La benigna providencia ha hecho que el lema con que los barceloneses han repudiado espontáneamente a los bárbaros atentados del pasado 17 de agosto (#notincpor) haya calcado una de las máximas sobre las cuales el soberanismo quería impulsar el referéndum del pròximo 1 de octubre y espabilar a los votantes que todavía no sabían si participar. Aristóteles nos recuerda en la Retórica que el miedo, a diferencia de la desesperación, es un estado emocional-racional deliberativo con que especulamos sobre un posible mal futuro: sabemos que la voluntad de los terroristas es que este canguelo venidero se apodere y atenace permanentemente nuestra actividad cotidiana, pero también tenemos muy claro que algunos estados viven encantadísimos gestionando este pavor con el fin de expandir impunemente su militarismo y un deseo mal disimulado de aumentar la coacción de la libre voluntad ciudadana.

Barcelona y toda Catalunya han reaccionado contra el pavor que aman los dinamiteros ocupando rápidamente lo que es de todos, La Rambla, y contrarrestando así el fundamentalismo con el arte del paseo, de la sonrisa contenida y rehuyendo también el sentimentalismo. Pero, por este mismo motivo, la sociedad catalana también ha escarnecido el canguelo con que el españolismo ya hace más de un lustro que la amenaza con las siete plagas de Egipto, de hacerse efectiva la secesión. Los estados imperiales gestionan el miedo con la intención de condenar la masa a una actitud pueril y hacer pasar cualquier indicio de espontaneidad política como la célula madre de un acto criminal: si creéis que exagero, recordad cómo el Gobierno español ha intentado hasta hace muy poco caricaturizar la desobediencia independentista con los mismos apelativos violentos con que se quería desautorizar el terror.

Los ciudadanos reaccionan contra el miedo cuando su espíritu libre desactiva los mecanismos que los advierten perversamente de futuribles inexistentes. Desde el ataque en Barcelona, se ha visto perfectamente como la táctica del españolismo ha sido aprovechar el estado de choque general para desactivar el presente del debate político, como si un atentado terrorista fuera algo aislado que no se tuviera que vincular ni leer a través del presente histórico. Otros todavía han sido más groseros en su tara mental y, como han hecho ciertos guardianes del seny catalán, no han tenido ningún inconveniente en equiparar con toda los huevos del mundo el caos (hipotético) que provocaría el independentismo a las fuentes de cultivo del terror. Todo ello, ciertamente, con la intención nada disimulada de relegar a los ciudadanos a la minoría de edad emocional con el fin de colarles de nuevo el lema de una España unida para siempre en el luto.

Como de consuetud, el totalitarismo se ha querido disfrazar de cursilería y extender un sentimentalismo chabacano, ideal para crear un clima donde no exista la responsabilidad política: ayer sorprendía ver la rueda de prensa del ministro Zoido, quien tuvo la osadía de reafirmar la coordinación policial (con dos cojones, folre i manilles) enfatizando la necesidad de convocar a menudo las Juntas de Seguridad Locales, las mismas reuniones que la parsimonia insufrible de este político había ayudado a condenar a la somnolencia. Todo ello mientras los altos mandos de los Mossos insistían en Interior sobre la necesidad de no dar todavía por muerta la célula antiterrorista responsable de los ataques en Barcelona, por el simple hecho de que todavía no se ha encontrado a todos los responsables ni identificado al líder malhechor. Desde el minuto cero, nuestra policía continúa impecable.

A medida que se acerque el referéndum, el Gobierno español lo tendrá peor que nunca ejercitando el lenguaje del miedo, contra el que todos hemos reaccionado en los atentados de la Rambla. Religar el #notincpor con la necesidad de apoyar el #referèndum para reprimir las tendencias bárbaras que quieren alejar a un colectivo de votantes de expresarse en las urnas no es un juego retórico ni una casualidad lingüística. Porque en mi casa ya hace tiempo que sabemos que las casualidades no existen. Rajoy, Sánchez, Iglesias, Rivera. Recordadlo y preparaos: #notincpor del #referèndum.