El hidrógeno, elemento químico más ligero que existe -y el primero en la tabla periódica- ha pasado de repente de las páginas de ciencia al centro de la economía y las inversiones energéticas, sobre todo en España. Para combatir la dependencia energética respecto a Rusia y para caminar hacia la descarbonización, el Gobierno de Pedro Sánchez la ha colocado como prioridad, con miles de millones de inversiones públicas y privadas, la gran solución para guardar y transportar las energías renovables. ¿Puede España convertirse en una potencia económica mundial gracias al hidrógeno o corre el riesgo de estar inflando una burbuja que le pete en la cara? 

A día de hoy, esta pregunta es imposible de responder, pero lo que sí parece claro es que existen ciertos riesgos asociados a la euforia del hidrógeno verde. El presidente de la Asociación Española del Hidrógeno, Javier Brey, se muestra convencido de que “el hidrógeno verde puede convertir a España en una potencia económica mundial”, en la línea de las afirmaciones del CEO de CEPSA, Marteen Wetselar, que afirmó en entrevista con Expansión en Davos que España podría convertirse "en el golfo Pérsico" del hidrógeno, en analogía con la riqueza que genera el petróleo allí. 

Pero las voces críticas con el boom también crecen, como la del ingeniero especializado en hidrógeno Marcos Rupérez, asesor de empresas que quieren invertir en esta tecnología, que alerta de un importante riesgo de que “explote la burbuja” porque la “sobreexpectación” o "hype" en el sector podría acabar con “proyectos fracasados” y “dinero público malgastado”. Fuentes del Ministerio de Transición Ecológica asumen que “en su fase inicial, es una energía cara de producir”, pero creen que el acelerón del sector público puede ayudar a que la energía sea más barata en un futuro y clave para l descarbonización. 

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Proyecto de planta de hidrógeno verde de Iberdrola. 

Grandes empresas como Iberdrola, Endesa, Naturgy, Repsol, Cepsa, Acciona o Exolum ya pujan por la carrera millonaria del hidrógeno verde, que permitiría darle una vida más larga a las energías renovables y poder exportarlas a través del canal H2Med, aprobado recientemente de la mano de Francia, conectado con Portugal y al que recientemente se ha sumado Alemania. 

Hasta la fecha, el Gobierno de Pedro Sánchez ya ha dado luz verde a ayudas de 250 millones de euros para 29 proyectos de hidrógeno verde diferentes, que canalizarán inversiones totales de 900 millones, y ha anunciado que España quiere ser referente. Con ellos se llegará a producir 487 MW, con los que se cubrirá un 12% del objetivo fijado inicialmente por España para 2030 (4 GW). Pero en los planes del Gobierno está movilizar hasta 1.500 millones de euros en ayudas de los PERTE al hidrógeno verde, a los que habría que sumar los que empleará en la construcción de la gran tubería H2Med con la que exportará esta energía a Francia. Ésta costará 3.000 millones, la mitad la debe asumir la Unión Europea y la otra mitad se repartirá entre empresas privadas y Gobierno español en una fórmula aún por decidir.  

Pero a la luz del boom del hidrógeno verde, la cartera de proyectos ya es de 15,5 GW, cuatro veces superior a los objetivos de la agenda 2030 y que situarían a España tan solo por detrás de Estados Unidos en proyectos de hidrógeno verde, con capacidad para generar el 20% de la producción mundial. 

El Valle Andaluz del Hidrógeno Verde de 5.000 millones de euros anunciada por CEPSA en Andalucía a principios de diciembre, con capacidad para producir 2.000 MW y 300.000 toneladas de hidrógeno verde, podría asumir por sí sola la mitad de la producción de hidrógeno verde prevista inicialmente para 2030. Repsol, Iberdrola, Endesa y Naturgy y otras empresas suman 100 proyectos alrededor del país, algunas de ellas con inversiones milmillonarias por ejecutar. 

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Macron y Sánchez, unidos por el canal de hidrógeno verde H2MEd | Fotografía: Europa Press

El hidrógeno no es una energía acabada de llegar, aunque su nombre se haya puesto de moda en los últimos meses. Se descubrió, de hecho, en el siglo XVIII, y llegó a la industria en los años 40 del año pasado. Utilizado sobre todo para la industria química y para el refinado, el metanol y los amoníacos, se genera actualmente mayoritariamente con gas natural, a través de un proceso conocido como reformado. Según apuntan desde la patronal del sector en España, ya a día de hoy se genera medio millón de toneladas de hidrógeno en España y 90 millones en el mundo. 

