Hace unos años apalancamiento era un término financiero en boca de todos. Apalancar los negocios financiándose con recursos externos era una práctica no solo aceptada sino considerada una condición necesaria para el éxito empresarial. Parecía talmente que una empresa que no estuviera apalancada no tenía futuro. Detrás de la estrategia financiera había un razonamiento: el endeudamiento aumenta la rentabilidad de los fondos propios. Contrariamente, algunas empresas, la mayoría familiares, se enorgullecían de no tener deuda en el balance. Los propietarios percibían la deuda como un peligro innecesario.

Pasados los años, y leyendo lo que está pasando con WeWork, veo que la aversión al riesgo de aquellos propietarios, que solo se querían financiar con fondos propios, era lo bastante razonable. La deuda se tiene que devolver con intereses y a veces los planes de crecimiento no se cumplen; son un poco como el cuento de la lechera.

Hace años, parecía que una empresa que no tenía deuda no tenía futuro, pero algunas, la mayoría familiares, se enorgullecían de no tenerlo

WeWork es una multinacional norteamericana que alquila espacios de trabajo compartidos. Alquila edificios de oficinas a grandes tenedores, los reforma y equipa y los realquila a profesionales, a emprendedores y a pequeñas y medianas empresas. Estos espacios están equipados con mesas y sillas y conexión en Internet, y el alquiler incluye la posibilidad de utilizar servicios comunes como impresoras o salas de reuniones. La visión de la empresa es crear una "red social física" que atraiga "una nueva clase social de trabajadores freelance", individuos que, en palabras de la misma empresa, renuncian a su espacio de oficina tradicional y prefieren trabajar desde ubicaciones con diseño elegante y donde a menudo aflora un sentimiento de comunidad.

El coworking, que da nombre tanto al tipo de espacio de trabajo como la práctica de compartir el espacio de trabajo con otra gente, se ha popularizado en consonancia con el auge de la empresa virtual, aquella en que muchas tareas se han dejado de hacer internamente y se han subcontratado a personas externas que ya no ocupan un puesto de trabajo convencional. Los propagandistas de esta nueva fórmula tanto de trabajo como de relación con la empresa remarcan otras ventajas del coworking: no solo proporciona un espacio de trabajo físico, sino que también fomenta la creación de una comunidad de profesionales que pueden compartir conocimientos, colaborar en proyectos y establecer relaciones comerciales. Los mismos propagandistas hablan de flexibilidad, ya que el coworking permite trabajar en un entorno profesional sin tener que alquilar una oficina a tiempo completo, cuando quizás tendrían que hablar de precariedad. El coworking no deja de ser una respuesta a una destrucción creciente de puestos de trabajo estables y bien remunerados.

El agosto pasado, WeWork, que ha acumulado 15 billones de dólares en pérdidas desde el 2017, admitió que "existe una duda sustancial" sobre su capacidad para seguir operando, como consecuencia de sus pérdidas y de las necesidades de efectivo. Después del anuncio la compañía perdió una cuarta parte de su valor bursátil. Hace tiempo la empresa ya acordó con sus acreedores la conversión de una parte de la deuda en capital y la ampliación de los plazos de devolución del resto de la deuda. Este octubre, como medida de presión a los acreedores, ha dejado de pagar 95 millones de dólares de intereses vencidos.

Los propagandistas del coworking hablan de flexibilidad, cuando quizás tendrían que hablar de precariedad

La continuidad de la empresa depende de un plan para aumentar los ingresos incrementando la ocupación de los espacios y reduciendo la rotación de usuarios, y para reducir los costes de alquiler renegociando unas condiciones más favorables con los tenedores. El plan también habla de controlar los gastos, limitar las inversiones, aumentar el capital o emitir deuda, y vender activos. Las razones de las dificultades son, según la empresa, el exceso de oferta de edificios de oficinas, el aumento de la competencia y la volatilidad macroeconómica, que han provocado una mayor rotación de usuarios y una menor demanda de espacios. Sin embargo, el problema principal de WeWork es la viabilidad de su modelo: los contratos con los grandes tenedores son a largo plazo y los contratos con los usuarios son a corto plazo, los costes de alquiler suponen dos tercios de los gastos de la empresa, y el negocio es absolutamente cíclico: en épocas de bonanza los espacios se llenan y en épocas de recesión se vacían. Además, los mismos directivos admiten que la empresa ha tenido un "hipercrecimiento insostenible". O sea, la versión moderna del cuento de la lechera.