Los agricultores y ganaderos españoles han dicho, basta.

Y debemos atender sus razones. Valorar sus demandas y peticiones y, en la medida de lo posible, darles una adecuada respuesta.

Verán, la agricultura y la ganadería pertenecen al llamado sector primario. Para medir la importancia del mismo, deberíamos remontarnos a la Escuela Fisiocrática, que se remonta al siglo XVIII y fue fundada por el economista François Quesnay. Entre sus postulados está la productividad exclusiva de la agricultura. Es decir, la tierra y los animales son la única fuente de productos netos, pues son los únicos que se procrean o cultivan. Todo lo demás es transformación de bienes o comercio. No hacía falta que llegase la Revolución Industrial, Quesnay habría igualmente defendido que la agricultura es la única actividad que genera un excedente superior a los recursos utilizados. De hecho, consideraba al resto de ramas de producción “estériles”.

Para la Escuela Fisiocrática (Quesnay) la tierra y los animales son la única fuente de productos netos, todo lo demás es transformación de bienes o comercio

Resulta llamativo que a los economistas les costó incluir la transformación industrial en el producto nacional (hoy, PIB), pues en su día debatieron sobre si había creación de producto o mera transformación. Solo cuando se reconoció, gracias a la teoría del valor-trabajo, que transformar bienes era crear valor, se aceptó que la industria debía formar parte del producto. De hecho, hoy en día hay muchas personas que tienen dudas acerca del valor económico de los servicios. Consideran que son humo porque no hay nada físico producido, como sí sucede con la agricultura, ganadería, pesca e industria.

Más disquisiciones previas: la Unión Europea es, ante todo, una unión agraria. Luego lo fue monetaria. Y son estos los dos aspectos más desarrollados de la política común. Alemania puso énfasis en el euro (desde su hiperinflación previa a la Segunda Guerra Mundial siguen obsesionados con ella) y los franceses, herederos de Quesnay y todavía depositarios del valor económico de la tierra y ganadería, apostaron por la política agraria de la UE. Y es por ello que euro y sector primario fueron los estandartes de la política económica europea.

El sector agrario es en la economía lo que los microchips y semiconductores son a los automóviles. Son una pieza aparentemente menor, de poco coste y valor añadido, pero, sin ella, un coche no funciona ni puede fabricarse. Con la agricultura y la ganadería sucede algo similar. Se trata de una industria silenciosa desde el punto de vista productivo. El gran público conoce las marcas finales, pero poco la de los productores y proveedores principales. Al igual que el microchip, mientras funciona no se le echa de menos. Pero cuando se estropea o no se dispone de él, todo se detiene. Es un eslabón clave de la cadena.

España es autosuficiente en todo, excepto en cereales, patatas y leche. Lo acontecido con la crisis de componentes, transporte y el impacto de los conflictos en el comercio son un aviso para navegantes

Y por eso los franceses, y llevan razón, vienen defendiendo la autonomía alimentaria europea, que no es otra cosa que no depender de otros países para comer y alimentarnos. La primera de las necesidades humanas es la nutritiva. Es el microchip que permite que funcione todo lo demás. Así que, bajo ningún concepto podemos permitirnos, como sucedió con los semiconductores, que la economía europea se pare porque dependamos de países ajenos a la Unión Europea para comer. Y como muestra, el desfase de los cereales por la guerra entre Ucrania y Rusia que España ha experimentado, pues es uno de los alimentos donde nuestro país tiene menor autonomía.

La Europa de los 27, si incluimos a Gran Bretaña, es autosuficiente en todo menos en la fruta. Europa tiene excedentes de cereales, hortalizas, patatas, carne, leche y huevos. En el capítulo de frutas, nuestra autosuficiencia está en el -23%. En el caso de España, somos autosuficientes en todo, excepto cereales, patatas y leche. Lo acontecido con la crisis de componentes, transporte y el impacto de los conflictos geopolíticos en el comercio internacional son un aviso para navegantes.

Podemos quedarnos sin paraguas, que falten juguetes o que vengan menos electrodomésticos. Podemos incluso reparar coches si la producción se ve afectada por falta de componentes extranjeros. Pero lo que no podemos es poner en riesgo la industria agraria porque la autosuficiencia alimentaria está en la base de la pirámide, es el microchip de nuestra economía, la sangre del sistema.

Así que solucionemos este conflicto. Con la comida no se juega.