El hidrógeno se define por colores, marrón, gris, azul o verde, según la fuente original que se use para generarlo. El verde, que es el que nos atañe, se genera a partir de energías verdes como la eólica y la solar, de forma que no expulsa emisiones contaminantes, CO2, y se antoja por tanto ideal para la descarbonización. El hidrógeno es un vector y no una fuente de energía, consigue almacenarla y transportarla a través de la electrólisis, que separa los elementos de la energía para hacerla transportable. 

Su alto coste y relativamente baja eficiencia energética han pospuesto la apuesta decidida por el hidrógeno, “pero la combinación entre una apuesta decidida por la descarbonización combinada con la invasión de Ucrania y la necesidad de ser independientes energéticamente han revolucionado al sector”, analiza Brey, de la patronal. “La respuesta de la industria es tremenda, todo el mundo quiere participar en el hidrógeno”, añade. 

Brey, ingeniero de formación, defiende sin pestañear que “España puede ser la referencia mundial del hidrógeno y convertirse en una potencia económica” y que en Europa podría generar un millón de puestos de empleo hasta 2050. Defiende que la producción de eólica y solar y la “posición geográfica” de España la convierten en un punto clave, “tanto de importación de hidrógeno que llegue desde Latinoamérica como de exportación hacia Europa”, y que la apuesta decidida puede convertirla además en “referente en tecnología” que pueda utilizarse en otros países. 

A priori, estamos ante una gallina de los huevos de oro que encima ayudaría a descarbonizar Europa con España como actor central y muchas empresas ganando dinero y creando trabajo. Pero no hay que rascar mucho para encontrar recelos. La Hydrogen Sciencie Coalition, con expertos independientes que investigan y analizan la evolución del sector, defiende en sus informes que, en primer lugar, lo urgente es descarbonizar el hidrógeno proveniente de combustibles fósiles, que actualmente es el 98,7% del utilizado en el mundo

Ineficiencia y minerales limitados

Pero además, sus expertos alertan de que el hidrógeno verde no alcanza para todo y "difícilmente, por su eficiencia, pueda utilizarse a gran escala". Para las calefacciones, por ejemplo, “alimentar las calderas con hidrógeno renovable supone un consumo de energía renovable seis veces mayor que el de las bombas de calor”, dice en su página web. Allá donde llegue la electrificación, el hidrógeno no debería de tener gran valor de mercado, porque se muestra menos eficiente y más costoso que usar directamente renovables. Por tanto, el hidrógeno queda reservado para mercados nicho donde la electrificación pudiera no alcanzar. Camiones, barcos, aviones, procesos industriales podrían ser su uso principal. 

El ingeniero experto en hidrógeno Marcos Rupérez alerta de los riesgos de su ineficiencia: “Un electrolizador tiene una eficiencia del 70%. Al transformar la eólica o solar en hidrógeno pierdes un 30% de potencia. Al almacenarlo, puedes perder un 10% más y al transportarlo un 50%. Por lo tanto, has cogido 100 unidades de energía y te has quedado con 30”. “Las empresas conocen estos riesgos, pero quieren impulsarlo y van a hacer las inversiones sí o sí”, añade. 

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Planta eólica y solar de Ecoener en Gran Canaria | Fotografía: Europa Press

Para Rupérez, no solo el avance tecnológico que consiga hacer más eficiente la utilización de hidrógeno va a marcar su futuro, sino también la rentabilidad. “Y la rentabilidad dependerá de los precios del gas natural y del diésel. Si estos suben, el hidrógeno podrá ser rentable. Si no, probablemente no”, remata. 

Pero el escepticismo de Rupérez es algo más profundo, ya que desconfía de la idea de “la infinita sustitución de recursos productivos”. Y se explica: “Hay que entender que los recursos naturales para la energía eólica y solar no son solo el viento y el sol, sino también los minerales necesarios para su producción. El 80% de los paneles solares se producen en China”. 

Justamente, el pasado lunes el Ministerio de Comercio de China anunció que estudiaba prohibir la exportación de placas solares para proteger su economía y no alimentar a competidores. Una mayor producción de energías renovables, a la escala que van a requerir los megaproyectos de hidrógeno, significará también una mayor necesidad de materiales para producir turbinas y placas. Teniendo en cuenta que ni España ni Europa son ricas en estos minerales, el concepto de independencia energética queda en suspenso. “¿Hay cobre y cobalto en el mundo para hacer el proceso completo de la transición energética? La respuesta es que no, y solo cuando nos demos cuenta de eso empezaremos a reciclar estos materiales”, sentencia Rupérez. El futuro de la apuesta millonaria del hidrógeno, la energía ligera e invisible, está en el aire. Pero no solamente allí.