de Ginebra, y por descontado tampoco ha aprovechado su llegada a Vigo para desplazarse hasta Madrid y hacerle una visita de cortesía. Parece que mejor que no, definitivamente Sofía lo rechaza. No quiere pasar tiempo a su lado, y todavía menos delicada de salud.

Liberado de cualquier remordimiento ni ramalazo de empatía, el emérito tiene toda la pista libre para disfrutar de un nuevo fin de semana de autohomenaje gallego. Lo que pasa en Sanxenxo con Juan Carlos no es ni medio normal, desde fuera parece un síndrome de Estocolmo de manual, pero sus fanáticos están felices de la vida. Tiene grandes amigos y protectores, que lo alojan en casa, lo invitan a marisco y placeres gastronómicos diversos. En el Club Náutico es la gran estrella, la gente hace cola para saludarlo como si se acabara el mundo. Hay quien lleva criaturas y todo, casi bebés, como si el contacto con el Borbón funcionara como amuleto viviente. Arrasa, es un icono pop.

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Baño de masas de Juan Carlos en las regatas de Sanxenxo / GTRES

Pues bien, tenemos una noticia que, en principio, no tendría que gustar demasiado a todo el gentío que pasaba por los brazos de Juan Carlos en el campo de regatas de Pontevedra. Justo antes de que el royal se acercara al 'Bribón', al que misteriosamente no ha subido, ha sido pillado por los paparazzis en un gesto muy poco higiénico. Su dedo se levanta como si tuviera que señalar algo importante, mientras charla con sus primeros acólitos. La posición del codo, sin embargo, indica que el movimiento de la extremidad no ha finalizado, está a medias. Busca una meta que es sucia, más sabiendo que con la misma mano se dedicó a saludar al personal.

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Juan Carlos levanta un dedo en Sanxenxo / GTRES

Juan Carlos se saca los mocos, sí. Espeleología nasal, quizás favorecida por el aire marinero y salino de la jornada. Se esconde un poco detrás de la gorra y las gafas de sol, un poco avergonzado pero no demasiado, protagonizando una escena nada favorecedora. Si hubo premio en forma de moco o se trataba de otros hallazgos queda en la intimidad del emérito... y en las manos del respetable. Tampoco descarten, es sí, que la juancarlosmanía de Sanxenxo haga que estos restos biológicos también proporcionen poderes mágicos. Esto es cosa de meigas.

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Juan Carlos, poco higiénico / GTRES