Jesse Owens fue la figura que eclipsó las Olimpiadas de Berlín 1936. Pero el legendario atleta norteamericano no habría podido completar su proeza sin la ayuda del atleta alemán Luz Long.

Estrenada el pasado mes de abril, RACE llevaba a la pantalla grande la historia de Jesse Owens. Figura legendaria, el atleta norteamericano se ganó la eternidad durante los Juegos Olímpicos de 1936, cuando dejó el planeta boquiabierto conquistando cuatro medallas de oro que tiraron por el suelo la teoría de la supremacía de la raza aria de Adolf Hitler. La película no pasa de ser un biopic correcto. Sí que destacan, sin embargo, las escenas en que irrumpe Luz Long, el otro héroe de Berlín.

Pasó el 4 de agosto. El día antes Jesse Owens había impresionado el Estadio Olímpico de Berlín corriendo los 100 metros con un tiempo en aquella época estratosférico: 10,3 segundos. Aquella segunda jornada aspiraba a conquistar su segunda medalla de oro en la prueba del salto de longitud. Sin embargo, sumando dos intentos nulos, la tarde no iba bien para el atleta norteamericano.

Fue entonces cuando se le acercó su principal rival, el alemán Luz Long y, en una de las imágenes más bellas en la historia del deporte, aconsejó Owens que se alejara un poco en su última oportunidad. Owens dio un salto de 8,06 metros, un récord que tardaría 25 años en batirse. En los días posteriores, este prodigio del atletismo completaría su proeza ganando las medallas de oro en los 200 metros lisos y los relevos 4x100. Pero aquella tarde, como muestra de gratitud, Owens invitó a su amigo Luz Long a dar la vuelta olímpica de honor juntos. Aquella imagen le costaría la vida a Long.

Owens y Long mantuvieron viva su amistad a través de la correspondencia hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Represaliado por el gobierno Nazi, que no había olvidado cómo el atleta alemán había ayudado a Owens a ganar su segunda medalla de oro, Long fue enviado a primera línea de combate. Murió en el frente de Sicilia durante la invasión británica.

Jesse Owens visitó a la familia de Long cuando acabó la guerra. El mítico atleta norteamericano evocó a su amigo afirmando que "se podrían fundir todas las medallas y copas que gané y no valdrían nada ante la amistad de 24 quilates que hice con Luz Long en Berlín".