El secretario político de Podemos, Íñigo Errejón, declaró ayer domingo en Catalunya Ràdio que el proceso soberanista ha llegado a un punto de “bloqueo e impasse” porque el debate sobre los presupuestos se está “mezclando” con la disputa entre JxSí y la CUP sobre cómo interpreta cada grupo la hoja de ruta soberanista. Tiene toda la razón del mundo, este hombre, aunque ahora esté en horas bajas. El problema no es binario entre JxSí y la CUP, como dice él, sino que también afecta a los dos partidos de la coalición gobernante, porque cada grupo ha reaccionado de distinta manera y no con la misma contundencia cuando ha llegado el momento de decir las cosas por su nombre. Apenas fue ayer cuando el vicepresident Junqueras se sumó a la presión a la CUP, por medio de una entrevista emitida por el 3/24, para que cumpla el pacto de estabilidad. Y es que prorrogar el presupuestos es parar súbitamente el procés.

Todo ello tiene mucho que ver con los resultados electorales del 26-J en Catalunya. Si el 26-J vuelve a ganar En Comú Podem y los independentistas quedan relegados a posiciones muy retrasadas, entonces habrá que plantearse dónde estamos y cómo se afronta el futuro. Aún falta por analizar cuidadosamente lo que pasó el 27-S y por eso todos andan un poco despistados. Las contradicciones comenzaron la misma noche electoral del referéndum encubierto. La CUP sentenció que no se había alcanzado el objetivo y que era necesario replegar filas. Por lo que parece, la CUP tiene una naturaleza que le inclina hacia la falacia. ¿Cómo liga que un mismo grupo afirme que el referéndum no se ganó y a la vez propugne la desobediencia y un sinfín de acciones que sólo pueden tener éxito si quien las defiende tiene tras de sí una gran masa social? Si el conjunto del independentismo no es lo suficientemente amplio, la CUP por sí sola es aún más un grupúsculo y está encogiendo, a pesar del ruido mediático.

La lucha sin disimulo entre ERC y CDC para disputarse el electorado soberanista desgasta más que ayuda a dar una imagen de unidad, firmeza y determinación

Pero es que la coalición gobernante tampoco se siente cómoda ante esta situación. La lucha sin disimulo entre ERC y CDC para disputarse el electorado soberanista desgasta más que ayuda a dar una imagen de unidad, firmeza y determinación. Ambos partidos se controlan por el rabillo del ojo, aunque se haga comedia electoral anunciando actos electorales conjuntos entre los candidatos a senadores. Migajas, por supuesto, sobre todo si lo ponemos en relación con la gran empresa que es desconectar Catalunya de España, afrontar económicamente el primer año de independencia, en caso de que se alcanzara el objetivo, y asegurar las garantías jurídicas necesarias a los ciudadanos del nuevo Estado. ERC plantea a menudo la relación con la CUP como si fueran los convergentes los que estuvieran obligados a justificar qué se está haciendo para sacar adelante la hoja de ruta.

La tarea que tiene encomendada este Govern es bestial y la CUP, en cambio, se dedica a entorpecer su tarea con un ideologismo que favorece más al “procesismo”, lo que ellos dicen detestar, que a la ruptura. El vicepresident reconoció en la entrevista de ayer que en las reuniones con la CUP los presupuestos sólo ocupan una pequeña parte del debate y que se centran básicamente en el calendario del procés y la hoja de ruta. Según Junqueras, el debate de los presupuestos es más una cuestión de confianza política que otra cosa. La disputa que estuvo a punto de fracturar la ANC iba de lo mismo. La desconfianza es la tónica de este proceso soberanista. Tiempo atrás, el juez Santi Vidal lo destacaba al responder a la pregunta de un periodista sobre si él habría creído conveniente establecer una alianza entre ERC y CDC y reeditar JxSí: “A mí me hubiese gustado, pero siendo una persona que puedo mirarlo con perspectiva, veo que los aparatos de los dos partidos no están demasiado predispuestos a llegar a este acuerdo, sobre todo por una cuestión de desconfianza recíproca. Esto me duele”. Aunque los aparatos de los partidos que no lo sepan ver, esta falta de confianza le duele a mucha gente

La tarea que tiene encomendada este Govern es bestial y la CUP, en cambio, se dedica a entorpecer su tarea con un ideologismo que favorece más al “procesismo” que a la ruptura

Las discrepancias entre los independentistas se resolvieron seis meses atrás, cuando Mas abandonó la política y la CUP tuvo que rehacer el grupo parlamentario para dar cumplimiento al pacto firmado, lo que incluía no votar contra JxSí junto a la oposición unionista. Reproducir cada medio año el mismo psicodrama no sólo desgasta los protagonistas, sino que provoca que el soberanismo vaya perdiendo adeptos. Nadie sabe si el soberanismo volvería a ganar las elecciones con la contundencia del 27-S si ahora tuviéramos que repetirlas, pero es legítimo pensar que exista gente que esté harta de tanta miseria y miopía. Bloqueo e impasse, sí señor, lo que sólo beneficia a los unionistas.